Sin novedad en el frente
Resumen del libro: "Sin novedad en el frente" de Erich Maria Remarque
“Sin novedad en el frente” es una novela de guerra escrita por Erich Maria Remarque y publicada en 1929. La historia sigue a un grupo de jóvenes soldados alemanes que luchan en la Primera Guerra Mundial en el frente occidental.
El narrador principal es Paul Bäumer, quien se une al ejército alemán junto con sus amigos de la escuela. Después de pasar por un riguroso entrenamiento, son enviados al frente de batalla, donde experimentan las terribles condiciones y la brutalidad de la guerra.
A medida que la guerra continúa, los soldados se enfrentan a la muerte, la enfermedad, el hambre y el frío extremo. También experimentan el trauma psicológico de la guerra, incluyendo el aislamiento, la deshumanización y la pérdida de la inocencia.
La novela muestra cómo la guerra cambia a los soldados y cómo los eventos traumáticos los afectan profundamente. Remarque también critica la ideología nacionalista que llevó a la guerra y la falta de empatía y compasión por parte de los líderes políticos y militares.
“Sin novedad en el frente” es una poderosa reflexión sobre la guerra y sus consecuencias, así como una crítica a la glorificación de la guerra y el nacionalismo. La novela ha sido aclamada por su realismo, su estilo literario y su impacto en la cultura popular, y sigue siendo un clásico de la literatura del siglo XX.
I
Nos hallamos en la retaguardia, a nueve kilómetros del frente. Ayer nos relevaron; ahora tenemos el estómago lleno de alubias y carne de buey, estamos hartos y satisfechos. Incluso ha sobrado para otro plato por la noche; además hay doble ración de salchichas y pan: es estupendo. Hacía mucho tiempo que no pasaba eso: el cocinero, con su cara roja como un tomate, nos sirve la comida personalmente; con el cucharón, hace una seña a los que pasan y les sirve una buena ración. Está desesperado porque no sabe cómo terminar el rancho. Tjaden y Müller han encontrado un par de jofainas y las han llenado hasta el borde, como reserva. Tjaden lo hace por gula, Müller por precaución. Nadie se explica dónde mete Tjaden toda esa comida. Sigue, como siempre, flaco como un palillo.
Pero lo más importante es que también nos han dado doble ración de tabaco. Diez cigarros, veinte cigarrillos y dos pastillas de tabaco de mascar a cada uno, no está nada mal. Le he cambiado a Katczinsky las pastillas por los cigarrillos, así que ahora tengo cuarenta. Suficientes para un día.
En realidad todas esas provisiones no eran para nosotros. Los prusianos no son tan espléndidos. Nos las han dado por equivocación.
Hace quince días tuvimos que avanzar hasta primera línea, como reemplazo. Nuestro sector estaba bastante tranquilo, y por eso el furriel había recibido para el día en que volvimos la cantidad habitual de provisiones y había preparado lo necesario para los ciento cincuenta hombres de la compañía. Pero, sin embargo, precisamente el último día la artillería pesada inglesa nos atacó por sorpresa a cañonazos, que retumbaban sin cesar en nuestro sector, de modo que sufrimos muchas bajas y sólo regresamos ochenta hombres.
Habíamos abandonado el frente por la noche y nos habíamos acostado enseguida para poder descabezar por fin un buen sueño; porque Katczinsky tiene razón: la guerra no sería tan mala si pudiésemos dormir más. En primera línea casi nunca es posible, y pasar allí quince días cada vez es mucho tiempo.
Era ya mediodía cuando los primeros de nosotros salimos a gatas de los barracones. Media hora más tarde cada uno había cogido ya su plato y nos reunimos ante la olla del rancho, que despedía un olor fuerte y apetitoso. Naturalmente, los más hambrientos se pusieron delante: el que tiene las ideas más claras de todos nosotros, Albert Kropp, y que por eso no ha llegado a más que a cabo segundo; Müller V, que todavía lleva consigo los libros de texto y sueña con notas de exámenes (incluso en medio de un bombardeo se dedica a empollar teoremas de física); Leer, que lleva barba y siente una gran predilección por las mujeres de los prostíbulos para oficiales; jura que, por orden de la Comandancia, están obligadas a llevar ropa interior de seda y a bañarse en caso de clientes que sobrepasen el grado de capitán; el cuarto soy yo, Paul Bäumer. Los cuatro tenemos diecinueve años, los cuatro hemos salido de la misma clase para ir a la guerra.
Justo detrás de nosotros están nuestros amigos.
Tjaden, un flaco cerrajero que tiene nuestra edad, el mayor goloso de la compañía. Se sienta a comer flaco y se levanta gordo como un cerdo; Haie Westhus, minero y de la misma edad, puede coger con una mano un pan de munición y preguntar: adivina qué tengo en la mano; Detering, un campesino que sólo piensa en su granja y en su mujer; y finalmente Stanislaus Katczinsky, el jefe de nuestro grupo, tenaz, astuto, generoso, de cuarenta años, cara terrosa, ojos azules, hombros caídos y un olfato magnífico para oler el peligro, la buena comida y las buenas ocasiones.
Nuestro grupo formaba la cabeza de la serpiente que esperaba ante el rancho. Empezamos a impacientarnos porque el cocinero seguía inmóvil, esperando.
Por fin, Katczinsky le gritó:
—¡Venga, Heinrich, destapa la olla de una vez! Está claro que las alubias están listas.
Heinrich movió la cabeza soñoliento:
—Primero tenéis que estar todos.
Tjaden se rió por lo bajo:
—Ya estamos todos.
El furriel seguía sin entender.
—¡Qué más quisierais! ¿Dónde están los otros?
