Resumen del libro:
En 1925, Michael, uno de los hijos de J.R.R. Tolkien, perdió en la playa su querido perrito de juguete mientras estaban de vacaciones. Para consolarlo su padre inventó una historia sobre un perro real que un mago transforma en un perro de juguete. Rover, el perro, también conocido como Roverandom, es enviado a la luna por el “Mago de la arena”, y cuando no encuentra lo que busca en el lado oscuro de la luna, lo manda al fondo del mar a que continúe buscando.
Introducción
En el verano de 1925, J.R.R. Tolkien, su esposa Edith y sus hijos John (en torno a los ocho años), Michael (en torno a los cinco) y Christopher (menos de uno) estaban de vacaciones en Filey, pueblo de la costa de Yorkshire que aún hoy es muy popular entre los turistas. Fueron unas vacaciones inesperadas para celebrar el nombramiento de Tolkien como profesor de anglosajón en Rawlinson y Bosworth, Oxford, cargo que iba a ocupar el primero de octubre de aquel año, y tal vez respondían el deseo de ofrecerle un período de descanso previo, pues durante dos semestres continuaría enseñando también en la Universidad de Leeds, lo que significaba mantener dos empleos a la vez. Para las tres o cuatro semanas que permanecieron en Filey —como se explica más adelante, las fechas son dudosas—, los Tolkien alquilaron una casita eduardiana que posiblemente había pertenecido al administrador de correos local, construida en lo alto de un acantilado desde el que se divisaba la playa y el mar. Desde este punto, la vista hacia el este no quedaba cortada por ningún obstáculo, y el joven John Tolkien se emocionó cuando, en dos o tres bellos atardeceres, la luna llena emergió del mar e iluminó una «senda» plateada a través de las aguas.
Por entonces, Michael Tolkien estaba profundamente encariñado con un juguete; era un perro en miniatura hecho de plomo y pintado en blanco y negro. Comía con él y dormía con él, y lo llevaba a todas partes; incluso cuando le tenían que lavar las manos se resistía a desprenderse de él. Pero, durante las vacaciones en Filey, Michael fue a dar un paseo con su padre y su hermano mayor y, en la excitación de arrojar piedras al mar, puso su juguete en el suelo o, más concretamente, en la playa cubierta de guijarros blancos. Sobre este fondo, el diminuto perro blanco y negro se hizo virtualmente invisible, y se perdió. Michael quedó muy apenado cuando vio que no recuperaba su juguete, a pesar de que los dos chicos mayores y su padre lo estuvieron buscando aquel día y el siguiente.
Para un niño la pérdida de su juguete predilecto tiene una gran importancia, y no cabe duda de que Tolkien lo tuvo presente cuando decidió idear una «explicación» para el caso: una historia en la que un perro real, llamado Rover, es convertido en un juguete por un brujo, luego un niño muy parecido a Michael pierde en la playa el juguete que, tras conocer a un curioso «hechicero de la arena», vive aventuras en la luna y en el fondo del mar. Ésta es, en definitiva, toda la historia de Roverandom, tal como después fue plasmada sobre papel. Que no emergió completamente formada, sino que fue ideada y contada en varias partes, se puede deducir de su naturaleza episódica y de su extensión; y de hecho, esta posibilidad es corroborada por una entrada exasperantemente breve en el diario de Tolkien (escrita casi con toda seguridad en 1926, como parte de un resumen de acontecimientos de 1925) sobre la composición de Roverandom en Filey: «Se terminó el cuento de “Roverandom”, escrito para divertir a John (y a mí mismo a medida que fue creciendo)». Por desgracia es imposible saber exactamente qué quiso decir Tolkien con «se terminó»; tal vez sencillamente que la historia completa (como era entonces) fue contada durante las vacaciones. Sin embargo, la observación entre paréntesis confirma que efectivamente el cuento fue creciendo a medida que su autor lo explicaba.
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