Libro 1: Sprawl
Neuromante
Resumen del libro: "Neuromante" de William Gibson
Un futuro invadido por microprocesadores, en el que la información es la materia prima. Vaqueros como Henry Dorrett Case se ganan la vida hurtando información, traspasando defensas electrónicas, bloques tangibles y luminosos, como rascacielos geométricos. En este espeluznante y sombrío futuro la mayor parte del este de Norteamérica es una única y gigantesca ciudad, casi toda Europa un vertedero atómico y Japón una jungla de neón, corruptora y brillante, donde una persona es la suma de sus vicios.
1
EL CIELO SOBRE EL PUERTO tenía el color de una pantalla de televisor sintonizado en un canal muerto.
—No es que esté desahogándome —Case oyó decir a alguien mientras a golpes de hombro se abría paso entre la multitud frente a la puerta del Chat—. Es como si mi cuerpo hubiese desarrollado toda esta deficiencia de drogas —era una voz del Ensanche y un chiste del Ensanche. El Chatsubo era un bar para expatriados profesionales; podías pasar allí una semana bebiendo y nunca oír dos palabras en japonés.
Ratz estaba sirviendo en el mostrador, sacudiendo monótonamente el brazo protésico mientras llenaba una bandeja de vasos de kirin de barril. Vio a Case y sonrió; sus dientes, una combinación de acero europeo oriental y caries marrones. Case encontró un sitio en la barra, entre el improbable bronceado de una de las putas de Lonny Zone y el flamante uniforme naval de un africano alto cuyos pómulos estaban acanalados por precisos surcos de cicatrices tribales.
—Wage estuvo aquí temprano, con dos matones —dijo Ratz, empujando una cerveza por la barra con la mano buena—. ¿Negocios contigo tal vez, Case?
Case se encogió de hombros. La chica de la derecha soltó una risita y lo tocó suavemente con el codo. La sonrisa del barman se ensanchó. La fealdad de Ratz era tema de leyenda. Era de una belleza asequible, la fealdad tenía algo de heráldico. El arcaico brazo chirrió cuando se extendió para alcanzar otra jarra. Era una prótesis militar rusa, un manipulador de fuerza retroalimentada con siete funciones, acoplado a una mugrienta pieza de plástico rosado.
—Eres demasiado el artiste, Herr Case. —Ratz gruñó; el sonido le sirvió de risa. Se rascó con la garra rosada el exceso de barriga enfundada en una camisa blanca.— Eres el artiste del negocio ligeramente gracioso.
—Claro —dijo Case, y tomó un sorbo de cerveza—. Alguien tiene que ser gracioso aquí. Ten por seguro que ése no eres tú.
La risita de la puta subió una octava.
—Tampoco tú, hermana. Así que desaparece, ¿de acuerdo? Zone es un íntimo amigo mío.
Ella miró a Case a los ojos y produjo un sonido de escupitajo lo más leve posible, moviendo apenas los labios. Pero se marchó.
—¡Jesús! —dijo Case—. ¿Qué clase de antro tienes? Uno no puede tomarse un trago en paz.
—Mmm —dijo Ratz frotando la madera rayada con un trapo—. Zone ofrece un porcentaje. A ti te dejo trabajar aquí porque me entretienes.
Cuando Case levantó su cerveza, se hizo uno de esos extraños instantes de silencio, como si cien conversaciones inconexas hubiesen llegado simultáneamente a la misma pausa. La risa de la puta resonó entonces, con un cierto deje de histeria.
Ratz gruñó: —Ha pasado un ángel.
—Los chinos —vociferó un australiano borracho—; los chinos inventaron el empalme de nervios. Para una operación de nervios, nada como el continente. Te arreglan de verdad, compañero…
…
William Gibson. Nacido el 17 de marzo de 1948 en Conway, Carolina del Sur, es un escritor que supo dar forma al futuro antes de que este llegara. Conocido como el padre del cyberpunk, Gibson revolucionó la ciencia ficción al fusionar tecnología, distopía y un lirismo afilado. Su obra, que incluye títulos icónicos como Neuromante, ha sido reconocida con premios como el Hugo y el Nébula, y su influencia en la cultura popular y el lenguaje tecnológico es incuestionable. Fue el primero en popularizar el término ciberespacio, acuñando una metáfora perfecta para el universo digital que hoy habitamos.
Gibson creció entre cambios constantes y tragedias tempranas. Su infancia, marcada por la muerte de su padre y una educación en ambientes que rechazaban la modernidad, moldeó un joven introspectivo y rebelde. Fue en la literatura, especialmente en la ciencia ficción y los textos de la generación Beat, donde encontró refugio e inspiración. Este espíritu de inconformismo lo llevó a redefinir el género, estableciendo un nuevo paradigma narrativo en el que la tecnología y la humanidad colisionan en paisajes oscuros y fascinantes.
Con Neuromante (1984), Gibson no solo inauguró el cyberpunk, sino que dio inicio a la Trilogía del Sprawl, compuesta además por Conde Cero y Mona Lisa acelerada. En estas obras, su visión de un mundo interconectado, dominado por corporaciones y hackers, anticipó muchas de las inquietudes de la era digital. Más tarde, exploró nuevos horizontes con la Trilogía del Puente, que incluye Luz virtual, Idoru y Todas las fiestas del mañana, donde retrata una humanidad en transformación perpetua en paisajes urbanos fragmentados.
Gibson no solo escribió ficción, sino que delineó la arquitectura de un mundo tecnológico que hoy es nuestra realidad. Su estilo envolvente y reflexivo convierte cada lectura en un viaje hacia futuros posibles, dejando entre líneas preguntas esenciales sobre la ética, la identidad y el impacto de la tecnología. Su legado literario continúa siendo un faro para quienes buscan comprender el presente a través de la imaginación del mañana.