Resumen del libro:
«Adrian Gray nació en mayo de 1862 y murió violentamente a manos de uno de sus propios hijos el día de Navidad de 1931. El crimen fue espontáneo e impremeditado, y el asesino se quedó mirando primero el arma dejada en la mesa, luego el cadáver, a la sombra de las cortinas de tapiz, aún sin miedo, sino incrédulo y sin palabras»: así comienza Retrato de un asesino (1934), una de las primeras muestras de novela policiaca «invertida», donde la identidad del asesino es conocida desde la primera página y el suspense se elabora a partir de sus coartadas y de la incógnita de si será descubierto o conseguirá escapar…
Capítulo 1. Adrian
Adrian Gray nació en mayo de 1862 y murió de forma violenta, a manos de uno de sus hijos, el día de Navidad de 1931. El crimen fue improvisado y sin premeditación, y el asesino se quedó mirando el arma, que estaba en la mesa, y el cadáver, que yacía a la sombra de las cortinas de tapicería. No estaba preocupado ni asustado todavía, sino más bien sorprendido, incapaz de creer lo que había ocurrido.
En el momento de su asesinato, Gray tenía setenta años y seis hijos. Un séptimo había muerto de pequeño, y hacía ya tanto tiempo que los hermanos menores apenas guardaban recuerdo de su existencia. Solo cuando la amargura y la inutilidad de su paternidad pesaban sobre el anciano de un modo especialmente abrumador, se preguntaba Gray si el pequeño Philip no habría acabado procurándole consuelo y compañía. Pero esta disposición de ánimo era poco frecuente y, la mayor parte del tiempo, el pequeño, muerto hacía treinta años, no ocupaba su pensamiento más que el de sus hijos.
Tenía por costumbre invitar a toda la familia a pasar las Navidades en su solitaria casa de King’s Poplar. Contando a la mujer de uno de sus hijos y a los maridos de dos de sus hijas, así como a la señora Alastair Gray, madre de la víctima, una anciana de noventa años, se reunían en total once personas. Había además varios sirvientes, tanto hombres como mujeres.
La investigación reveló que Gray no guardaba buenas relaciones con ninguno de sus hijos, y a más de uno le sobraban motivos para querer borrarlo del mapa. Su hijo mayor, Richard, tenía a la sazón cuarenta y dos años, y era ambicioso, obstinado y feroz en la persecución de sus objetivos, que no eran otros que posición y prestigio. No tenía hijos, lo que suponía un motivo de aflicción y humillación para él. Era conocido en el ámbito político y había conseguido hacía unos pocos años el título de sir. Llevaba mucho tiempo casado con Laura Arkwright, una mujer con una destacada posición social.
La hija mayor de Gray, Amy, la única soltera, se encargaba del gobierno de la casa en King’s Poplar; era una mujer inteligente y regañona de cuarenta años, menuda, de facciones angulosas, pelo rojizo y manos y labios finos.
Su segunda hija, Olivia, estaba casada con Eustace Moore, el financiero sin escrúpulos pero inteligente en cuyas manos había permitido Gray que se esfumase la mayor parte de su capital.
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