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Orlando furioso

Orlando furioso, un poema de Ludovico Ariosto

Orlando furioso, un poema de Ludovico Ariosto

Resumen del libro:

El «Orlando furioso» de Ludovico Ariosto (1474-1533) es el mejor poema épico del Renacimiento italiano. Se inscribe dentro de dos ideales distintos, uno clásico del humanismo y otro de alma medieval o caballeresca. La excelente traducción de José María Micó, que le ha valido numerosos premios, permite al lector español de hoy un acercamiento fiel a uno de los clásicos que más ha marcado el devenir de la cultura de Occidente.

INTRODUCCIÓN

La gloria es una de las formas del olvido.
JORGE LUIS BORGES

Quizá no sea mera casualidad el hecho de que Borges escribiese estas palabras en el poema Ariosto y los árabes, porque un olvido hecho más de desidia que de tiempo ha acabado enterrando al Orlando furioso, como a casi todos los clásicos, en la tumba de su celebridad. Pocos son ya quienes caen en la cuenta de las abundantísimas herencias que este libro «divino y milagroso» (según lo definía Girolamo Ruscelli hace cuatro siglos y medio) ha ido depositando en nuestra tradición literaria y artística. El Orlando furioso, vecino a la Comedia de Dante en la cima del canon italiano, merece salir del purgatorio de la erudición y regresar al paraíso de la lectura, que es donde estuvo en su tiempo y donde lo tuvieron, para frecuentarlo siempre que podían, gentes como Cervantes, Voltaire, Goethe o Hegel, por no decir nada de admiradores italianos como Galileo, Bruno, Casanova, Foscolo, Carducci, Croce, Gadda o Calvino. Unos u otros vieron en el Orlando un palacio, una galería regia, una máquina de sueños, un atlas de la naturaleza humana, un alarde de humor y fantasía, una enciclopedia de los ideales caballerescos, un universo con su propio moto perpetuo o una fuerza creadora equiparable a la del océano cuando rompe en la playa (la comparación es de un personaje de Ugo Foscolo: «Così vien poetando l’Ariosto»). Los europeos cultos del Renacimiento se preciaban de leerlo en su lengua original (el mismo don Quijote dijo saber «algún tanto del toscano» y «cantar algunas estancias del Ariosto»), porque, como escribió otro admirador confeso, Pere Gimferrer, su público «estaba formado por una extensa minoría culta que en aquel preciso momento de la historia de Europa casi coincidía con el más amplio público a que un libro podía aspirar». Fue, es verdad, un libro de gran éxito que atrajo al auditorio más selecto, empezando por la nobleza de Ferrara, pero que también representó como ningún otro la expansión de la literatura en lengua vulgar entre un público creciente de nuevos lectores y lectoras: sólo en la Italia del siglo XVI se conocen, además de un centenar largo de ediciones, decenas de adaptaciones al gusto popular en forma de prosificaciones, extractos y versiones dialectales.

Sin embargo, la gran fortuna editorial del Orlando furioso en la España de los siglos XVI y XIX (pues sólo en esos siglos se pensó en traducirlo, ya fuese en verso o en prosa) no tuvo continuidad en otros períodos y Ariosto volvió al limbo de los clásicos olvidados: el lector de nuestro tiempo debía conformarse con la reimpresión o refundición de alguna prosificación decimonónica, ya convertida en rareza bibliográfica, o con la reedición de la traducción de Jerónimo de Urrea, que se remonta a 1549 y que hoy, desprovista de vigor literario, resulta no pocas veces incomprensible.

LA TRANSFORMACIÓN DE LA MATERIA

Roland, héroe de la épica carolingia, tuvo en Italia un peculiar acomodo: a partir del siglo XIII se conocen algunas obras en franco-véneto (como la anónima Entrée d’Espagne, o la Prise de Pampelune de Niccolò da Verona) que, difundidas sobre todo por el norte de la península, dieron lugar en los siglos siguientes a un gran número de refundiciones bajo la forma de poemas épicos en incipientes octavas. Las actuaciones de los juglares, la divulgadísima compilación en prosa de Andrea da Barberino I reali di Francia y el repertorio del teatro de marionetas siciliano (los aún hoy famosos pupi) aseguran la popularidad de unos textos que, siguiendo en parte la evolución misma de la chanson de geste, muestran un progresivo alejamiento de los ideales patrióticos o heroicos, en justa correspondencia con un creciente interés por las posibilidades artísticas, poéticas y amorosas de la aventura caballeresca. En las manos de Pulci, Boiardo y, sobre todo, Ariosto, Orlando acabaría siendo, más que el protagonista del ciclo, una especie de marca de género, el punto de referencia que garantizaba un contenido variado y fabuloso.

Orlando furioso – Ludovico Ariosto

Sobre el autor:

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