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Suelo virgen

Suelo virgen - Ivan Turguenev

Suelo virgen - Ivan Turguenev

Resumen del libro:

Turguenev tenia un intimo conocimiento de los campesinos y una honda comprension de su drama. El fascinante fondo historico, el movimiento populista, la imagen de la vida diaria en la Rusia de los años 70 del siglo XIX y la austeridad del retrato psicologico de los personajes, hacen que Suelo virgen tenga la capacidad de mantener, pasadas las pasiones politicas de su tiempo, el interes del lector.

I

Al a una de la tarde de un día de la primavera del 1868 un joven de veintisiete años, vestido de manera descuidada y pobre, subía la escalera oscura de una casa de cinco pisos en la calle de los Oficiales, en San Petersburgo. Golpeando pesadamente con las galochas gastadas, balanceando lentamente su cuerpo pesado, torpe, llegó finalmente al último rellano, se detuvo ante una estropeada puerta entreabierta y, sin tocar el timbre, entró en un pequeño pasillo oscuro.

—¿Está Nezhdánov? —preguntó con voz alta y ruda.

—No. Pero yo sí; entre —respondió desde la sala de al lado una voz, también bastante ruda, de mujer.

—¿Es Mashúrina? —preguntó el recién llegado.

—Sí, soy yo. Y usted, ¿es Ostrodúmov?

—Pimen Ostrodúmov —respondió él y, después de quitarse cuidadosamente las galochas y colgar en un clavo el abrigo gastado por el uso, entró en la habitación de donde venía la voz femenina.

Era un cuarto pequeño, desordenado, con las paredes pintadas de verde oscuro, mal iluminado por dos ventanas llenas de polvo. Todo el mobiliario consistía en una cama de hierro en un rincón, una mesa en el centro, algunas sillas y un estante hacinado de libros. En la mesa estaba sentada una mujer de unos treinta años, sin sombrero, con un vestido negro de lana. Fumaba un cigarrillo. Al ver a Ostrodúmov le alargó en silencio su mano grande y colorada. Él, también en silencio, la apretó y, dejándose caer sobre una silla, sacó del bolsillo un puro partido por la mitad. Mashúrina le dio lumbre, él empezó a fumar y, sin mediar palabra, y ni tan siquiera mirarse, ambos empezaron a lanzar bocanadas de humo azul hacia la atmósfera estancada de la habitación, ya bastante cargada.

Aunque sus rasgos no tuvieran ningún parecido, entre ambos fumadores había algo en común. En sus desaliñadas figuras, labios gruesos, dientes largos, así como en el considerable volumen de su nariz (Ostrodúmov estaba además picado de viruelas), se intuía honestidad, firmeza y perseverancia.

—¿No ha visto a Nezhdánov? —preguntó, por fin, Ostrodúmov.

—Sí. Volverá en seguida. Fue a recoger unos libros a la biblioteca.

Ostrodúmov escupió hacia un lado.

—¿Por qué va siempre de un sitio a otro? Nunca consigo encontrarle.

Mashúrina cogió otro cigarrillo.

—Se aburre —dijo ella y lo encendió cuidadosamente.

—¡Se aburre! —repitió Ostrodúmov en un tono de censura—. ¡Qué sensibilidad! ¡Cómo si no tuviéramos qué hacer! Sabe Dios si conseguiremos salimos con la nuestra… ¡y él se aburre!

—¿Llegó alguna carta de Moscú? —preguntó Mashúrina, haciendo una pausa.

—Sí… hace tres días.

—¿La leyó?

Ostrodúmov solo movió la cabeza.

—¿Y qué? ¿Qué hay?

—¿Qué? Que tenemos que ir allá pronto.

Mashúrina se quitó el cigarrillo de la boca.

—Pero ¿por qué? Dicen que por allá todo va bien.

—Sí. Pero hay uno que se volvió poco seguro y es preciso deshacernos de él. Pero no es solo eso. Hay otras cosas. La llaman también a usted.

Suelo virgen – Ivan Turguenev

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