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Thuvia, Doncella de Marte

Thuvia, Doncella de Marte, una novela de Edgar Rice Burroughs

Resumen del libro:

“Thuvia, Doncella de Marte” es una novela que pertenece a la emblemática serie de ciencia ficción de Edgar Rice Burroughs, ambientada en el planeta Barsoom (Marte). En este cuarto volumen, Burroughs desplaza el foco del legendario John Carter para centrarse en su hijo, Carthoris, quien toma las riendas de la aventura. La trama gira en torno al rapto de Thuvia, la bella hija del jeddak de Ptarth, Thuvan Dihn, y el intento de Carthoris por limpiar su nombre y demostrar su inocencia. A lo largo de la historia, Carthoris no solo enfrentará enemigos temibles, sino también la compleja política de las ciudades-estado marcianas y la fuerza brutal de seres como Kemal, el dios-león de Lothar.

El relato se inscribe perfectamente dentro del estilo característico de Burroughs: una mezcla vibrante de fantasía, romance y acción, con descripciones vívidas del paisaje marciano y sus extrañas criaturas. Aunque el protagonista ya no es John Carter, su hijo sigue la estela de valentía, honor y coraje que definió las aventuras de su padre. Carthoris emerge como un héroe por derecho propio, mostrando un desarrollo de carácter que refuerza los valores familiares y la lealtad.

La introducción de nuevos personajes y regiones de Barsoom mantiene la frescura de la serie, explorando los intrincados aspectos sociales y culturales del planeta. La interacción entre Thuvia y Carthoris añade un elemento romántico a la trama, sin que ello reste protagonismo a la acción vertiginosa que caracteriza el universo marciano. Burroughs mantiene su habilidad para combinar batallas épicas con momentos de introspección, lo que dota al relato de una profundidad que atrae tanto a los aficionados de la aventura como a los que buscan una narrativa con un trasfondo más complejo.

Edgar Rice Burroughs, nacido en 1875, es uno de los autores más influyentes del género de ciencia ficción y aventuras pulp. Su serie de Barsoom, iniciada con “Una princesa de Marte”, marcó un hito en la literatura fantástica, presentando mundos imaginarios llenos de héroes audaces y criaturas exóticas. Con su estilo directo y dinámico, Burroughs creó un legado que ha influido a generaciones de escritores y cineastas, convirtiéndose en un pionero de los relatos de aventuras interplanetarias.

“Thuvia, Doncella de Marte” mantiene el espíritu de las primeras entregas, pero aporta nuevos elementos que expanden y enriquecen el vasto universo de Barsoom. Para los seguidores de la saga y los nuevos lectores por igual, esta novela es una emocionante incursión en un mundo donde la lealtad, el amor y el heroísmo siempre están a prueba.

CAPÍTULO I.

Carthoris y Thuvia

En un banco de piedra pulida, bajo las espléndidas flores de una pimalia gigante, estaba sentada una mujer. Su bien formado pie, calzado con sandalia, golpeaba impacientemente el suelo del paseo, sembrado de joyas, que serpenteaba bajo los frondosos árboles sorapus, a través del césped color escarlata de los jardines reales de Thuvan Dhin, jeddak de Ptarth, cuando un guerrero de cabellos negros y piel roja se inclinó hacia ella, susurrando ardientes palabras a su oído.

—¡Ah, Thuvia de Ptarth —exclamó—, eres fría aun en presencia de las ardiente fuego del amor que me consume! ¡La piedra fría, dura y gélida de éste tres veces dichoso banco que soporta vuestra divina e inalcanzable forma no lo es más que vuestro corazón! Dime, ¡Oh Thuvia de Ptarth!, que puedo aún esperar, que aunque no me ames ahora, algún día, sin embargo, algún día, princesa mía, yo…

La muchacha se puso en pie de un salto, lanzando una exclamación de sorpresa y desagrado. Su cabeza, digna de una reina, se agitó altivamente sobre sus suaves hombros rojos. Sus ojos oscuros miraron coléricamente a los del hombre.

—Te olvidas de ti mismo y de las costumbres de Barsoom, Astokdijo ella—. No te he ofrecido la confianza suficiente para que hables así a la hija de Thuvan Dhin, ni tú te has ganado tal derecho.

El hombre se adelantó repentinamente y la sujetó por un brazo.

—¡Serás mi princesa! —gritó—. Por el pecho de Issus, lo serás, y ningún otro se interpondrá entre Astok, príncipe de Dusar, y el deseo de su corazón. Dime que hay otro, y le arrancaré su corazón podrido y lo arrojaré a los calots salvajes de los fondos de los mares muertos.

Al contacto de la mano del hombre con su carne, la joven empalideció bajo su piel cobriza, porque las cortesanas reales de los Palacios de Marte son tenidas casi por mujeres sagradas. La acción de Astok, príncipe de Dusar, era una profanación. No se reflejaba el terror en los ojos de Thuvia de Ptarth; solamente horror por lo que el hombre había hecho y por sus posibles consecuencias.

—Suéltame.

Su voz era fría y tranquila.

El hombre murmuró incoherentemente y la atrajo violentamente hacia sí.

—¡Suéltame —repitió con voz aguda—, o llamo a la guardia! Y el príncipe de Dusar sabe lo que esto quiere decir.

Apasionadamente, echó su brazo derecho alrededor de los hombros de la muchacha e intentó aproximar su rostro a sus labios. Con un débil grito, ella le golpeó de lleno en la boca con los pesados brazaletes que rodeaban su brazo libre.

—¡Perro! —exclamó ella, y luego—: ¡Guardia, guardia! ¡Apresuráos a proteger a la princesa de Ptarth!

En respuesta a su llamamiento, una docena de guardias llegó corriendo a través del césped color escarlata, con sus brillantes y largas espadas desnudas a la luz del sol, el metal de sus atalajes de guerra resonando contra sus correajes de cuero y en sus gargantas roncos gritos de rabia al contemplar la escena con que tropezaron sus ojos.

Pero antes de que hubiesen atravesado la mitad del jardín real para llegar adonde Astok de Dusar retenía aún en su abrazo a la joven que trataba de defenderse, otra figura saltó desde un macizo de denso follaje que ocultaba una fuente de oro, que se hallaba casi al alcance de la mano. Era un joven alto y esbelto, de cabello negro y penetrantes ojos grises, ancho de hombros y estrecho de caderas: el tipo perfecto de un luchador. Su piel tenía el débil tinte cobrizo propio de la raza roja de Marte, distinguiéndolos de las otras razas del planeta moribunda; era como ellos, y sin embargo, había una sutil diferencia, aún mayor que la que consistía en su piel de color más claro y en sus ojos grises.

Había cierta diferencia, también, en sus movimientos. Se aproximaba a grandes saltos que le acercaban tan rápidamente, que la velocidad de los guardias resultaba ridícula en comparación con la suya.

“Thuvia, Doncella de Marte” de Edgar Rice Burroughs

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