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Tao Te Ching. Los libros del Tao

Resumen del libro:

El Tao Te Ching, atribuido a Lao Tse, es uno de los textos filosóficos más influyentes de la tradición china y una de las obras fundamentales del taoísmo. Su estilo poético y enigmático ha fascinado a generaciones de lectores, ofreciendo una visión del mundo basada en la armonía con la naturaleza y el flujo espontáneo del universo. El descubrimiento de los textos más antiguos, como el Lao Zi de Guodian y los libros de Mawangdui, ha permitido un acercamiento más preciso a su origen y evolución, revelando nuevas claves sobre su significado y su relación con otras tradiciones filosóficas de Asia y Medio Oriente.

Lao Tse, una figura envuelta en el misterio, es considerado el fundador del taoísmo. Aunque no existen pruebas concluyentes sobre su existencia histórica, su legado ha perdurado a lo largo de los siglos como símbolo de la sabiduría ancestral. Se le describe como un anciano sabio que dejó atrás la sociedad para entregarse a la contemplación del Tao, el principio rector del cosmos. Su mensaje, condensado en breves aforismos y metáforas, aboga por la simplicidad, la humildad y la no-intervención como caminos hacia la armonía personal y social.

El Tao Te Ching es una obra breve pero profunda, dividida en dos secciones que abordan el Tao (el camino) y el Te (la virtud). Su lenguaje poético y a menudo paradójico invita a la reflexión, desafiando al lector a desapegarse de las categorías rígidas del pensamiento racional. Conceptos como el wu wei, la acción sin esfuerzo, y la flexibilidad como fortaleza, reflejan una visión del mundo en la que la suavidad vence a la rigidez y la aparente debilidad esconde una gran potencia.

La influencia de esta obra ha trascendido las fronteras de China, marcando tanto el desarrollo del budismo zen como inspirando a filósofos, escritores y artistas de diversas épocas y culturas. Su impacto se percibe en el pensamiento contemporáneo, desde la gestión empresarial hasta la psicología y la espiritualidad. Lejos de ser un texto hermético, el Tao Te Ching sigue ofreciendo respuestas a quienes buscan un modo de vida en equilibrio con las fuerzas naturales del universo.

Las versiones antiguas recientemente descubiertas han añadido nuevas dimensiones a su estudio, mostrando cómo su redacción y transmisión evolucionaron a lo largo del tiempo. Estos hallazgos han abierto un diálogo fascinante entre la filología, la filosofía y la historia, enriqueciendo nuestra comprensión de una obra que, pese a los siglos transcurridos, sigue resonando con una sorprendente frescura y actualidad.

PRESENTACIÓN

María Teresa Román

Actúa sin actuar,
ocúpate en no ocuparte en nada,
saborea lo que no tiene sabor.
Tanto en lo grande como en lo pequeño,
cuando se tiene todo por fácil,
por fuerza se encuentra todo difícil.
De ahí que el sabio tenga todo por difícil
y así nunca tropieza con dificultades.

(Lao zi)

El taoísmo —vetusto, fascinante, misterioso y poético—, surgido de las espesas tinieblas que envuelven las raíces más antiguas de la civilización, es el testimonio de un modo de vida que se pierde en el profundo océano del tiempo y que ya forma parte del legado cultural de China. Podemos referirnos al taoísmo como una amalgama de folclore, esoterismo, literatura, mitos, leyendas, poesía, arte, filosofía, misticismo, yoga, meditación y como uno de los grandes pilares en los que reposa la «Sabiduría Perenne».

La palabra «taoísmo» es un concepto habitual en el mundo occidental para nombrar dos tendencias de distinta índole. Por un lado, el taoísmo filosófico (daojia), con sus tres principales representantes: Lao zi, Zhuang zi y Lie zi, y que constituye una doctrina mística centrada en las concepciones del Tao o Dao («Camino») y del wuwei («no interferir en el curso natural de las cosas»); por otra parte, el taoísmo religioso, «taoísmo eclesiástico» o «enseñanzas taoístas» (daojiao), con sus diversas orientaciones y escuelas (las Cinco Fanegas de Arroz, la Perfecta Realización, la Recta Unidad, la Higiene de las Divinidades Interiores, la Joya Mágica, la Vía de la Suprema Paz, etc.) que tienen por objeto la prolongación de la vida cuando no la inmortalidad.

Algunos eruditos occidentales consideran que las doctrinas del taoísmo filosófico y del taoísmo religioso no sólo son diferentes, sino también opuestas; para ellos, el taoísmo de Lao zi es una «filosofía pura» que colisiona frontalmente con la búsqueda de la inmortalidad, principio fundamental de la religión taoísta: la vida seguida por la muerte es el curso de la Naturaleza, y el ser humano debe seguir serenamente este itinerario natural. Sin embargo, la doctrina cardinal de la religión taoísta tiene que ver directamente con el principio y los medios de eludir la muerte, lo que significa operar de modo manifiesto contra la Naturaleza.

No obstante, las divergencias existentes entre la filosofía taoísta (daojia) y la religión taoísta (daojiao) se superaron merced a las creencias mitológicas de las que ambas hacían gala, así como por los entrenamientos o acciones mágicas empleadas tanto en el ámbito corporal como en el mental (técnicas dietéticas, gimnásticas, respiratorias, meditación, yoga, determinadas prácticas mágicas, samánicas, sexuales, etc.) con el objetivo de mantener y robustecer la vitalidad del ser humano e impedir que ésta desapareciera.

