Nunca

Resumen del libro: "Nunca" de

En el desierto del Sáhara, dos agentes de inteligencia siguen la pista a un poderoso grupo terrorista arriesgando sus vidas -y, cuando se enamoran perdidamente, sus carreras- a cada paso.

En China, un alto cargo del gobierno con grandes ambiciones batalla contra los viejos halcones del ala dura del Partido que amenazan con empujar al país a un punto de no retorno.

Y en Estados Unidos, la presidenta se enfrenta a una crisis global y al asedio de sus implacables oponentes políticos. Está dispuesta a todo para evitar una guerra innecesaria.

Pero cuando un acto de agresión conduce a otro y las potencias más poderosas del mundo se ven atrapadas en una compleja red de alianzas de la que no pueden escapar, comienza una frenética carrera contrarreloj. ¿Podrá alguien, incluso con las mejores intenciones y las más excepcionales habilidades, detener lo inevitable?

Nunca es un thriller extraordinario, lleno de heroínas y villanos, falsos profetas, agentes de élite, políticos desencantados y cínicos revolucionarios. Follett envía un mensaje de advertencia para nuestros tiempos en una historia intensa y trepidante que transporta a los lectores hasta el filo del abismo.

«Cuando me documentaba para La caída de los gigantes, me impactó darme cuenta de que la Primera Guerra Mundial fue una guerra que nadie quería. Ningún líder europeo de ninguno de los dos bandos tenía intención de que sucediera. Pero, uno por uno, los emperadores y primeros ministros tomaron decisiones -decisiones lógicas y moderadas- que nos acercaron un pasito más al conflicto más terrible que el mundo ha conocido. Llegué a creer que todo fue un trágico accidente.

Y me pregunté: ¿podría volver a ocurrir?»

Libro Impreso EPUB

PRÓLOGO

Durante muchos años, James Madison ostentó el título de pre­sidente más bajo de Estados Unidos, con su metro sesenta y tres de estatura. Hasta que la presidenta Green batió ese ré­cord: Pauline Green medía apenas metro y medio. Y como le gus­taba señalar, Madison había derrotado a DeWitt Clinton, que medía más de metro noventa.

Ya había pospuesto su visita al «País de Munchkin» en dos ocasiones. Desde que estaba en el cargo, el operativo se había programado una vez cada año, pero siempre había algo más importante que hacer. Esta vez, la tercera, sentía que debía ir. Era una agradable mañana de septiembre del tercer año de su mandato.

Este ejercicio era lo que se conocía en términos milita­res como un RoC Drill o Ensayo de la Operación, y su objetivo era que los altos cargos gubernamentales se familiarizaran con lo que debían hacer en una situación de emergencia. Simulando que Estados Unidos estaba siendo atacado, la presidenta Green salió rápidamente del Despacho Oval en dirección al Jardín Sur de la Casa Blanca.

La seguían con paso presuroso varios miembros clave de su gabinete, que nunca se encontraban muy lejos de ella: su consejero de Seguridad Nacional, su secretaria jefe, dos guardaespaldas del Servicio Secreto y un joven capitán del ejército que llevaba un maletín forrado en cuero conocido como «el balón nuclear», que contenía todo lo que la presidenta necesitaba para iniciar una guerra atómica.

El helicóptero que los esperaba formaba parte de una flota, y por analogía con el resto de los aparatos en los que viajaba la presidenta, recibía el nombre de Marine One. Como era de rigor, un marine uniformado de azul se cuadró en posición de firmes mientras ella subía con paso ligero las escaleras de la aero­nave.

Pauline recordó que la primera vez que había viajado en helicóptero, hacía ya unos veinticinco años, había sido una experiencia bastante incómoda, con duros asientos de metal en un espacio angosto, y tan ruidoso que resultaba imposible hablar. Ahora era muy diferente. El interior del aparato era como el de un jet privado, con confortables asientos tapizados en piel beis, aire acondicionado y un pequeño lavabo.

El consejero de Seguridad Nacional, Gus Blake, se sentó junto a ella. Era un general retirado, un afroamericano grande y corpulento de pelo corto canoso, que exudaba un aire de fortaleza tranquilizadora. Tenía cincuenta y cinco años, cinco más que Pauline. Había sido un miembro clave de su equipo durante la campaña presidencial, y ahora era su colega más cercano.

—Gracias por hacer esto —dijo Gus mientras el helicóptero despegaba—. Sé que no te apetecía mucho.

Tenía razón. A Pauline no le hacía mucha gracia tener que relegar cuestiones más importantes y estaba impaciente por acabar cuanto antes.

—Es una más de esas obligaciones que hay que cumplir —dijo ella.

