La saga de los Heechee 1

Pórtico

Resumen del libro: "Pórtico" de

“Pórtico” es una novela de ciencia ficción escrita por Frederik Pohl y forma parte de la Saga Heechee. La historia se centra en el protagonista, Robinette Broadhead, un ex explorador retirado del futuro, que se somete a sesiones de psicoanálisis con un programa de computadora llamado Sigfrid. La trama se desarrolla a través de la narración de los recuerdos de Robinette sobre sus días como prospector en Pórtico, una base espacial abandonada dentro de un asteroide.

En Pórtico, los humanos descubren tecnología alienígena, especialmente pequeñas naves espaciales capaces de llevar a grupos reducidos de personas a diferentes lugares del universo, aunque los destinos son impredecibles. Los prospectores se embarcan en estas misiones arriesgadas con la esperanza de hacer descubrimientos valiosos que les permitan mejorar su vida y escapar de la pobreza en una sociedad futura distópica y desigual. Sin embargo, muchos de estos viajes resultan en desapariciones o muertes.

La novela destaca el espíritu de los pioneros entre los prospectores, quienes enfrentan la incertidumbre y los peligros de lo desconocido en busca de un mejor futuro. Se hace hincapié en la alta presión y los riesgos que enfrentan para sobrevivir en esta sociedad. La Tierra está al borde del colapso debido a la sobrepoblación y el agotamiento de los recursos naturales, lo que ha llevado a la necesidad de explorar nuevas fuentes de riqueza y tecnología en el espacio.

A través de las sesiones de psicoanálisis de Robinette, la novela explora temas como la culpa y las motivaciones humanas en un mundo con amplias libertades pero marcadas desigualdades económicas. Además, se pone de relieve la complejidad de la vida de los prospectores y la presión constante para lograr un descubrimiento que les permita mejorar su situación económica.

En general, “Pórtico” es una novela de ciencia ficción que combina elementos de aventura espacial con una visión distópica de la sociedad futura, todo ello enmarcado en el misterio y la intriga que rodean a los heechee, los misteriosos seres extraterrestres que han dejado su tecnología en Pórtico. La obra ha sido galardonada con premios importantes y es la primera entrega de una emocionante tetralogía.

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Me llamo Robinette Broadhead, pese a lo cual soy varón. A mi analista (a quien doy el nombre de Sigfrid von Schrink, aunque no se llama así; carece de nombre por ser una máquina) le hace mucha gracia este hecho:

—¿Por qué te importa tanto que algunas personas crean que es nombre de chica, Bob?

—No me importa.

—Entonces, ¿por qué no dejas de mencionarlo?

Me fastidia cuando no deja de mencionarme lo que yo no dejo de mencionar. Miro hacia el techo, con sus colgantes movibles y sus piñatas, y luego miro la ventana, que en realidad no es una ventana sino un móvil holópico del deaje en Kaena Point; la programación de Sigfrid es bastante ecléptica. Al cabo de un rato le contesto:

—No puedo evitar que mis padres me llamaran así. He intentado escribirlo R-O-B-I-N-E-T, pero entonces todo el mundo lo pronuncia mal.

—Podrías cambiarlo por otro.

—Si lo cambiara —digo, seguro de que en esto tengo razón—, tú me dirías que llego a extremos obsesivos para defender mis dicotomías internas.

—Lo que te diría —replica Sigfrid en uno de sus torpes y mecánicos intentos de humor— es que no debes emplear términos psicoanalíticos técnicos. Te agradecería que te limitaras a decir lo que sientes.

—Lo que siento —digo yo por milésima vez— es felicidad. No tengo problemas. ¿Por qué no habría de sentirme feliz?

Jugamos mucho con esta y otras frases parecidas y a mí no me gusta. Creo que hay un fallo en su programa. Insiste:

—Dímelo, Robbie. ¿Por qué no eres feliz?

No le contesto y él vuelve a la carga:

—Me parece que estás preocupado.

—Mierda, Sigfrid —replico, un poco harto—, siempre dices lo mismo. No estoy preocupado por nada.

Intenta convencerme:

—No hay nada malo en explicar lo que se siente.

Vuelvo a mirar hacia la ventana, enfadado porque me doy cuenta de que tiemblo y no sé por qué.

—Eres un latazo, Sigfrid, ¿lo sabías?

