Resumen del libro:
En 1923 apareció el primer volumen de la serie lunar. Como en el ciclo de Marte y en el de Venus, todo empieza en Barsoom. Gracias a John Carter los barsoomianos han establecido con la Tierra contactos por radio, el comienzo de un apasionante diálogo entre los dos planetas. A partir de ese momento, cada pueblo intentará enviar una astronave al mundo amigo. La de la Tierra, bautizada como Barsoom, alza el vuelo con una tripulación de cinco hombres en dirección a Marte el día de Navidad de 2025. Pero tendrá que pasar por la Luna, donde los astronautas descubrirán un universo donde se codean maravillas y peligros. Así comienza una saga que no es solamente la de la grandeza y la decadencia de la civilización lunar, consecuencia de la guerra entre los pueblos de la Tierra y los de la Luna. Es también el ciclo de aventuras de un nuevo héroe en la gran tradición burroughsiana. O, más exactamente, de una dinastía de héroes, los Julian, que, a través de los siglos, va a escribir la Historia de la Tierra y la de la Luna, al filo de sus enfrentamientos con una dinastía de bribones, los Orthis…
Prólogo
Nos conocimos en la Sala Azul del crucero transoceánico Harding la noche marciana del 10 de junio de 1967. Durante las largas horas anteriores al despegue de la nave, había estado vagando por la ciudad contemplando la celebración, visitando diferentes lugares que me parecían escenarios de sucesos sin parangón… un mundo enloquecido por la alegría. Solo había un sillón vacante en la Sala Azul, y se encontraba frente a la mesa en la que él ya ocupaba un lugar, solo.
Le pedí permiso para sentarme y él me invitó con gran educación a que le hiciera compañía mientras se levantaba y una fugaz sonrisa iluminaba su rostro; una sonrisa que hizo que aquel hombre me gustara desde el principio.
Jamás me imaginé que el Día de la Victoria, que habíamos celebrado hacía dos meses escasos, pudiera verse eclipsado en términos de desbocados sentimientos nacionales, pero, aparentemente, la noticia que se había difundido aquel mismo día parecía haber tenido un efecto mayor sobre la mente y la imaginación de la gente.
Los más de cincuenta años de guerra que se habían sucedido casi ininterrumpidamente desde su inicio en 1914 habían desembocado en la dominación absoluta de la raza anglosajona sobre el resto de razas del mundo, y prácticamente por primera vez desde aquel lejano pasado la supervivencia de la raza humana no se veía amenazada por alguna nación sin civilizar, o semicivilizada, que estuviera en guerra constante con alguna porción del globo. La guerra había terminado, definitivamente y para siempre. Las armas y las municiones fueron arrojadas a los cinco océanos; las naves de las enormes armadas aéreas estaban siendo desmanteladas o reconvertidas en transportes para propósitos pacíficos y comerciales.
Los pueblos de todas las naciones habían celebrado aquel final, vencedores y vencidos por igual, debido a su cansancio por la guerra. O al menos, pensaban que estaban cansados de la guerra, ¿pero era así? ¿Qué más conocían aparte de la guerra? Solo los más ancianos eran capaces de recordar vagamente un mundo en paz; los demás no conocían otra cosa que aquel conflicto armado. Aquellas personas habían nacido, vivido y muerto con sus nietos agrupados en torno a ellos y el sonido de las alarmas tronando constantemente en sus oídos. Quizá, gracias al más puro azar, la diminuta zona donde habían vivido sus vidas jamás había sido aplastada por la pezuña de hierro de la batalla; pero siempre, en algún lugar, se luchaba una, retrocediendo como el agua del mar para regresar de nuevo. Hasta 1959: aquel año se produjo la gran marea de la locura humana que devastó todo el planeta en una sola batalla que duró ocho largos y sangrientos años y que, cuando se retiró, tan solo dejó un mundo agostado y quemado.
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