Resumen del libro:
Rosa Montero, reconocida autora española y periodista de renombre, nos sumerge en un universo de intrigas y pasiones con su cautivadora novela “Te trataré como a una reina”. A través del escenario del Desiré, un emblemático bar nocturno, Montero teje una trama magistral donde los destinos de los personajes se entrelazan en un fascinante ballet de sueños y realidades.
En el corazón de la historia se encuentra Bella, una enigmática cantante de boleros cuya voz melodiosa encanta a todos los que la escuchan. Junto a ella, desfilan personajes inolvidables como Poco, un anciano de origen misterioso; Antonia, una solterona ingenua y su hermano Damián. A través de sus vidas, Montero nos muestra la compleja intersección entre los anhelos de felicidad y las limitaciones de la realidad.
Con una prosa ágil y envolvente, Montero nos transporta a un mundo donde las emociones y los deseos chocan con las circunstancias implacables de la vida. Su habilidad para crear personajes vibrantes y diálogos cautivadores nos sumerge en un torbellino de emociones y reflexiones sobre la naturaleza humana y el sentido de la existencia.
“Te trataré como a una reina” es una obra maestra que cautiva desde la primera página y no deja de sorprender hasta su inolvidable desenlace. Con esta novela, Rosa Montero consolida su lugar como una de las voces más importantes de la literatura contemporánea española, dejando una huella imborrable en el corazón de sus lectores.
Mi reconocimiento a Juan Madrid,
que me habló de boleros,
y a Enrique Martínez,
que me habló de perfumes.
Para Olga y Javier,
que me tratan de verdad como a una reina.
EL EXTRAÑO CASO DE LA ASESINA FUMADORA
Extracto del reportaje que, bajo este título, fue publicado el día 18 de septiembre de 1982 en la revista especializada El Criminal, número 356, II época.
(De nuestro reportero Paco Mancebo.)
Los vecinos de la popular calle de La Reina de esta capital continúan conmocionados por el extraño y salvaje suceso ocurrido el pasado viernes día 16 en la finca sita en el número 17 de la citada calle. Los acontecimientos se desarrollaron hacia las seis y media de la tarde del viernes. Don Antonio Ortiz, de 49 años de edad, soltero, de profesión funcionario de ministerio, se encontraba en su casa, en el cuarto piso de la mencionada finca. Los vecinos aseguran que don Antonio fue siempre un hombre callado y educado que nunca dio lugar a escándalos, antes al contrario, cosa muy de estimar en un soltero. Una vecina nos dijo: «Parecía un cura o algo así.» Otros inquilinos coincidieron en que era un poco misterioso, porque nunca se le veía con nadie. El Criminal ha podido saber que don Antonio iba a contraer matrimonio en breve con un bella y honrada joven, a la que nos ha sido imposible localizar.
La tarde de autos don Antonio se encontraba en su casa cuando sonó el timbre de la puerta. Poco imaginaba el infortunado que en el descansillo le esperaba la asesina, Isabel López, de 46 años, más conocida con el alias de «La Bella», cantante de boleros en un club nocturno cercano al barrio chino, actualmente detenida por la eficaz acción de los inspectores de Policía del Grupo de Homicidios.
Poco sabemos de los primeros momentos: parece que la mujer y la víctima se conocían, porque la asesina entró en la casa sin encontrar resistencia. Pero la discusión debió empezar en seguida, porque olvidaron cerrar la puerta. Esto, y los gritos que se oían, alarmaron a doña MPG, vecina de la víctima, quien salió de la suya y pudo seguir los acontecimientos desde el descansillo, a través de una rendija. «No intervine», nos confió doña MPG, quien no quiere que publiquemos su nombre, «porque creí que la cosa no llegaría a tanto y también por susto». Doña MPG se halló ante un hecho que no pudo por menos que conmover su ánimo. Cuando ella llegó, la homicida sujetaba a don Antonio por las solapas. La susodicha era más alta y mucho más corpulenta que el infortunado, de modo que le podía, lo que demuestra que no siempre el sexo débil es el débil, sobre todo cuando nos encontramos con una energúmena como La Bella, sin principios morales y capaz de todo tipo de ensañamiento. La mujerona zarandeaba a la víctima insultándole a grandes gritos: parecía estar fuera de sí, y de su boca soez sólo salían maldiciones llenas de rabia. La Bella tiró a la víctima al suelo y entonces, como en un rapto de locura, comenzó a destrozar toda la casa. Don Antonio intentaba impedírselo, pero sus fuerzas eran insuficientes. Las lámparas, las sillas, el contenido de los cajones y de los armarios: todo lo arrasó la bestial homicida. El desdichado cayó de rodillas sobre un montón de papeles rotos y parece que se puso a llorar. La Bella cogió un cajón de frasquitos que aún no había roto. «No, no, eso no, por favor», imploraba la víctima, pero sus súplicas no conmovieron a la homicida, quien, sin mostrar piedad alguna, empezó a abrir los frascos y a vaciar el contenido de los mismos sobre el suelo. Debían ser perfumes, porque, según nos dijo doña MPG, el olor llegaba hasta la puerta. La víctima se tapaba la nariz y sollozaba amargamente. De súbito don Antonio intentó huir, y entonces se entabló un forcejeo entre los dos. Con el calor del afrontamiento cayeron ambos al suelo, y la homicida se las arregló para sentarse sobre él, dejándole atrapado. Primero le volcó sobre la cabeza los frascos que aún no había vaciado, y después sacó un paquete de cigarrillos de su bolsillo y, dando muestras de un comportamiento verdaderamente anormal, se fumó toda la cajetilla encendiendo los pitillos de tres en tres y echando grandes bocanadas de humo sobre la cara de la víctima, quien gritaba «no puedo más, no puedo más», aparentando grandes sufrimientos. Entonces, se ve que en un descuido, la víctima logró escurrirse de debajo de la asesina fumadora, y se puso en pie intentando una huida desesperada. Pero su destino era fatal y la mujer le atrapó antes de que llegara a la puerta. Dando pruebas de una fuerza enorme, La Bella le cogió en brazos. Y en un abrir y cerrar de ojos, sin más aviso, la sanguinaria mujerzuela se dirigió con él a cuestas hacia la ventana y tiró al desdichado a la calle desde el cuarto piso.
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