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Un cadáver en la biblioteca

Un cadáver en la biblioteca - Agatha Christie

Un cadáver en la biblioteca - Agatha Christie

Resumen del libro:

El coronel Bantry vive apaciblemente su retiro, junto con su esposa Dorothy, en St. Mary Mead. Una mañana, su doncella rompe la tranquilidad cotidiana con una noticia insólita y escalofriante: “Señora, hay un cadáver en la biblioteca”. La joven que aparece estrangulada tiene todo el aspecto de haber sido artista. La historia se complica, las habladurías crecen de forma sorprendente, y Mrs. Bantry pide a su buena amiga Miss Jane Marple que investigue el caso y limpie el buen nombre de su marido.

Capítulo I

La señora Bantry estaba soñando. Sus guisantes de olor acababan de recibir el primer premio en los Juegos Florales. El vicario, con casaca y sobrepelliz, estaba repartiendo los premios en la iglesia. Pasó su esposa en traje de baño; pero según es bendita costumbre en sueños, este hecho no provocó muestra alguna de desaprobación por parte de los feligreses, como hubiera sucedido, a no dudar, de haber ocurrido semejante cosa en la vida normal.

El sueño era manantial de perpetuo deleite para la señora Bantry. Solían hacerla disfrutar siempre los sueños matinales, a los que la llegada de la taza de té de ritual ponía fin. Subconsciente, se daba cuenta de que habían empezado a oírse los primeros ruidos mañaneros de la casa. El tintineo de las anillas al descorrer las cortinas la doncella; el sonido de la escoba y el cogedor de la segunda doncella en el pasillo. En la distancia, chirrió el grueso cerrojo de la puerta de la calle al ser descorrido.

Empezaba otro día. Entretanto, era preciso que extrajera el mayor deleite posible de los Juegos Florales, porque ya se iba haciendo aparente que se trataba de un simple juego.

Llegaba de abajo el ruido producido por las grandes persianas de madera de la sala al ser abierta. Lo oía y, sin embargo, no lo oía. Durante media hora más continuarían percibiéndose los ruidos de la casa —discretos, amortiguados—. Eran tan conocidos que ya no turbaban. Culminarían en el rumor de pasos rápidos pero comedidos por el corredor, el roce de un vestido estampado, el tintineo de la taza y el plato al ser depositada la bandeja del desayuno sobre la mesa, fuera; luego el suave golpe en la puerta y la entrada de María para descorrer las cortinas.

La señora Bantry frunció el entrecejo, dormida. Un ruido fuera de lugar. Pasos por el pasillo, pasos que iban demasiado aprisa y acudían demasiado temprano. Aguzó el oído, intentando captar, subconscientemente, el tintineo de porcelana.

Llamaron a la puerta. Automáticamente, desde las profundidades de su sueño, la señora Bantry ordenó: “¡Adelante!” La puerta se abrió; ahora se oirían resbalar las anillas al ser descorridas las cortinas.

Pero las anillas no resbalaron. De la verdosa penumbra surgió la voz de María, fatigada, histérica:

—¡Oh, señora, señora! ¡Hay un cadáver en la biblioteca!

Luego, estallando en histéricos sollozos, salió corriendo de la alcoba.

Un cadáver en la biblioteca – Agatha Christie

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