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Mucho ruido y pocas nueces

Mucho ruido y pocas nueces - William Shakespeare

Mucho ruido y pocas nueces - William Shakespeare

Resumen del libro:

Situada en su mayor parte en un amable marco de jardines, aposentos y fiestas cortesanas, la obra gira principalmente en torno a dos fuertes personajes enfrentados, Benedicto de Padua y Beatriz, adversarios irreconciliables y ambos tan ingeniosos, mordaces y sarcásticos como desdeñosos del amor. A lomos de una trama animada por los equívocos, las traiciones y los imprevistos, los enemigos jurados acaban sin embargo, para su propia sorpresa, en aquel lugar a donde se prometieron nunca ir a parar y, lo que es más, en la compañía para ellos más insospechada.

Escena I

Delante de la casa de Leonato.

Entran LEONATO, HERO, BEATRIZ y otros personajes, con un MENSAJERO.

LEONATO.— Veo por esta carta que don Pedro de Aragón llega esta noche a Mesina.

MENSAJERO.— Debe de hallarse muy próximo, pues no estaba a tres leguas de aquí cuando le he dejado.

LEONATO.— ¿Cuántos caballeros habéis perdido en esta acción?

MENSAJERO.— Sólo unos pocos de cierto rango, y ninguno de renombre.

LEONATO.— Una victoria vale por dos cuando el vencedor regresa al hogar con las filas completas. Hallo aquí que don Pedro ha colmado de honores a un florentino llamado Claudio.

MENSAJERO.— Muy merecidos por su parte y justamente otorgados por don Pedro. Ha superado las promesas de su edad, realizando bajo apariencias de cordero hazañas de león. Verdaderamente, ha superado las mejores esperanzas a un extremo que no esperéis pueda deciros cómo.

LEONATO.— Tiene aquí en Mesina un tío que se alegrará muchísimo al saberlo.

MENSAJERO.— Ya le he enviado unas cartas y ha mostrado sumo júbilo; a un grado tal que el gozo no pudo exteriorizarse con la moderación debida sin una marca de tristeza.

LEONATO.— ¿Rompió a llorar, tal vez?

MENSAJERO.— Con gran abundancia.

LEONATO.— ¡Un tierno desbordamiento de ternura! No hay rostros más leales que los que así se bañan en llanto. ¡Cuánto mejor es llorar de alegría que alegrarse del lloro!

BEATRIZ.— Por favor, el signior Mountanto ¿ha regresado de la guerra o no?

MENSAJERO.— No conozco a nadie así llamado, señora. Ninguna persona de viso había en el ejército con semejante nombre.

LEONATO.— ¿Por quién preguntáis, sobrina?

HERO.— Se refiere mi prima al signior Benedicto de Padua.

MENSAJERO.— ¡Oh! Ha regresado, y tan jovial como siempre.

BEATRIZ.— Fijó un cartel aquí en Mesina, retando a Cupido al arco; y el bufón de mi tío, al leer el reto, le contestó por Cupido y le desafió a la saetilla de cazar gorriones. Decidme, ¿a cuántos hombres ha dado muerte y se ha engullido en estas guerras? ¿A cuántos ha matado tan sólo? Porque, a la verdad, yo he prometido comerme todo lo que matara.

LEONATO.— A fe, sobrina, que tratáis con excesiva dureza al signior Benedicto; pero él se desquitará con vos, no lo dudo.

MENSAJERO.— Ha prestado buenos servicios en estas guerras, señora.

BEATRIZ.— Tendríais víveres rancios, y os ayudó a comerlos; es un valentísimo gastrónomo; posee un estómago excelente.

MENSAJERO.— Es también un buen soldado, señora.

BEATRIZ.— Un buen soldado ante una dama; pero ¿qué es frente a un caballero?

MENSAJERO.— Un caballero frente a un caballero, un hombre frente a un hombre, adornado con toda clase de honrosas virtudes.

BEATRIZ.— Eso es, efectivamente; no otra cosa sino un hombre adornado; mas, en cuanto al adorno… Bien, todos somos mortales.

Mucho ruido y pocas nueces – William Shakespeare

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