Resumen del libro:
“Sakúntala” de Kalidasa es una joya literaria que nos transporta a la antigua India a través de su exquisita prosa y poesía. Esta obra maestra sánscrita, considerada la más destacada del autor, narra la apasionante historia de amor entre el rey Dushyanta y la encantadora Sakúntala. Kalidasa nos sumerge en un universo donde los mitos de la India se entrelazan con los sentimientos más profundos del alma humana.
La trama se despliega con una delicadeza y elegancia inigualables, permitiendo al lector adentrarse en los palacios reales y los exuberantes paisajes naturales de la India clásica. La relación entre Dushyanta y Sakúntala se va desarrollando de manera gradual, evocando una intensa conexión emocional que va más allá de las palabras.
La maestría de Kalidasa reside en su habilidad para fusionar lo terreno con lo trascendental, entrelazando elementos cotidianos con la magia y la espiritualidad que permea cada página. Sus descripciones son tan vivaces que podemos sentir el perfume de los jardines y escuchar el susurro del viento entre los árboles.
Goethe, al referirse a esta obra, captura su esencia con una elocuencia única: “¿Quieres lo que hechiza y eleva? ¿Quieres lo que sacia y alimenta? ¿Quieres el cielo y la tierra, todo ello comprendido en una palabra? Con nombrarte yo Sakúntala, está todo dicho”.
En resumen, “Sakúntala” es una obra atemporal que cautiva por su belleza lírica y su profunda exploración de las pasiones humanas. Kalidasa nos regala un legado literario que perdura a través de los siglos, invitándonos a sumergirnos en la riqueza cultural y emocional de la India antigua.
ACTO PRIMERO
La escena tiene lugar en unos bosques próximos a Hastínapura, capital del rey Dushyanta.
Entra el Rey persiguiendo a una gacela con arco y flecha en la mano, seguido del cochero que dirige su carroza.
COCHERO
(Mirando a la gacela y al Rey). Vive largos años, Rey augusto; cuando fijo en ti mis ojos, armado como estás con arco de inmensa fuerza, y de otro lado contemplo esa ligerísima gacela, me parece ver a Shiva persiguiendo, como tú, a su antílope.
REY
Ciertamente; esa gacela, infatigable en su veloz carrera, nos llevaría demasiado lejos antes de darle alcance; observa y ve cómo, desviando graciosamente su lindo cuello, fija una y otra vez su tímida mirada en la carroza, que de cerca la persigue, encogiendo fuertemente su cuerpo delicado por temor al golpe de una flecha. Sigue incontinente su rápida carrera, floreando apenas la tierra y sembrando el camino de hierba kusa medio molida, que, jadeante de fatiga, deja caer de su boca. Ya lo ves, en un momento se ha alejado tanto, que apenas es visible.
COCHERO
¡Vive largos años! Obligado por las escabrosidades del terreno sujeté los corceles para disminuir la velocidad de la carroza; entre tanto hemos dado tiempo a que la gacela se aleje tan largo trecho de nosotros; más ahora que pisamos terreno llano, nada te será más fácil que darle alcance.
REY
Dices verdad; deja ya rienda suelta a los caballos.
COCHERO
Seréis inmediatamente obedecido. (Acelera la marcha de la carroza). Ya lo veis, Señor. No bien he dejado libres las riendas, y ya sus penachos y crines se levantan al aire, manteniéndose inmobles como columnas; en su ligera marcha ni les toca el polvo que ellos mismos levantan, demostrando así que ni sufrir pueden al ser adelantados por una tímida gacela.
REY
(Con jubilo). Ciertamente; más veloces que Visnú montado sobre sus hermosos corceles, corren mis caballos. Demuéstralo el que los objetos pequeños a la vista ordinaria se vuelven de súbito grandiosos; los que aún están distantes aparecen próximos; lo que por naturaleza es torcido se presenta recto; no hay objeto distante ni cercano; ¡tan grande es la velocidad del coche! Detente y ve cómo doy muerte a la gacela. (Pone la flecha en el arco).
(Entre tanto dice detrás del escenario una voz).
VOZ
¡Eh, eh! Rey soberano; no mates la gacela, no la mates.
COCHERO
(Escuchando con asombro). Anacoretas contemplativos vienen a ponerse entre ti y la gacela, que ya apenas distaba de nosotros un tiro de flecha.
REY
(Con premura). Detén los caballos y veamos.
COCHERO
Ya os obedezco. (Detiene el coche).
Entra un anacoreta con otros dos compañeros.
ANACORETA
Esta gacela que persigues es propiedad de nuestra Laura; no le des muerte, porque traspasarás la ley de la justicia. La misma ley que prohíbe arrojar fuego en una bala de algodón saludable, defiende de tus flechas a este delicado cuerpo de antílope. La vida tierna de una tímida gacela no podrá resistir al más leve golpe de uno de tus dardos agudos, hermoseados con vistosas plumas. Ea, pues, vuelve la flecha mortífera a su aljaba; que tus armas han de servir para defensa de los desvalidos y no para hacer blanco contra el bueno.
REY
Ya he retirado del arco la flecha. (Lo hace).
ANACORETA
No esperaba yo otra cosa de ti, que eres antorcha luminosa de la familia de los Purus. Bien se ve que has nacido de tan ilustre cuna. Quieran los dioses darte un hijo adornado de tus virtudes, que con sus armas invencibles domine el orbe todo.
COMPAÑEROS
(Levantando las manos). Que de ti salga un dominador del mundo es también nuestro deseo.
REY
(Con tina reverencia). Hago míos vuestros votos.
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