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Poemas de la locura

Portada del libro Poemas de la locura, por Friedrich Hölderlin

Resumen del libro:

Treinta y seis años tenía Friedrich Hölderlin en 1806 cuando, declarado loco, fue acogido en su casa de Tubinga, junto al Neckar, por el carpintero Zimmer. Treinta y siete más vivió en aquella casa, olvidado del mundo, de sus amigos, de sus contemporáneos, en constante diálogo consigo mismo y con la Naturaleza. De las muchas páginas que allí escribió, prácticamente todas se han perdido. Estos 49 poemas que aquí se recogen y traducen al castellano son una ínfima muestra de de su actividad intelectual en aquellos años, pero son también lo único que de ellos nos queda. La incuria del tiempo y de los hombres dejó perderse para siempre cuanto el poeta escribió, excepto estos breves textos, desperdigados entre amigos y visitantes ocasionales. Se han recogido igualmente, junto a sus poemas, algunos testimonios de sus contemporáneos que arrojan cierta luz sobre los «años oscuros» del poeta.

NOTA PRELIMINAR

Johann-Christian Friedrich Hölderlin nació el 20 de marzo de 1770 en Lauffen (Condado de Würtenberg), en la Suabia del Neckar. Su padre administraba un seminario protestante —«Stift»— y su madre era hija de un pastor de tal Iglesia. Dama muy joven viuda (en 1772), volvió a contraer matrimonio en 1774 con el consejero Gock, burgomaestre de Nürtingen. Del primer matrimonio tuvo a Friedrich y a Heinrike, Y con el burgomaestre añadió un hermanastro, Karl. La muerte de su padre dotó a Friedrich de una prematura tristeza, que refleja en varias cartas.

En 1784, Hölderlin es destinado al servicio divino y enviado a estudiar Teología al seminario de Denkendorf. Allí escribirá sus primeros poemas y descubrirá a Schiller y, según parece, a Klopstock.

En 1786 Hölderlin proseguirá esos estudios en Maulbronn. Allí tendrá su primer amor con Louise Nast. Se abre a Ossian.

Pasa en 1788 al seminario de Tübingen. Se enamora de la hija de un profesor, Elisa Lebret. Funda con Neuffer la «Liga de los Poetas», y estrecha su relación con Hegel y Schelling, amantes todos de la Revolución Francesa. En el Almanaque de las Musas es publicado por primera vez. Y conoce a quien seguirá siendo amigo suyo toda su vida: Isaac von Sinclair.

Lee mucho a Platón. Empieza a escribir Himnos.

En 1793 se licencia, pero no ejercerá nunca el sagrado ministerio o Misterio.

A finales de 1793, y gracias a Hegel, que lo recomienda a Schiller, y éste a su vez a la Casa, es aceptado como preceptor del hijo de Charlotte von Kalb, en Waltershausen. Se hace cargo del niño, habita junto a él en Weimar y allí comienza a escribir Hiperión. Cuando abandona este magisterio, la amistad con la madre ha llegado a ser tan sólida, que Charlotte le ayuda a instalarse en Jena con la suficiente estabilidad económica para poder continuar sus trabajos.

En Jena se encuentra de nuevo con Schiller, quien le publica en su revista, Thalia, un fragmento de Hiperión.

Pero en 1795 está otra vez sin recursos y ha de regresar a su casa materna en Nürtingen. A finales de ese año se emplea como preceptor una vez más en casa del banquero Gontard, en Frankfurt.

Casi siempre una bella mujer acompaña al dinero. Será Susette, la esposa de Gontard. Una fascinante historia de amor que Hölderlin fijará para siempre bajo el nombre de Diótima.

La primera parte de Hiperión aparece en 1797, y la segunda, en 1799. Pero a finales del 78 es despedido de casa del banquero, y se refugiará en Hamburgo, con el amigo Sinclair. Continúa viendo a Susette, trenzando los últimos filos de su aventura, hasta 1800. Y en esos días vidriosos escribe las tres versiones de La muerte de Empédocles.

Son años de una actividad intensísima. Poemas, elegías. Hasta que, muy fatigado, en la primavera de 1800 tiene que volver a Nürtingen. Permanece allí hasta octubre, cuando marcha a Stuttgart invitado por unos amigos. Cuidado por éstos traduce a Píndaro y escribe sus grandes obras. La relación entre los Himnos y la influencia de Píndaro debía ser estudiada con detenimiento.

Pero necesita moverse. Y parte hacia Suiza para hacerse cargo de un puesto de preceptor en casa de los Gonzenbach, industriales de Hauptwill. Sólo permanecerá unos meses con ellos. Comienza a sufrir unas crisis que desembocarían en la Locura.

En 1802 marcha a Francia para ejercer por última vez como preceptor, en Burdeos, en casa del cónsul de Alemania, Daniel Christoph Meyer.

Bajo los cielos de Francia entrará en la Locura. Abandona su empleo y retorna para siempre a Alemania. En julio, «tocado por Apolo» (como él mismo aseguró), se instala con su madre. En Nürtingen se entera de la muerte de Diótima. Su vuelo no tiene retorno. Sinclair se hace cargo de él y lo acompaña en un viaje de descanso por Regensburg y Ulm. Por los agujeros incendiados de esos días ve Hölderlin sus grandes Himnos: «Patmos», «El Archipiélago». Durante 1803 y 1804 su actividad es febril. Poemas y traducciones (Sófocles). Sinclair lo recomienda como bibliotecario en la corte del Landgrave de Hamburgo. Es un puesto tranquilo. Pero un año más tarde la Locura se apodera definitivamente de su criatura.

En agosto de 1806 Sinclair lo traslada a la clínica del Dr. Authenrietch en Tübingen. Y poco después, a la casa del carpintero ebanista Ernst Zimmer, donde vivirá hasta 1843. Treinta y siete años en una habitación sobre el Neckar. Todos aquellos que él amara —Schiller, Goethe, Napoleón, Beethoven, Kleist, sus compañeros, sus damas— van encaminándose a la muerte. Hölderlin no lo sabrá nunca. Para él ya no existirá sino aquel recinto, el papel sobre el que escribe sus últimos poemas, su piano y las visitas a quienes no reconoce. Olvida su nombre. Fecha poemas con cien años de adelanto. El 7 de junio de 1843, después de contemplar desde su ventana los campos infinitos, murió en paz.

Cuenta Bettina von Armim que cuando la princesa von Homburg regaló un piano a Hölderlin, éste cortó casi todas las cuerdas, mas dejó algunas, y sobre ellas improvisaba. Así son los Poemas de la locura. Quizá nadie haya visto nunca de forma tan transparente. Es la Noche Sagrada.

No se puede traducir a Hölderlin.

Poemas de la locura – Friedrich Hölderlin

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