Resumen del libro:
«Omú» es la segunda novela de Melville, después de «Taipí, —sobre los Mares del Sur—. Omú» fue el libro que impulsó a Stevenson a viajar a aquellas latitudes y que D. H. Lawrence saludó como «Melville en su vena más alegre». Una travesía azarosa a bordo de un ballenero, un periodo de cautividad en tierra bajo la benigna vigilancia de un gigante tahitiano, un viaje a la isla Imeeo entre nativos hospitalarios, colonos indulgentes y aterradores misioneros forman algunos de los episodios de esta obra. Herman Melville nació en Nueva York en 1819. En 1841 se embarcó en un ballenero que abandonó para vivir en las Islas Marquesas junto auna tribu caníval. De sus viajes surgieron obras como «Taipí» (1846), «Omú» (1847), «Mardi» (1849), «Redburn» (1849), «Chaqueta blanca» (1850) y «Moby Dick» (1851).
PRÓLOGO
Tal vez en ningún lugar como en los Mares del Sur las proverbiales características de los marineros se muestran con aspectos más rudos. En su mayoría, los barcos que navegan por esas aguas remotas trabajan para la Sperm Whale Fishery: una actividad que no sólo es particularmente idónea para atraer a los más rudos de los hombres de mar de todos los países sino que además está pensada, de diversas maneras, para alentar en ellos la máxima licenciosidad. Estos viajes, a la vez, son de una duración fuera de lo común y peligrosos; los únicos puertos accesibles están entre las islas salvajes o civilizadas a medias de Polinesia, o a lo largo de las costas occidentales, desconocedoras de la ley, de América del Sur. Por todo esto, con frecuencia se producen escenas por entero extrañas y en ningún sentido relacionadas con el quehacer de la caza de ballenas entre las tripulaciones de los barcos del Pacífico.
Sin la pretensión de hacer un relato de la caza de ballenas (porque el objeto de la narración no abarca este tema), en parte la finalidad de esta obra es la de dar cierta idea del tipo de vida al que se alude, por medio de una eventual historia de aventuras que vivió el autor.
Otra finalidad propuesta es la de hacer un relato familiar de la actual situación de los polinesios convertidos, inficionada por la suma de su relación promiscua con la gente forastera y las enseñanzas de los misioneros.
Como marinero errabundo, el autor pasó unos tres meses en diversos lugares de las islas de Tahití y de Imeeo, y en circunstancias muy favorables para hacer observaciones pertinentes de las condiciones sociales de los nativos.
En todas las afirmaciones relacionadas con las tareas de los misioneros se ha mantenido, por supuesto, una estricta fidelidad a los hechos, y en algunos casos se ha considerado recomendable citar a viajeros anteriores, para apoyar lo que se ofrece como el fruto de las propias observaciones del autor. Nada que no sea un ávido deseo de verdad y de bien lo ha guiado al tratar este tema. Y, si se abstiene de presentar sugerencias sobre la mejor manera de remediar los males que se señalan, sólo lo hace porque piensa que, después de familiarizarse con los hechos, hay otras personas con mejores méritos para formularlas.
Si se muestran con cierta jocosidad algunos rasgos curiosos de los tahitianos, no proviene esto de una intención de ridiculizarlos: las cosas están descritas tal como, en su absoluta novedad, impresionan por primera vez a un observador neutral.
Este relato empieza, necesariamente, donde termina Taipí, pero no tiene ninguna otra relación con esa obra. Por lo tanto, lo único que necesita para la comprensión de estas páginas quien no haya leído Taipí se da en una breve introducción.
El autor no llevó un diario durante su vagabundeo por los Mares del Sur, de modo que al preparar los siguientes capítulos para su edición, la exactitud con respecto a las fechas habría sido imposible, y cada suceso se ha anotado siguiendo tan sólo el recuerdo. Sin embargo, la frecuencia con que estos incidentes se relataron verbalmente hizo que se grabasen en la memoria.
Aunque al parecer se han publicado uno o dos vocabularios polinesios imperfectos, aún no ha aparecido ninguno del dialecto tahitiano. En todo caso, el autor no tuvo conocimiento de ninguno de ellos. Por consiguiente, para el uso de las palabras nativas, en la mayoría de los casos se ha regido por el mero recuerdo de los sonidos.
Sobre varios puntos conectados con la historia y las antiguas costumbres de Tahití, se obtuvo información colateral de los más antiguos libros de viajes por los Mares del Sur y también de las Polynesian Researches de Ellis.
El título de la obra —Omú— está tomado del dialecto de las Islas Marquesas, donde, entre otros usos, la palabra significa «vagabundo» o, mejor, «persona que va de una isla a otra», como algunos de los nativos, conocidos entre sus paisanos como «canacos tabú».
En ningún sentido el autor tiene pretensiones de búsqueda filosófica. De una manera familiar, sólo ha descrito lo que vio, y sus reflexiones —si se permite algunas en ciertas circunstancias— son espontáneas y, con toda probabilidad, semejantes a las que se le ocurrirían con naturalidad a cualquier observador eventual.
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