Tu rostro mañana
Resumen del libro: "Tu rostro mañana" de Javier Marías
Publicada originalmente en tres entregas (Fiebre y lanza, 2002; Baile y sueño, 2004; Veneno y sombra y adiós, 2007), se ofrece ahora Tu rostro mañana, la obra cumbre de Javier Marías, como lo que en realidad es: una sola, grandiosa y monumental novela, que la crítica extranjera ya ha saludado como una de las cimas literarias de nuestro tiempo.
El narrador protagonista, Jacques o Jaime o Jacobo Deza, conoce los inesperados rostros de quienes lo rodean y también el suyo propio, y descubrirá que, bajo el mundo más o menos apaciguado en que vivimos los occidentales, siempre late una necesidad de traición y violencia que se nos inocula como un veneno.
Una historia que es mucho más que una historia apasionante, contada con la maestría de uno de los mejores novelistas contemporáneos, tal vez el más profundo y arriesgado.
I Fiebre
No debería uno contar nunca nada, ni dar datos ni aportar historias ni hacer que la gente recuerde a seres que jamás han existido ni pisado la tierra o cruzado el mundo, o que sí pasaron pero estaban ya medio a salvo en el tuerto e inseguro olvido. Contar es casi siempre un regalo, incluso cuando lleva e inyecta veneno el cuento, también es un vínculo y otorgar confianza, y rara es la confianza que antes o después no se traiciona, raro el vínculo que no se enreda o anuda, y así acaba apretando y hay que tirar de navaja o filo para cortarlo. ¿Cuántas de las mías permanecen intactas, de las muchas confianzas brindadas por quien tanto ha creído en su instinto y no siempre le hizo caso y ha sido ingenuo demasiado tiempo? (Ya menos, ya menos, pero la disminución de eso es muy lenta.) Siguen intactas las que deposité en dos amigos que aún las conservan, frente a las puestas en otros diez que las perdieron o desbarataron; la escasa que di a mi padre y la pudorosa que di a mi madre, muy parecidas si no fueron la misma, la de ella además no duró mucho, ya no puede defraudarla o sólo póstumamente, si hiciera yo un día algún mal descubrimiento, y dejara de ocultarse algo oculto; no perdura la de mi hermana, ni la de ninguna novia ni ninguna amante ni ninguna esposa pasada, presente o imaginaria (suele ser la hermana la primera esposa, la esposa niña), parece obligado que en esas relaciones se acabe utilizando lo que se sabe o se ha visto en contra del amado o cónyuge —o de quien resultó ser sólo momentáneo calor y carne—, de quien hizo revelaciones y admitió un testigo para sus flaquezas y pesadumbres y se prestó a confidencias, o simplemente rememoró sobre la almohada abstraído en voz alta sin reparar en los riesgos, ni en el ojo arbitrario que siempre nos mira ni en el oído selectivo y sesgado que nos escucha (muchas veces no es nada grave, una utilización sólo doméstica, defensiva y acorralada, para cargarse de razón en un apuro dialéctico cuando se discute largo, un uso argumentativo).