El trayecto fue corto. Mientras el helicóptero descendía, comprobó su aspecto en un espejo de mano. Lucía una impecable melena rubia estilo bob y un maquillaje suave. Los ojos de color castaño claro traslucían su habitual carácter compasivo, aunque su boca podía trazar una línea recta que reflejaba una determinación implacable. Cerró el espejo con un gesto seco.

Aterrizaron en un complejo de naves de almacenamiento situado a las afueras de Maryland. Su nombre oficial era Instalación n.º 2 de Almacenamiento de Archivos Excedentes del Gobierno de Estados Unidos, aunque aquellos que conocían su verdadera función lo llamaban simplemente el País de Munch­kin, en referencia al lugar al que Dorothy había ido a parar tras el tornado en El mago de Oz.

El País de Munchkin era una instalación secreta. Todo el mundo había oído hablar del Complejo de Raven Rock en Colorado, el búnker subterráneo donde los altos mandos militares tenían planeado refugiarse en caso de que estallara una guerra nuclear. Raven Rock era una instalación real que cumpliría una misión trascendental, pero ese no sería el lugar al que iría la presidenta. Mucha gente sabía también que, en los subterráneos del Ala Este de la Casa Blanca, se encontraba el Centro Presidencial de Operaciones de Emergencia, utilizado en situaciones de crisis como la del 11-S. Sin embargo, no estaba diseñado para hacer frente a un desastre postapocalíptico de larga duración.

El País de Munchkin podía garantizar la supervivencia de un centenar de personas durante un año.

La presidenta Green fue recibida a pie de nave por el general Whitfield. A sus casi sesenta años, era un hombre de rostro redondeado y rollizo, actitud afable y una marcada carencia de agresividad marcial. Pauline estaba bastante segura de que a aquel hombre no le interesaba lo más mínimo matar enemigos, a pesar de que, al fin y al cabo, para eso se adiestraba a los militares. Su falta de beligerancia debía de ser una de las razones por las que había acabado en aquel puesto.

Nunca – Ken Follett

Ken Follett. Escritor galés es uno de los autores más vendidos y conocidos en los últimos 20 años. Sus novelas de ficción histórica, en especial Los pilares de la tierra, han sido vendidas y traducidas en prácticamente todo el mundo, alcanzando el número uno en casi todas las listas de ventas.

Criado en Londres, nació en una familia profundamente religiosa, debido a que sus padres no le permitían ver la televisión o escuchar la radio, se refugió en los cuentos que le contaba su madre y los libros que leía en la biblioteca desarrollando una gran pasión por los libros.

Follett estudió Filosofía en la University of London donde, posteriormente, escogió especializarse en periodismo. Tras licenciarse trabajó tanto en Gales como en Londres, en medios como el Evening News o la editorial Everets books. Fue en esta época cuando comenzó a escribir la que sería su primera novela, El ojo de la aguja o La isla de las tormentas (1978), libro que resultaría todo un éxito a nivel internacional permitiéndole dedicarse por completo a su carrera literaria.

Ken Follet también tenía una pasión por la política, llegando a colaborar con el Partido Laborista, donde conoció a Barbara Broer, su actual esposa, a la que ayudó en su campaña y colaboró en actividades de su partido, aunque Follet nunca dejó que la política influyera en sus obras.

La obra de Follett no se compone sólo de novela histórica ya que, en realidad, la mayoría de sus obras pertenecen a otro tipo de géneros, variando desde relatos más policiales a libros con un gran componente de intriga, thriller o incluso aventuras. Habría que destacar títulos como Las alas del águila, El tercer gemelo o En el blanco, entre otros muchos.

Sin embargo, la mayoría de esas obras de Follett acabaron eclipsadas por el éxito arrollador de su novela de 1989 Los pilares de la tierra, uno de los best-sellers más famosos de la historia y cuyas ventas se cuentan por millones de ejemplares.

En 2007 publicó su continuación, Un mundo sin fin, que también se ha situado entre los grandes éxitos de principios del siglo XXI, y un año después se le otorgó el Premio Olaguibel del Colegio Oficial de Arquitectos Vasco-Navarro.

En 2010 se rodó una miniserie de televisión de gran presupuesto sobre Los pilares de la tierra, aunque la relación de las obras de Follett con la gran pantalla ya se había dado con las adaptaciones de El tercer gemelo, La clave está en Rebeca, La gran prueba o El ojo de la aguja, que contó con un guion del propio autor.

Su última trilogía, la aclamada The Century, ha supuesto su vuelta a los primeros puestos de los más vendidos en prácticamente todo el mundo ambientada en la Revolución Rusa y la Primera Guerra Mundial: La caída de los gigantes (2010), El Invierno en el mundo (2012) y El Umbral de la eternidad (2014), y fue galardonado con el Premio Qué Leer (2010) por La caída de los gigantes.

En 2017 publica el esperado final de la Trilogía Los pilares de la tierra, Una columna de fuego.