Dice algo, pero yo no le escucho. Me pregunto por qué vengo aquí a perder el tiempo. Si ha habido alguna vez alguien con todos los motivos para ser feliz, ése soy yo. Rico, bastante apuesto, no demasiado viejo, y en cualquier caso, tengo el Certificado Médico Completo, por lo que durante los próximos cincuenta años puedo tener la edad que me plazca. Vivo en la ciudad de Nueva York y bajo la Gran Burbuja, donde no puede permitirse el lujo de vivir nadie que no esté bien forrado y sea, además, una especie de celebridad. Poseo un apartamento de verano con vistas al mar de Tappan y la presa de Palisades. Y las chicas se vuelven locas con mis tres brazaletes de Fuera. No se ve a muchos prospectores en la Tierra, ni siquiera en Nueva York. Todas están deseando que les cuente qué aspecto tiene la Nebulosa de Orión o la Nube Menor Magallánica. (Naturalmente, no he estado en ninguno de los dos sitios. Y no me gusta hablar del único lugar interesante donde sí he estado.)

—Entonces —dice Sigfrid, después de esperar el apropiado número de microsegundos una respuesta a lo último que ha dicho—, si de verdad eres feliz, ¿por qué vienes aquí en busca de ayuda?

Detesto que me haga las mismas preguntas que yo mismo me formulo. No le respondo. Me contorsiono hasta que vuelvo a sentirme cómodo sobre la alfombra de espuma de plástico, ya que presiento que esta sesión va a ser muy larga. Si yo supiera por qué necesito ayuda, ¿acaso la necesitaría?

—Rob, hoy no estás cooperando mucho —dice Sigfrid a través del pequeño altavoz que hay en el extremo superior de la alfombra. A veces utiliza un muñeco de aspecto muy real, que está sentado en un sillón, da golpecitos con un lápiz y me dedica una rápida sonrisa de vez en cuando. Pero yo le he dicho que esto me pone nervioso—. ¿Por qué no me dices lo que piensas?

—No pienso nada en particular.

—Deja vagar a tu mente. Di lo primero que se te ocurra, Bob.

—Estoy recordando… —digo, y me detengo.

—¿Recordando qué, Bob?

—¿El Pórtico?

—Esto parece más una pregunta que una afirmación.

—Quizá lo sea. No puedo evitarlo. Esto es lo que recuerdo: Pórtico.

Tengo muchos motivos para recordar Pórtico. Así fue como gané el dinero, los brazaletes y otras cosas. Recuerdo el día que abandoné Pórtico. Fue, veamos, el día 31 de la Órbita 22, lo cual significa que me fui de allí hace dieciséis años y dos meses. Acababa de salir del hospital y apenas podía esperar a recoger mi paga, subir a bordo de mi nave y despegar.

Pórtico: Frederik Pohl

Frederik Pohl. Fue un escritor, editor y crítico de ciencia ficción estadounidense nacido en Nueva York el 26 de noviembre de 1919 y fallecido en Palatine, Illinois, el 2 de septiembre de 2013. Pohl comenzó su carrera en la década de 1930, colaborando con revistas de ciencia ficción como Amazing Stories y Galaxy Science Fiction. En la década de 1940, se unió al grupo de escritores de ciencia ficción conocido como "Los Futurianos", que incluía a Isaac Asimov, Damon Knight y Cyril M. Kornbluth.

Durante la década de 1950, Pohl se estableció como uno de los escritores de ciencia ficción más importantes del momento, publicando varias obras aclamadas por la crítica, como "The Space Merchants", escrita junto a Kornbluth. En los años siguientes, se convirtió en un editor y agente literario muy influyente en el mundo de la ciencia ficción, trabajando para revistas como Galaxy y If, y descubriendo a escritores como Samuel R. Delany y Joanna Russ.

En la década de 1970, Pohl regresó a la escritura de ciencia ficción, publicando obras como "Gateway", por la que recibió el Premio Nebula y el Premio Hugo, y "Jem", por la que recibió el Premio John W. Campbell Memorial. En total, a lo largo de su carrera, Pohl publicó más de cien libros y recibió numerosos premios, entre ellos cuatro Premios Hugo y tres Premios Nebula.

Frederik Pohl es recordado como una figura importante en el mundo de la ciencia ficción, no solo como escritor, sino también como editor y agente literario, que ayudó a moldear y definir el género tal como lo conocemos hoy en día.