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Moksha

Libro Moksha, de Aldous Huxley

Resumen del libro:

Aldous Huxley, renombrado autor británico del siglo XX, nos sumerge en un fascinante viaje intelectual a través de su obra postuma “Moksha”. La palabra sánscrita “moksha,” que se traduce como “liberación” o “ingreso en el nirvana,” encapsula la esencia de esta recopilación póstuma, donde Huxley desafía las fronteras convencionales entre la ciencia, la espiritualidad y la literatura.

En su última década, Huxley se sumergió en una exploración apasionada que abarcó desde las páginas de su utópica novela “La isla,” donde introdujo el ficticio remedio moksha para alcanzar la iluminación, hasta un terreno más polémico y desafiante. La premisa fundamental de Huxley, “la verdad yace en el fondo de un estanque muy fangoso,” lo llevó a experimentar con sustancias psicodélicas como la mescalina y el LSD. “Moksha” emerge como un compendio de esta indagación apasionada y arroja luz sobre su evolución, desde poeta y novelista hacia místico, ensayista y científico.

Los compiladores de este volumen han meticulosamente reunido conferencias, entrevistas, ensayos y cartas, proporcionando una visión completa de la mente inquisitiva de Huxley. Fragmentos de obras icónicas como “Un mundo feliz,” “El tiempo debe detenerse,” “Las puertas de la percepción,” “Cielo e infierno” y “La isla” se entrelazan, revelando una travesía intelectual vertiginosa. Huxley construye puentes entre la psicología y la medicina, la religión y la ecología, la literatura y la política, ofreciendo una perspectiva única que anticipa los movimientos que sacudieron al mundo en la década del 60.

En “Moksha,” Aldous Huxley nos invita a explorar los límites de la mente y la espiritualidad, trascendiendo las convenciones para revelar la complejidad y la interconexión entre dimensiones aparentemente dispares. Este compendio es un testimonio del legado de un pensador visionario que desafía y expande las fronteras de la experiencia humana.

Capitulo 1: 1931. Un tratado sobre drogas

Phantastica, el memorable estudio de Louis Lewin sobre las drogas psicoactivas que se utilizan en todo el mundo, apareció, en lengua inglesa, en 1931. Aldous Huxley tropezó con este «tesoro de aspecto poco prometedor» en algún momento de aquel año —en Londres, donde estaban poniendo en escena su primera pieza teatral, The World of Light, o en la Riviera francesa, donde estaba escribiendo Brave New World— y «lo leyó de punta a punta con apasionado y creciente interés». Es probable que el tratado de Lewin haya servido para introducir a Huxley en la historia de las drogas y sus efectos, aunque habrían de pasar veintidós años antes de que realizara su primer experimento en carne propia, con mescalina… y de que rindiera tributo a Lewin en la primera linea del libro inspirado por dicha prueba. (No hay evidencias que confirmen el aserto de Francis King según el cual Aleister Crowley inició a Huxley en la mescalina en Berlín, durante la década de los 20). El primer texto impreso de Huxley sobre el consumo de drogas aborda temas a los que habría de volver reiteradamente en su obra posterior: el uso generalizado y ubicuo de las drogas, su importancia en el ceremonial religioso, la predilección del hombre por las vacaciones circunstanciales respecto del mundo cotidiano, el problema de la adicción, el fracaso de la prohibición y las drogas del futuro.

El otro día descubrí, polvoriento y olvidado en uno de los anaqueles superiores de la librería local, la obra portentosa de un farmacólogo alemán. El precio no era elevado: lo pagué y me llevé a casa el tesoro de aspecto poco prometedor. Se trataba de un volumen grueso, de contenido denso, y hasta cierto punto era un modelo de todo lo que no debe ser el estilo literario. En términos estrictos, un libro ilegible. Sin embargo, lo leí de punta a punta con apasionado y creciente interés. Porque este libro era una especie de enciclopedia de las drogas. El opio y sus derivados modernos, la morfina y la heroína; la cocaína y el peyotl mexicano; el hachís de la India y del Oriente Próximo; el agárico de Siberia; la kawa de Polinesia; el betel de las Indias Orientales; el ahora universal alcohol; el éter, el doral, el veronal del Occidente contemporáneo… no omitía nada. Cuando llegué a la última página, ya sabía algo acerca de la historia, la distribución geográfica, la forma de preparación y los efectos fisiológicos y psicológicos de todos los venenos deliciosos mediante los cuales los hombres han construido, en pleno mundo hostil, sus efímeros y precarios paraísos.

La historia del consumo de drogas constituye uno de los capítulos más curiosos y también, a mi juicio, más significativos de la historia natural de los seres humanos. Los hombres y mujeres han buscado —y hallado puntualmente— en todas partes y en todos los tiempos, los medios para tornarse unas vacaciones que los sacaran de la realidad de su existencia generalmente tediosa y a menudo muy desagradable. Unas vacaciones fuera del espacio, fuera del tiempo, en la eternidad del sueño o el éxtasis, en el cielo o el limbo de la fantasía visionaria. «En cualquier parte, en cualquier lugar situado fuera del mundo».

Es significativo que el consumo de drogas desempeñe un papel importante en casi todas las religiones primitivas. Los persas y, antes que ellos, los griegos y probablemente los antiguos hindúes, utilizaban el alcohol para producir el éxtasis religioso; los mexicanos comían un cacto venenoso para procurarse la visión beatífica; un hongo llenaba de entusiasmo a los chamanes de Siberia y los dotaba del don de lenguas. Y así sucesivamente. Los ejercicios de devoción de los místicos posteriores están concebidos en su totalidad para producir por medios puramente psicológicos los efectos milagrosos de la droga. ¿Cuántas de las ideas corrientes sobre la eternidad, el cielo y los estados sobrenaturales son la consecuencia última de las experiencias de consumidores de droga?

“Moksha” de Aldous Huxley

Sobre el autor:

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