El fundador del taoísmo y el presunto artífice del Tao Te ching es más que probable que sea una figura legendaria. No tenemos datos ciertos sobre él y algunos eruditos se preguntan si existió. Según la leyenda, se llamaba Lao Dan o Li Er y nació en China meridional; tuvo una conversación con Confucio, que era más joven que él; fue bibliotecario en la corte de los Zhou, pero decepcionado de la vida al lado de los poderosos, se dirigió hacia el oeste, siguiendo la Ruta de la Seda. Antes de desaparecer montado en un búfalo, escribió una colección de sentencias y pensamientos conocido como Tao Te ching y que una traducción académica occidental transforma Tao Te ching en Disertación referente al Justo Principio y su Acción. El sistema de pensamiento es coherente en su conjunto y ha ejercido una influencia considerable sobre la cultura china.

Trotta nos brinda en esta ocasión una esmerada edición del Tao Te ching, uno de los tres libros clásicos del taoísmo filosófico, difundido en todos los idiomas y traducido directamente del chino por Iñaki Preciado Idoeta, uno de los más eminentes sinólogos de nuestro país. Muy bien documentado, con información actualizada y con valiosas aportaciones, este libro no es una edición más del Tao Te ching, sino una obra de obligada lectura para introducirse en el taoísmo, uno de los grandes tesoros del pensamiento de China.

Si el significado del Tao Te ching fuera fácil de aprehender, resultaría baladí cualquier suerte de explicación. Pero no es éste el caso, ya que hay tantas cosas oscuras en el texto, que se agradece el alto índice de calidad de la traducción, de la introducción, de las notas y de los comentarios que hay en este meticuloso trabajo de Iñaki Preciado. Me consta que ha hecho un gran esfuerzo para allanar el camino hacia la comprensión del texto. Y, desde luego, está en condiciones de hacerlo, dado su dominio del idioma y del pensamiento chinos. La formación filosófica de Iñaki Preciado confiere a esta versión del Tao Te ching una profundidad de perspectiva que difícilmente podría provenir de una mera traducción.

La presente edición del Libro del Tao, constituye un esfuerzo más en la larga y laboriosa tarea de aproximar posturas entre Oriente y Occidente por parte de algunos eruditos. Hasta ahora no ha resultado demasiado difícil compartir postulados científicos, sin embargo, en el terreno de las creencias, opiniones y pensamientos, las cosas son bien distintas. «Si las otras filosofías dicen lo mismo que dice la mía —afirma el califa Omar— son innecesarias; si no dicen lo mismo que dice la mía, son falsas».

Un cierto acuerdo básico conceptual podría ser un aceptable punto de partida que permitiría un diálogo respetuoso, cordial y abierto. Sin embargo, desde mi punto de vista, aún no se ha logrado. Está resultando muy complicado conseguir una escucha abierta, desprejuiciada (evitando esos incómodos «filtros») y tolerante entre países, tradiciones y culturas distintas. Hay que penetrar en el subsuelo de la civilización y llegar a un estrato ideológico, constituido por modelos cognitivos, emocionales y conductuales comunes. Al referirse al pensamiento occidental y al hindú, Giuseppe Tucci, prestigioso orientalista italiano, afirma: «Son como dos caminos paralelos. Condicionadas en su nacimiento y desarrollo por el mismo misterio que el hombre descubre a su alrededor, y estimuladas por el ansia de aclararlo, aquellas corrientes se encuentran con mucha frecuencia, porque son idénticos los problemas que surgen ante nuestra mente, sea cual fuere el cielo bajo el que se viva, e idénticos los medios de que aquélla dispone para resolverlos». Y en palabras de Mircea Eliade, el gran historiador de las religiones: «Lo importante no es la identidad de la terminología filosófica: basta con que los problemas sean homólogos».

No es en modo alguno fácil hallar la correcta vía de acceso a esta joya del pensamiento chino, que se aleja bastante de nuestros modos de pensar. A fin de entender en parte determinados contenidos del Tao Te ching, es necesario dejar en suspenso algunos programas de nuestra mente occidental. Los pensamientos de los viejos maestros tienen para mí mayor valor que los prejuicios filosóficos de muchos eruditos occidentales. ¿Puede haber una posición intelectual más egocéntrica, fatigosa y menos fecunda que la de flotar en la nube del rechazo de otras formas de construir la realidad? Según Fernando Tola y Carmen Dragonetti, eminentes orientalistas argentinos: «En todos nosotros existe cierta tendencia al provincianismo intelectual que nos induce a no conceder valor a lo que está fuera de los límites del mundo cultural en que hemos sido educados y hemos crecido».

Y ya para finalizar, quisiera señalar que si alguien me preguntara qué remedio podría hallarse en el pensamiento oriental que curara a nuestro mundo de su inveterada creencia en el prestigio, la fuerza, el dinero y el poder, elegiría, sin lugar a dudas, al Tao Te ching, pequeño en tamaño y grande en sabiduría, escrito en China hace muchos siglos. En el Tao Te ching leemos:

El que actúa fracasa;
el que aferra algo lo pierde.
Por eso el sabio no actúa
y de ese modo no fracasa;
nada aferra
y de ese modo nada pierde.

“Tao Te Ching. Los libros del Tao” de Lao Tse

Sobre el autor:

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