Resumen del libro:
Sir Walter Scott, renombrado novelista escocés, se destacó en el siglo XIX por sus obras que revivieron la historia y las leyendas británicas con un toque romántico. Scott es conocido por su capacidad de entrelazar hechos históricos con elementos de ficción, creando relatos envolventes y ricos en detalles. Su obra más famosa, “Ivanhoe”, revitalizó el interés por las épocas medievales y consolidó su reputación como uno de los escritores más influyentes de su tiempo.
“Robin Hood”, bajo la pluma de Walter Scott, no es una simple narración de un salteador de caminos; es la evolución de un hombre que, a través de las baladas y leyendas medievales inglesas, se transforma de un proscrito en un héroe justiciero. Inicialmente conocido como Robin de Locksley, Robin Fitzhood, o simplemente Robin Hood, Scott nos presenta a un noble injustamente despojado de sus tierras que encuentra su propósito en defender a los oprimidos.
La obra nos lleva desde la simple figura del ladrón de caminos hasta el noble luchador por la justicia. Robin, con su fiel grupo de seguidores, se esconde en el bosque de Sherwood, convirtiéndose en la esperanza de los pobres y desfavorecidos. Scott retrata a Robin Hood no solo como un hábil arquero, sino también como un líder carismático y un estratega ingenioso.
La narrativa de Scott resalta el profundo sentido de justicia que impulsa a Robin Hood. Despojado de sus tierras por la corrupción de los poderosos, Robin se dedica a redistribuir la riqueza, robando a los ricos para dar a los pobres. Este acto de rebeldía es presentado no solo como un desafío a la autoridad, sino como un acto noble en sí mismo, haciendo de Robin un personaje complejo y moralmente ambiguo.
La riqueza de “Robin Hood” radica en su combinación de aventura, romance y un profundo mensaje social. Las descripciones vívidas de los paisajes y los personajes secundarios, como el fiel Little John y la encantadora Lady Marian, añaden profundidad y dinamismo a la historia. A través de sus páginas, Scott nos invita a reflexionar sobre la justicia, la nobleza y la lucha por un mundo mejor.
La versión de Robin Hood de Walter Scott es una obra magistral que encapsula la esencia de las leyendas medievales, transformándolas en una narrativa rica y envolvente. Scott no solo nos ofrece un héroe legendario, sino también una reflexión sobre la justicia y la nobleza en tiempos de opresión. Un clásico que sigue siendo relevante y cautivador, digno de ser redescubierto por nuevas generaciones de lectores.
Capítulo I
Era el año de gracia de 1162, bajo el reinado de Enrique II; dos viajeros, con las vestimentas sucias por una larga caminata y el aspecto extenuado por la fatiga, atravesaban una noche los estrechos senderos del bosque de Sherwood, en el condado de Nottingham.
El aire era frío; los árboles, donde empezaban ya a despuntar los débiles verdores de marzo, se estremecían con el soplo del último cierzo invernal, y una sombría niebla se extendía sobre la comarca a medida que se apagaban sobre las purpúreas nubes del horizonte los rayos del sol poniente. Pronto el cielo se volvió oscuro, y unas ráfagas de viento sobre el bosque presagiaron una noche tormentosa.
—Ritson —dijo el viajero de más edad, envolviéndose en su capa—, el viento está redoblando su violencia; ¿no teméis que la tormenta nos sorprenda antes de llegar? ¿Estamos en el buen camino?
Ritson respondió:
—Vamos derechos a nuestro destino, milord, y, si mi memoria no falla, antes de una hora llamaremos a la puerta del guardabosque.
Los dos desconocidos anduvieron en silencio durante tres cuartos de hora, y el viajero a quien su compañero otorgaba el tratamiento de milord gritó impaciente:
—¿Llegaremos pronto?
—Dentro de diez minutos, milord.
—Bien; pero ese guardabosque, ese hombre a quien llamas Head, ¿es digno de mi confianza?
—Perfectamente digno, milord; mi cuñado Head es un hombre rudo, franco y honrado; escuchará con respeto la admirable historia inventada por Su Señoría, y la creerá; no sabe lo que es una mentira, ni siquiera conoce la desconfianza. Fijaos, milord —gritó alegremente Ritson, interrumpiendo sus elogios sobre el guardabosque—, mirad allí: aquella luz que colorea los árboles con su reflejo, pues bien, proviene de la casa de Gilbert Head. ¡Cuántas veces en mi juventud la he saludado lleno de felicidad!
—¿Está dormido el niño? —preguntó de repente el hidalgo.
—Sí, milord —respondió Ritson—, duerme profundamente y a fe mía que no comprendo por qué Su Señoría se preocupa tanto por conservar la vida de una pequeña criatura que tanto daña a sus intereses. Si queréis desembarazaros para siempre de este niño, ¿por qué no le hundís dos pulgadas de acero en el corazón? Estoy a vuestras órdenes, hablad. Prometedme como recompensa escribir mi nombre en vuestro testamento, y este pequeño dormilón no volverá a despertarse.
—¡Cállate! —repuso bruscamente el hidalgo—. No deseo la muerte de esta inocente criatura. Puedo temer ser descubierto en el futuro, pero prefiero la angustia del temor a los remordimientos de un crimen. Además, tengo motivos para esperar e incluso creer que el misterio que envuelve el nacimiento de este niño no será desvelado jamás. Si no ocurriera así, sólo podría ser obra tuya, Ritson, y te juro que emplearé todos los instantes de mi vida en vigilar rigurosamente tus actos y tus gestos. Educado como un campesino, este niño no sufrirá la mediocridad de su condición; aquí se creará una felicidad de acuerdo con sus gustos y costumbres, y jamás lamentará el nombre y la fortuna que hoy pierde sin conocerlos.
—¡Hágase vuestra voluntad, milord! —replicó fríamente Ritson—; pero, de verdad, la vida de un niño tan pequeño no vale las fatigas de un viaje desde Huntingdonshire a Nottinghamshire.
…