Resumen del libro:
En el Timeo, un Platón ya anciano emprende el más completo estudio de cosmología, física, medicina y fisiología que conoció la Grecia clásica. Este diálogo es, junto con la República, el más citado por Aristóteles, y constituye la fuente de doctrina platónica más consultada durante la Antigüedad y la Edad Media. Su contenido profundiza esencialmente en tres problemas: el cosmogónico, sobre el origen del universo, el físico, sobre la estructura de la materia, y el antropológico, sobre la naturaleza humana. Los tres argumentos hallan correspondencia con otras partes en las que es posible subdividir la obra, y a las que se les añade el prólogo.
Timeo o de la naturaleza
SÓCRATES — TIMEO — HERMÓCRATES — CRITIAS
SÓCRATES. —Uno, dos, tres. Pero, mi querido Timeo, ¿dónde está el cuarto de los que fueron ayer mis convidados y que se proponen hoy obsequiarme?
TIMEO. —Precisamente debe estar indispuesto, Sócrates, porque voluntariamente de ninguna manera hubiera faltado a esta reunión.
SÓCRATES. —A ti, pues, y a todos vosotros os corresponde ocupar su lugar, y desempeñar su papel a la par que el vuestro.
TIMEO. —Sin dificultad; y haremos todo lo que de nosotros dependa. Porque no sería justo que, después de haber sido tratados ayer por ti como deben serlo los que son convidados, no lo tomáramos con calor nosotros, los que aquí estamos, para pagarte obsequio con obsequio.
SÓCRATES. —¿Recordareis qué cuestiones eran y qué importantes, las que comenzamos a examinar?
TIMEO. —Sólo en parte; pero lo que hayamos podido olvidar, tú nos lo traerás a la memoria. O más bien, si esto no te desagrada, comienza haciendo un resumen en pocas palabras, para que nuestros recuerdos sean más precisos y más exactos.
SÓCRATES. —Conforme. Ayer os hablé del Estado, y quise exponeros muy particularmente lo que debe ser, y de qué hombres debe componerse, para alcanzar lo que, en mi opinión, es lo más perfecto posible.
TIMEO. —Es, en efecto, eso mismo lo que dijiste, y que nos satisfizo cumplidamente.
SÓCRATES. —¿No separamos en el Estado desde luego la clase de labradores y de artesanos de la gente de guerra?
TIMEO. —Sí.
SÓCRATES. —¿Y no hemos atribuido a cada uno, según su naturaleza, una sola profesión y un solo arte? ¿No hemos dicho, que los que están encargados de combatir por los intereses públicos, deben de ser los únicos guardadores del Estado, y que si algún extranjero o los mismos ciudadanos producen algún desorden, deben tratar con dulzura a los que están bajo su mando, por ser sus amigos naturales, y herir sin compasión en la pelea a todos los enemigos que se pongan a su alcance?
TIMEO. —Seguramente.
SÓCRATES. —He aquí, por qué hemos dicho, que estos guardadores del Estado debían unir a un gran valor una grande sabiduría, para mostrarse como es justo, suaves para con los unos y duros para con los otros.
TIMEO. —Sí.
SÓCRATES. —Y en cuanto a su educación, ¿no hemos resuelto, que debía educárseles en la gimnasia, en la música y en todos los conocimientos que puedan serles convenientes?
TIMEO. —Sin duda.
SÓCRATES. —Además hemos añadido, que una vez educados de esta manera, no deben mirar como propiedad, suya particular ni el oro, ni la plata, ni cosa alguna; sino que, recibiendo estos defensores de los que protegen un salario por su vigilancia, salario modesto, cual conviene a sabios, deben gastarle en común, porque en comunidad tienen que vivir, sin correr con otro cuidado que el cumplimiento de su deber, y despreciando todo lo demás.
TIMEO. —Es lo mismo que dijimos, y de la manera que lo dijimos.
SÓCRATES. —Respecto a las mujeres, declaramos, que sería preciso poner sus naturalezas en armonía con la de los hombres, de la que no difieren, y dar a todas las mismas ocupaciones que a los hombres, inclusas las de la guerra, y en todas las circunstancias de la vida.
TIMEO. —Sí, también eso se dijo, y de esa misma manera.
SÓCRATES. —¿Y la procreación de los hijos? ¿No es fácil retener lo que se dijo a causa de su novedad: que todo lo que se refiere a los matrimonios y a los hijos sea común entre todos; que se tomen tales precauciones, que nadie pueda conocer sus propios hijos, sino que se consideren todos padres, no viendo más que hermanos y hermanas en todos los que puedan serlo por la edad, padres y abuelos en los que hayan nacido antes, hijos y nietos en los que han venido al mundo más tarde?
TIMEO. —Sí, y todo eso es fácil retenerlo, por la misma razón que tú das.
SÓCRATES. —Y para conseguir en todo lo posible hijos de un carácter excelente, ¿no recordamos haber dicho, que los magistrados de ambos sexos, deberían, para la formación de los matrimonios, combinarse secretamente, de manera que, haciéndolo depender todo de la suerte, se encontrasen los malos de una parte, los buenos de otra, unidos a mujeres semejantes a ellos, sin que nadie pudiese experimentar sentimientos hostiles hacia los gobernantes, por creer todos que los enlaces eran obra de la suerte?
TIMEO. —De todo eso nos acordamos.
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