Memorias del Marqués de Bradomín
Sonata de primavera
Resumen del libro: "Sonata de primavera" de Ramón del Valle-Inclán
La Sonata de primavera tiene lugar en Italia. El marqués es una persona orgullosa y se nos cuenta un intento de seducción que no logra. Es un ambiente lujoso de un palacio. Tiene que hacer llegar un mensaje del Papa, pero la persona a la que lo tiene que entregar, monseñor Gaetani, se está muriendo. En el palacio se encuentra también la princesa Gaetani, que tiene cinco hijas; la primera, Maria Rosario va a entrar en un convento, y el Marqués que se siente atraído por ella, intenta conquistarla. Ella lo toma por el diablo y huye de él. Además de lo divino y lo satánico, también aparecen Eros y Tánatos, la muerte y el amor. No sólo la muerte de monseñor Gaetani, sino también la muerte en brazos de Maria Rosario de su hermana pequeña Maria Nieves.
ANOCHECÍA cuando la silla de posta traspuso la Puerta Salaria y comenzamos a cruzar la campiña llena de misterio y de rumores lejanos. Era la campiña clásica de las vides y de los olivos, con sus acueductos ruinosos, y sus colinas que tienen la graciosa ondulación de los senos femeninos. La silla de posta caminaba por una vieja calzada: Las mulas del tiro sacudían pesadamente las colleras, y el golpe alegre y desigual de los cascabeles despertaba un eco en los floridos olivares. Antiguos sepulcros orillaban el camino y mustios cipreses dejaban caer sobre ellos su sombra venerable.
La silla de posta seguía siempre la vieja calzada, y mis ojos fatigados de mirar en la noche, se cerraban con sueño. Al fin quedéme dormido, y no desperté hasta cerca del amanecer, cuando la luna, ya muy pálida, se desvanecía en el cielo. Poco después, todavía entumecido por la quietud y el frío de la noche, comencé a oír el canto de madrugueros gallos, y el murmullo bullente de un arroyo que parecía despertarse con el sol. A lo lejos, almenados muros se destacaban negros y sombríos sobre celajes de frío azul. Era la vieja, la noble, la piadosa ciudad de Ligura.
Entramos por la Puerta Lorencina. La silla de posta caminaba lentamente, y el cascabeleo de las mulas hallaba un eco burlón, casi sacrílego, en las calles desiertas donde crecía la yerba. Tres viejas, que parecían tres sombras, esperaban acurrucadas a la puerta de una iglesia todavía cerrada, pero otras campanas distantes ya tocaban a la misa de alba. La silla de posta seguía una calle de huertos, de caserones y de conventos, una calle antigua, enlosada y resonante. Bajo los aleros sombríos revoloteaban los gorriones, y en el fondo de la calle el farol de una hornacina agonizaba. El tardo paso de las mulas me dejó vislumbrar una Madona: Sostenía al Niño en el regazo, y el Niño, riente y desnudo, tendía los brazos para alcanzar un pez que los dedos virginales de la madre le mostraban en alto, como en un juego cándido y celeste. La silla de posta se detuvo. Estábamos a las puertas del Colegio Clementino.
Ocurría esto en los felices tiempos del Papa-Rey, y el Colegio Clementino conservaba todas sus premáticas, sus fueros y sus rentas. Todavía era retiro de ilustres varones, todavía se le llamaba noble archivo de las ciencias. El rectorado ejercíalo desde hacía muchos años un ilustre prelado: Monseñor Estefano Gaetani, obispo de Betulia, de la familia de los Príncipes Gaetani. Para aquel varón, lleno de evangélicas virtudes y de ciencia teológica, llevaba yo el capelo cardenalicio. Su Santidad había querido honrar mis juveniles años, eligiéndome entre sus guardias nobles, para tan alta misión. Yo soy Bibiena di Rienzo, por la línea de mi abuela paterna. Julia Aldegrina, hija del Príncipe Máximo de Bibiena, que murió en 1770, envenenado por la famosa comedianta Simoneta la Corticelli, que tiene un largo capítulo en las Memorias del Caballero de Sentgal.
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Ramón María Del Valle-Inclán. (Villanueva de Arosa, 1869 - Santiago de Compostela, 1936). Narrador y dramaturgo español, cuyo verdadero nombre era Ramón Valle Peña. Valle-Inclán fue uno de los grandes autores de principios de siglo XX en España, ejemplo de modernismo literario y miembro de la llamada Generación del 98.
Nacido en el seno de una familia acomodada venida a menos, Valle-Inclán estudió en Santiago de Compostela la carrera de derecho, aunque sin demasiado interés, mostrando una mayor predisposición por la vida bohemia y las tertulias literarias.
A finales de 1889 publicó sus primeros cuentos, tanto dentro como fuera de Galicia, y es entonces cuando decide dedicarse a la literatura. Tras la muerte de su padre en 1890 abandonó los estudios y se trasladó a Madrid, donde comenzó a hacerse conocido en tertulias y cafés. Allí gana dinero con colaboraciones periodísticas y colocando algunos cuentos, pero en 1892 decide viajar a México donde seguiría ligado al mundo del periodismo, como articulista y también como traductor.
Durante esta época, Valle-Inclán escribiría varios relatos, poco antes de viajar a Cuba y volver a España, de nuevo en tierras gallegas. Es en Pontevedra donde muestra su renovado ingenio y se ve influido por el decadentismo. En 1894 publicaría Femeninas, su primera antología.
Instalado en Madrid en 1896, Valle-Inclán tuvo una disputa con Manuel Bueno que desembocó en una herida que le gangrenó el brazo provocando su amputación. Su figura de manco, vestido con un poncho mexicano y con abundante barba y pelo largo, se convertiría en seña inconfundible de identidad.
Poco después comienza su carrera como dramaturgo, estrenando obras como Cenizas y empieza a formar parte del movimiento de fin de siglo junto a autores como Unamuno. Llegado ya el siglo XX, Valle-Inclán publicó sus famosas Sonatas, protagonizadas por el Marqués de Bradomín y realiza su adaptación teatral.
Quizá su etapa más creativa vendría a partir de 1910, con obras como Voces de Gesta o La marquesa Rosalinda, aunque recibe malas críticas y algunas de sus obras son rechazadas. Es entonces cuando la obra de Valle-Inclán se vuelve más personal y decide dedicarse a la novela. Hay que destacar, sin duda, Tirano Banderas (1926) y, sobre todo la pieza Luces de bohemia (1920) en la que el esperpento se mezcla con la realidad del Madrid de los cafés y la cínica tradición española.
Valle-Inclán murió en Santiago de Compostela el 5 de enero de 1936.