Libro 1 - Hadas Madrinas
Todas las hadas del reino
Resumen del libro: "Todas las hadas del reino" de Laura Gallego García
“Todas las hadas del reino” de Laura Gallego García es una novela que revisita los cuentos clásicos con una perspectiva fresca y moderna. En el centro de la historia encontramos a Camelia, un hada madrina veterana que, tras trescientos años de dedicación, ha perfeccionado el arte de conceder deseos y solucionar problemas ajenos. Con habilidad, magia e ingenio, ha guiado a doncellas y héroes hacia sus anhelados finales felices. Sin embargo, la llegada de Simón, un joven mozo de cuadra desesperado por ganar el amor de una dama, trastoca su equilibrio profesional. Por razones que escapan a su control, nada en este caso parece salir según lo planeado.
El relato ofrece una inmersión en un mundo fantástico donde las hadas enfrentan desafíos que van más allá de la magia. Camelia, siempre correcta y eficiente, comienza a cuestionarse no solo su rol, sino también los límites de sus poderes y las implicaciones de intervenir en la vida de los humanos. La trama evoluciona hacia territorios más oscuros y profundos, revelando secretos del pasado de Camelia y las tensiones que subyacen en el mundo de las hadas. Laura Gallego teje una narrativa llena de giros sorprendentes, donde el ideal del final feliz es puesto en entredicho.
Con su característico estilo narrativo, Gallego logra construir personajes complejos, incluyendo a Camelia, que muestra un equilibrio entre fortaleza y vulnerabilidad. Simón, por su parte, encarna la lucha entre el deseo y la realidad, destacando la dimensión humana de la historia. La autora enriquece el relato con elementos de humor, drama y reflexión, ofreciendo una lectura que trasciende el simple entretenimiento.
Laura Gallego García, reconocida autora de literatura juvenil y fantasía, vuelve a demostrar su maestría en este género. Con una trayectoria consolidada por obras como “Memorias de Idhún” y “Donde los árboles cantan”, se ha convertido en una figura clave de la literatura en español. En “Todas las hadas del reino”, reafirma su capacidad para entrelazar mundos mágicos con dilemas humanos, capturando la atención de lectores jóvenes y adultos por igual.
Esta novela no solo cuestiona los estereotipos de los cuentos de hadas tradicionales, sino que invita al lector a reflexionar sobre los límites del sacrificio, la responsabilidad y la búsqueda de la felicidad. Un relato fascinante que confirma por qué Laura Gallego es una de las autoras más queridas en el ámbito de la fantasía contemporánea.
Totalmente injustificable
La reina observó con atención a la muchacha. Ella enrojeció y clavó la mirada en las puntas de sus gastados zapatos. El príncipe, a su lado, hacía heroicos esfuerzos por mostrarse sereno y seguro de sí mismo. Pero tragó saliva cuando su madre volvió sus ojos inquisitivos hacia él.
—¿Dónde dices que la has encontrado, Aldemar?
—«Conocido», madre —se atrevió a corregirla el joven—. La conocí el año pasado, en una aldea junto al bosque, río abajo. Sin duda recordarás el día en que me perdí durante una cacería, ¿verdad? Bien, pues…
—¿Una aldea? —repitió la reina, enarcando una de sus bien perfiladas cejas.
El príncipe tragó saliva de nuevo.
—Una aldea —confirmó—. Los padres de Marcela son granjeros. Gente muy decente y trabajadora, si me permites la observación.
—Marcela. Qué… rústico.
La reina volvió a centrar su atención en la chica, que se retorcía las manos sin saber muy bien qué hacer con ellas. Tras un incómodo silencio, que la reina parecía dispuesta a alargar indefinidamente, el príncipe carraspeó, alzó la cabeza y anunció:
—Voy a casarme con ella, madre.
El rey dio un leve respingo sobre su trono. La reina se limitó a alzar la otra ceja.
—¿De veras? En ese caso… entiendo que has visto algo especial en ella. De lo contrario, no osarías plantear algo así en nuestra presencia.
—Naturalmente, madre. —El príncipe asintió con ardor.
—¿Y bien?
El joven se mostró desconcertado; todo su aplomo pareció esfumarse en un instante.
—¿Bien…? —repitió, sin saber qué responder.
—Será adoptada, supongo —lo ayudó la reina.
El príncipe respiró profundamente, comprendiendo por fin a dónde quería ir a parar.
—No, madre. La comadrona de la aldea puede confirmar que es hija de sus padres.
La reina frunció levemente el ceño.
—Con estas cosas nunca se sabe —comentó—. Seguro que tiene alguna marca de nacimiento que sugiere lo contrario.
—No, madre. Puedo garantizar que no tiene ninguna marca de nacimiento en ninguna parte de su cuerpo.
El rey carraspeó con suavidad. La reina arqueó de nuevo la ceja y el príncipe fue súbitamente consciente de lo que acababa de decir. Miró de reojo a su prometida, azorado; ella se había puesto completamente roja de vergüenza.
—Recuerdo la época en que este tipo de asuntos no salían del pajar —le comentó la reina al rey en voz baja.
Este se encogió de hombros.
—Los tiempos cambian, ya ves —replicó con el mismo tono.
Marcela parecía muy dispuesta a escapar corriendo de allí, por lo que el príncipe se apresuró a interrumpir la conversación y a declarar por segunda vez:
—Quiero casarme con ella.
Los dos se volvieron para mirarlo, esa vez con cierta suspicacia.
—Quizá lo haya hechizado —le dijo la reina al rey.