La vulneración de la confianza también es eso: no sólo ser indiscreto y ocasionar daño o perdición con ello, no sólo recurrir a esa arma ilícita cuando los vientos cambian y se le pone la proa al que contó y dejó ver —ese que se arrepiente ahora y niega y confunde y enturbia ahora, y quisiera borrar y calla—, sino sacar ventaja del conocimiento obtenido por debilidad o descuido o generosidad del otro, sin respetar ni tener en cuenta la vía por la que llegó a saberse lo que se esgrime o tergiversa ahora —o basta con haberlo enunciado para que ya lo desfigure al recogerlo el aire—: si fueron las confesiones de una noche enamorada o un desesperado día, de un atardecer de culpa o un despertar desolado, o de la embriagada locuacidad de un insomnio: una noche o un día en que quien hablaba hablaba como si no hubiera futuro más allá de esa noche o día y fuera su lengua suelta a morir con ellos, ignorando que siempre hay más por venir, siempre queda, un poco más, un minuto, la lanza, un segundo, la fiebre, y otro segundo, el sueño —la lanza, la fiebre, mi dolor y la palabra, el sueño—, y también el interminable tiempo que ni siquiera vacila ni aminora el paso tras nuestro acabamiento, y sigue añadiendo y hablando, murmurando e indagando y contando aunque ya no oigamos y hayamos callado. Callar, callar, es la gran aspiración que nadie cumple ni aun después de muerto, y yo el que menos, que he contado a menudo y además por escrito en informes, y aún más miro y escucho, aunque casi nunca pregunte ya nada a cambio. No, yo no debería contar ni oír nada, porque nunca estará en mi mano que no se repita y se afee en mi contra, para perderme, o aún peor, que no se repita y se afee en contra de quienes yo bien quiero, para condenarlos.
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Javier Marías. (Madrid, 20 de septiembre de 1951 - Madrid, 11 de septiembre de 2022). Escritor, ensayista, traductor y editor español, Javier Marías, era el cuarto de cinco hijos de una familia acomodada, pasó su niñez e infancia en los Estados Unidos, donde su padre, el filósofo y miembro de la R.A.E. Julián Marías, encarcelado y represaliado por el régimen de Franco, era profesor de universidad, allí vive rodeado de escritores y poetas como Vladimir Nabokov o Jorge Guillén.
A su regreso a España, Marías estudió en el Colegio Estudio, y se licenció en Filosofía y Letras en la Universidad Complutense de Madrid, especializándose en Filología Inglesa. En 1968 se le publicó en el diario El Noticiero Universal de Barcelona, su primer cuento escrito con tan solo quince años. Tras pasar un año en París, publicó su primera novela Los dominios del lobo (1971), y más tarde vivió en Barcelona trabajando como asesor literario de la editorial Alfaguara, al tiempo de publicar relatos en el Diario de Barcelona.
En 1983, Marías comenzó a dar clases de Literatura Española en la Facultad de Lenguas Modernas y Medievales de la Universidad de Oxford, en donde continuó tras un paréntesis como profesor en el Wellesley College de Boston.
De vuelta a Madrid, fue profesor de Teoría de la Traducción en su Universidad Complutense, todo ello continuando con su actividad de creación literaria y su trabajo como traductor. Desde el año 1994, colabora habitualmente en el Suplemento Semanal de El País mientras sigue publicando sus novelas.
En 2002 publica la que sería su obra más ambiciosa, Tu rostro mañana, dividida en tres tomos debido a que su extensión era mayor a las 1500 páginas (Fiebre y lanza, 2002, Baile y sueño, 2004 y Veneno y sombra y adiós, 2007). Desde el año 2006, es miembro de la Real Academia Española de la Lengua ocupando el sillón R.
En el año 2011 publicó su novela Los enamoramientos, de género detectivesco pero con cuestiones filosóficas y éticas, siendo la primera novela del autor con un personaje femenino como narrador. Consiguió un gran éxito a nivel mundial y fue traducida a más de 18 idiomas.
Ha obtenido numerosísimos premios entre los que se encuentran el Nacional de Traducción en 1979, el Herralde de 1986, el de la Crítica en 1993, el Rómulo Gallegos de 1994 o el Fastenrath en 1995. En el año 2012 rechazó el Nacional de Narrativa de España, que le había sido otorgado por su novela Los enamoramientos.
De entre su obra habría que destacar títulos como Mañana en la batalla piensa en mí, Corazón tan blanco, Fiebre y lanza, Baile y sueño o Así empieza lo malo. Además, Marías ha desarrollado una interesante labor editorial al frente de Reino de Redonda.
Falleció en Madrid el 11 de septiembre de 2022 debido a una neumonía bilateral provocada por la covid.