—¡Hoy ya no tienes que preocuparte por ellos! Están en el hospital o en la fosa común.
Cuando comprendió los hechos, el cocinero se quedó de una pieza. Trastabilló.
—¡Y yo que he cocinado para ciento cincuenta hombres!
Kropp le dio un codazo en las costillas:
—Por fin nos hartaremos de comer. ¡Anda, empecemos de una vez!
Pero de pronto a Tjaden se le ocurrió una idea luminosa. Su rostro afilado, de ratón, empezó a relucir, y, con los ojos empequeñecidos de malicia y temblándole las mejillas, se acercó lo más posible:
—¡Hombre! ¿O sea que también te han dado pan para ciento cincuenta hombres, verdad?
El furriel asintió, desconcertado y ausente.
Tjaden le cogió por las solapas.
—¿Y también salchichas?
Cara de Tomate asintió de nuevo.
A Tjaden le temblaban las mandíbulas.
—¿Tabaco también?
—Sí, de todo.
Tjaden miró radiante a su alrededor.
—¡Cielo santo, a eso se llama tener suerte! ¡Así que todo es para nosotros! A cada uno le toca… un momento… ¡justo, doble ración!
Pero el furriel despertó de nuevo a la vida y dijo:
—No puede ser.
Pero también nosotros nos espabilamos y nos acer…camos a ellos.
—¿Y por qué no puede ser, vamos a ver? —preguntó Katczinsky.
—Lo que es para ciento cincuenta hombres no puede ser para ochenta.
—Te lo demostraremos —gruñó Müller.
—Por mí os podéis comer todo el rancho, pero de las otras raciones sólo puedo entregar para ochenta hombres —insistió Cara de Tomate.
Katczinsky se enojó.
—¿Quieres que te releven o qué? No has recibido provisiones para ochenta hombres sino para la segunda compañía, y basta. ¡Nos las darás! La segunda compañía somos nosotros.
Acosamos a aquel tipo. Nadie podía soportarle porque más de una vez, en la trinchera, habíamos comido frío y tarde por su culpa, y eso porque bajo el fuego de granadas no se atrevía a acercarse lo bastante con la olla y los que iban a buscar la comida tenían que andar mucho más que los de las otras compañías. Bulcke, de la primera, se portaba mejor. Era gordo como una mar…mota, pero si llegaba el caso era capaz de arrastrar la olla hasta primera línea.
Estábamos de malhumor, y sin duda habríamos repartido leña si no se hubiera presentado el teniente de nuestra compañía. Se informó del caso y se limitó a decir:
—Sí, ayer sufrimos muchas bajas…
Luego echó una ojeada al interior de la olla.
—Esas alubias tienen buena pinta.
Cara de Tomate asintió.
—Llevan manteca y carne.
El teniente nos miró. Sabía lo que estábamos pensando. Sabía muchas otras cosas, porque había ascendido entre nosotros tras empezar de soldado raso.
…
Erich Maria Remarque. Fue un escritor alemán nacido el 22 de junio de 1898 en Osnabrück, Alemania, con el nombre de Erich Paul Remark. Hijo de un librero y una ama de casa, creció en una familia humilde y asistió a la escuela secundaria local.
Durante la Primera Guerra Mundial, Remarque fue reclutado en el ejército alemán y luchó en el frente occidental. Esta experiencia lo marcó profundamente y se convirtió en la base de su obra literaria posterior. Fue herido en varias ocasiones y finalmente fue dado de baja del ejército en 1918, poco antes del final de la guerra.
Después de la guerra, Remarque trabajó en diversos empleos, incluyendo como profesor de alemán, editor y periodista. En 1929, publicó su primera novela, "Sin novedad en el frente", que se convirtió en un éxito inmediato y le llevó a la fama internacional. La novela se centra en la experiencia de los soldados alemanes en la Primera Guerra Mundial y su impacto en su vida posterior. Fue un éxito de ventas en todo el mundo y se convirtió en una de las obras más influyentes del siglo XX.
A pesar de su éxito, Remarque tuvo que abandonar Alemania después de que los nazis llegaran al poder en 1933. Sus libros fueron quemados públicamente y se convirtió en un blanco de las autoridades nazis. Remarque se trasladó a Suiza y más tarde a los Estados Unidos, donde continuó escribiendo y publicando novelas.
En 1947, publicó "Arco de triunfo", una novela que se desarrolla en París en la década de 1930 y que narra la vida de un grupo de exiliados europeos en la ciudad. La novela fue otro éxito de ventas y fue adaptada al cine en 1948, protagonizada por Ingrid Bergman y Charles Boyer.
Remarque continuó escribiendo y publicando obras literarias hasta su muerte el 25 de septiembre de 1970 en Locarno, Suiza. A lo largo de su carrera literaria, escribió numerosas novelas, incluyendo "Tres camaradas", "El cielo de plomo" y "Tierra de nadie", que abordaban temas como la guerra, el exilio y la pérdida.
Después de la Primera Guerra Mundial, Remarque publicó su obra maestra, "Sin novedad en el frente" en 1929. La novela se centra en la experiencia de los soldados alemanes durante la guerra y su impacto en su vida posterior. A través de la historia de Paul Bäumer y sus compañeros de armas, Remarque retrata la brutalidad y la crueldad de la guerra, así como el dolor y la desesperación de aquellos que la sufren. La novela tuvo un éxito inmediato y se convirtió en un clásico de la literatura del siglo XX, aclamado por críticos y lectores por igual. "Sin novedad en el frente" ha sido traducido a más de 50 idiomas y ha sido adaptado al cine y al teatro varias veces.
Su obra literaria ha sido reconocida como una de las más importantes del siglo XX y ha sido traducida a más de 50 idiomas.