—No estoy hechizado, madre —respondió el príncipe; empezaba a mostrarse menos turbado y bastante más molesto.
La reina frunció el ceño.
—¿Estás totalmente seguro de que no has comido nada cocinado por ella? ¿No llevas puesta ninguna joya que te haya regalado, ninguna prenda que haya tejido con sus propias manos…?
—No, madre.
—Hummm —dijo la reina—. Bien; si no es adoptada ni tiene marcas de nacimiento, sin duda será la tercera de tres hermanas. —El joven negó con la cabeza—. ¿No? Pues la séptima hija de un séptimo hijo.
—Eso explicaría lo del hechizo —apuntó el rey.
—No estoy hechizado —insistió el príncipe—. Y Marcela tiene una hermana mayor y dos hermanos menores.
—¿Solo dos? —se extrañó su madre—. ¿Seguro que no son siete?
—No, madre. Seguro que no son siete. Ya os he dicho…
—Sí, sí, has dicho muchas cosas, pero ella todavía no ha dicho nada. ¿Acaso no sabe hablar? ¡No será una sirena! —aventuró, alarmada.
La aludida se aclaró la garganta.
—No, majestad, yo…
Pero la reina no la escuchaba. Seguía haciendo cábalas, cada vez más alterada.
—¡O una de esas horribles chicas-foca! —Miró a su hijo con aprensión—. ¿Seguro que no guardas su piel bajo tu cama?
—¡Madre! —protestó el príncipe—. Marcela es una joven normal y corriente; nos hemos enamorado y vamos a casarnos. No hay más.
Pero la reina ya volvía a conferenciar en voz baja con el rey.
—Esto es incomprensible y totalmente injustificable.
—Totalmente —coincidió el rey.
—Nos aseguramos de que la lista de invitadas al baile estuviera completa, ¿no es cierto?
—Cierto, querida. Y todas las jóvenes casaderas de sangre real acudieron al palacio aquella noche. Esta chica no estaba entre ellas.
—¿Estás seguro? Mírala bien. Imagínatela con un atuendo especialmente espectacular. Un vestido de oro…, unos zapatos de cristal…
—No, no. Ella no vino al baile, estoy convencido.
—¿Es posible que hubiese alguna muchacha de sangre real que no tuviésemos localizada? Ya sabes, un bebé cambiado al nacer, una niña perdida en el bosque… Esas cosas suceden a veces.
—Estoy de acuerdo. Pero, si no tiene marca de nacimiento, ¿cómo vamos a saber…?
—Ah, no es imposible que la tenga. Recuerdo el caso de una princesa a la que creyeron ilegítima porque no tenía el lunar con la forma del blasón familiar con el que nacían todos los niños de su linaje. Luego resultó que estaba en su cuero cabelludo. Tuvieron que raparla para descubrirlo.
Los reyes miraron a Marcela con cierto aire de aves de presa. Ella se llevó involuntariamente las manos a su cabello castaño, alarmada.
—No voy a permitir que le rasuréis la cabeza —les advirtió el príncipe, perdiendo la paciencia.
—No será necesario llegar a esos extremos —lo tranquilizó la reina—. Hay otros modos… y, naturalmente, mientras este asunto se resuelva, tu… Marcela… puede alojarse en palacio.
—No hace falta, madre. No vive lejos de aquí.
—Una sola noche. Insisto.
El príncipe se mantuvo firme.
—En tal caso, madre, solo lo voy a decir una vez: nada de guisantes bajo el colchón.
—Oh, no pensaba poner un solo colchón.
—Podrías ponerle un guisante bajo cien colchones o cien nueces bajo un colchón, y no habría ninguna diferencia. Marcela no es una princesa perdida, y mucho menos una bruja o una sirena. Es una muchacha acostumbrada a trabajar mucho y a dormir en un lecho duro y humilde. Una joven del campo, sencilla y honesta, a la que adoro. Y voy a desposarla.
La reina lo taladró con la mirada.
—Ya conoces la costumbre: si no demuestra que es de sangre real, no puedes casarte con ella. Así que yo en tu lugar investigaría su árbol genealógico hasta encontrar raíces como mínimo nobles, porque de lo contrario…
—No será necesario —intervino entonces una voz femenina.
Los cuatro miraron a su alrededor, sorprendidos; pero los guardias de la puerta parecían tan desconcertados como ellos. Y, justo cuando la reina iba a hablar de nuevo, alguien se materializó de pronto en el salón.
…
Laura Gallego García. Escritora española, estudió Filología Hispánica en la Universidad de Valencia aunque es conocida para el gran público gracias a sus novelas dedicadas a la literatura infantil y juvenil, con las que ha conseguido un gran éxito, tanto a nivel nacional como internacional.
Gallego comenzó su carrera literaria cuando todavía cursaba estudios universitarios, logrando el Premio Barco de Vapor en 1998 con su libro Finis Mundi. Tras esta novela llegaron otras, como la serie de Crónicas de la Torre, obteniendo su mayor éxito a partir de 2004 con la trilogía de Memorias de Idhún, una de las sagas más vendidas de la historia de la narrativa juvenil en castellano.
Además de esta serie, también ha publicado series dedicadas a un público infantil, como Sara y las goleadoras, pero ha mantenido una notable línea dentro del juvenil fantástico, confirmada con Donde los árboles cantan, que se llevó el Nacional de Literatura Infantil y Juvenil. También ha probado suerte en la narrativa para adultos con títulos como Dos velas para el diablo. En 2012 vio reconocida toda su carrera al recibir el Premio Cervantes Chico. Su obra ha sido traducida a más de quince idiomas.