Resumen del libro:
Este libro —uno de los últimos de Jung— no puede ser clasificado como una obra “científica”. Se trata más bien de una toma de posición personal frente al mundo religioso del cristianismo tradicional. Al parecer, Jung se vio llevado a ello por la proclamación en 1950, del dogma de la Asunción de María, hecho al que concede una importancia extraordinaria. Son, pues, las consideraciones de un médico —sin conocimientos teológicos especiales— que por su profesión misma tuvo que dar respuesta a muchas preguntas de tema religioso y se vio forzado, por ello, a plantearse el problema del sentido último de las concepciones religiosas. Por otra parte, quien como Jung vivió la situación apocalíptica de mentira, injusticia y asesinato de millones de seres que desencadenó la segunda Guerra Mundial, no podrá menos de preguntarse, como él: ¿Por qué un Dios bueno y omnipotente permite que suceda todo esto? No fue otra la pregunta de Job, ni es otro el tema de este libro que, al intentar responder a este interrogante milenaria y desesperada, nos ofrece profundas reflexiones acerca de la angustia del mundo y la esperanza que, a pesar de todo, vive en él.
INTRODUCCIÓN
EL LIBRO DE JOB marca un hito en el largo camino del desarrollo de un drama divino. Cuando este libro fue escrito, preexistían ya muchos testimonios que habían trazado una imagen contradictoria de Yavé: la imagen de un Dios sin mesura en sus emociones, y que sufría precisamente a causa de esta desmesura. Este Dios se confesaba a sí mismo que la cólera y los celos le desgarraban, y que el darse cuenta de esto era para él algo doloroso. La inteligencia coexistía junto a la falta de ella; la bondad estaba al lado de la crueldad, y la fuerza creadora al lado de la voluntad de destrucción. Todas estas cosas existían juntas, y ninguna era obstáculo para las demás. Para nosotros, este estado sólo es imaginable cuando no existe conciencia reflexiva, o cuando la reflexión representa simplemente una realidad dada y configurada, impotente, sin sentido. Una situación tal sólo puede calificarse de amoral.
Los testimonios de la Sagrada Escritura nos dicen cómo sentían a Dios los hombres del Antiguo Testamento. Mas no vamos a tratar de esto, sino del modo y manera como un hombre de nuestros días, culto y educado cristianamente, se enfrenta a las tinieblas divinas que aparecen en el Libro de Job; es decir, vamos a estudiar cómo estas tinieblas obran sobre el hombre de hoy. No tratamos de hacer una exégesis fría y ponderada, que tenga en cuenta cada uno de los detalles, sino de presentar una reacción subjetiva. Con ello damos expresión a una voz que habla por muchos que sienten de la misma manera; lo que intentamos es dejar que hable el estremecimiento provocado por la visión nada encubierta de la ferocidad y desconsideración divinas. Aunque conozcamos la antinomia y el sufrimiento existentes en la divinidad, éstos son tan irreflexivos, y por ello tan ineficaces moralmente, que no provocan una simpatía comprensiva, sino un efecto igualmente irreflexivo y persistente; este afecto se parece a una herida que sólo cicatriza lentamente. De la misma manera que corresponde una herida al arma que hiere, corresponde un efecto al acto de violencia.
El Libro de Job nos servirá únicamente como paradigma de un modo de experimentar a Dios que tiene significación especial para nuestro tiempo. Las experiencias de este tipo irrumpen en el hombre lo mismo desde dentro que desde fuera; no tiene sentido interpretarlas de manera racional y querer minimizarlas para defendernos así de ellas. Lo mejor es entregarse a la pasión, ceder a su violencia, y no pretender librarse de ella por medio de toda suerte de operaciones intelectuales o de fugas sentimentales. Aun cuando al entregarnos a la pasión nos hacemos culpables de las mismas faltas propias del acto de violencia que la provoca, ocurre, sin embargo, que lo que se pretende es precisamente que la pasión irrumpa en el hombre y que éste sucumba a su acción. El hombre debe ser afectado para que la acción de la pasión llegue a él. Pero el hombre debe saber, o mejor, aprender, qué es lo que le afecta, pues tanto la ceguera de acto de violencia como la de la pasión se transformarán así en conocimiento.
Por esta razón, en las páginas que siguen no tendré reparo alguno en dejar que hable la pasión, en responder a la injusticia con la injusticia, para aprender así a comprender por qué o para qué fue herido Job, y cuáles fueron las consecuencias que de este hecho se siguieron tanto para Yavé como para el hombre.
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