Resumen del libro:
“Piratas de Venus” es una emocionante aventura interplanetaria escrita por el prolífico autor Edgar Rice Burroughs, reconocido por su famosa serie de Tarzán. En esta obra, Burroughs transporta a los lectores a un mundo desconocido y fascinante: el misterioso planeta Venus. A través de la narrativa hábil y envolvente, el autor presenta a Carson Napier, quien, en su búsqueda de Marte a bordo de una nave secreta, termina en Venus, un lugar extraordinario que desafía todas sus expectativas.
En “Piratas de Venus”, Burroughs crea un universo imaginativo lleno de intriga y peligro. En Venus, Napier descubre un mundo diverso y en constante conflicto, habitado por una variedad de seres, desde humanos hasta semihumanos, monstruos y gigantes vegetales. Este escenario proporciona un telón de fondo vibrante y dinámico para una historia llena de acción y aventura.
La novela invita a los lectores a sumergirse en las maravillas y los peligros de Venus mientras Napier se enfrenta a desafíos emocionantes y descubre secretos intrigantes. Desde océanos fantásticos hasta islas increíbles, el planeta ofrece un escenario impresionante que estimula la imaginación y el asombro.
Además de la emocionante trama, “Piratas de Venus” explora temas más profundos, como el deseo de eterna juventud, la búsqueda del amor sin los prejuicios terrestres y el anhelo de conocimiento y aventura en lo desconocido. Estos elementos añaden profundidad y significado a la historia, haciendo que la obra resuene con el lector en un nivel más profundo.
En resumen, “Piratas de Venus” es una obra magistral que combina una narrativa cautivadora con un mundo imaginativo y personajes memorables. Edgar Rice Burroughs demuestra una vez más su habilidad para transportar a los lectores a mundos extraordinarios y emocionantes, ofreciendo una experiencia de lectura que deleitará a los aficionados a la ciencia ficción y la aventura.
1. CARSON NAPIER
“Si una figura de mujer, cubierta con una túnica blanca, entra en su cuarto a medianoche, el día 13 del mes corriente, conteste a esta carta. De no ocurrir así, no lo haga”.
Cuando hube leído este párrafo de la carta, me dispuse a tirarla al cesto, adonde van a parar todos los papeles inútiles que recibo, pero, sin saber por qué, seguí leyendo.
“Si le habla a usted, tenga la bondad de recordar sus palabras para repetírmelas cuando me escriba”.
Hubiera seguido leyendo hasta el final, pero en aquel preciso momento sonó el timbre del teléfono. Doble la carta y la deposité en uno de los cestitos para la correspondencia que había encima de mi mesa. Por casualidad, era el de la correspondencia destinada a ser archivada, y de haber seguido los acontecimientos su curso ordinario, aquélla hubiera sido la última noticia que hubiese tenido de la misiva y del incidente, ya que las cartas de aquel cestito pasaban a los archivadores.
El que me hablaba por teléfono era Jason Gridley. Parecía excitado y me rogaba que acudiera en seguida a su laboratorio. Como Jason no solía excitarse por nada, me apresuré a acceder a su deseo, al mismo tiempo que satisfacía mi curiosidad. Salté a mi auto y pronto salvé las escasas manzanas de edificios que nos separaban. Comprendí en el acto que Jason tenía motivos para estar excitado. Acababa de recibir un radiograma de Pellucidar, el mundo existente en las profundidades de la Tierra.
La víspera de la partida, desde el centro de la Tierra, del gran dirigible “O-220”, siguiendo la afortunada e histórica expedición, Jason había decidido quedarse a fin de buscar a Von Horst, el único miembro de la expedición que faltaba, pero Tarzán, David Innes y el capitán Zuppner le persuadieron de lo insensato de tal empresa, especialmente teniendo en cuenta que David había prometido destacar una expedición de guerreros indígenas, o sea, naturales de Pellucidar, para localizar al joven teniente alemán, caso de que aun viviera y fuera posible hallar algún rastro de su paradero.
No obstante, aunque había retornado al mundo exterior en su aparato, Jason sentíase conturbado constantemente por el pensamiento de la responsabilidad que le cabía personalmente por la triste suerte de Von Horst, el joven que tanta popularidad había alcanzado entre los demás miembros de la expedición. En muchas ocasiones expresó reiteradamente su consternación por haber salido de Pellucidar sin agotar todos los medios para rescatar a Von Horst o saber con certeza que había perecido. Jason me ofreció una silla y un cigarrillo.
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