Resumen del libro:
Violencia, traiciones, poder… Con una prosa hábil e ingeniosa, Gaiman analiza la naturaleza imperfecta y competitiva de los dioses, sus susceptibilidades, su habilidad para embaucar y dejarse embaucar por los demás y su tendencia a dejar que la pasión dirija sus acciones, las guerras por el sexo o el poder… y, en general, todo lo que los acerca claramente a los humanos mortales.
Gaiman, al igual que otros maestros contemporáneos contadores de historias como J. R. R. Tolkien y George R. R. Martin, ha crecido inspirándose en la fantasía nórdica y ahora decide poner sus ojos directamente en la fuente de estas historias para presentar un homenaje a los grandes relatos nórdicos.
Introducción
Es tan difícil tener una secuencia favorita de mitos como un estilo favorito de cocina —algunas noches querrás comida tailandesa, otras preferirás sushi y otras veces anhelarás la sencilla comida casera de la infancia—, pero si tuviera que decantarme por una sola, probablemente elegiría la de los mitos nórdicos.
Mi primer encuentro con Asgard y sus habitantes se remonta a mi infancia, cuando no tenía más de siete años y leía las aventuras de El poderoso Thor, ilustradas por el artista del cómic norteamericano Jack Kirby, con guiones del propio Kirby y de Stan Lee y diálogos de Larry Lieber, hermano de Stan Lee. El Thor de Kirby era fuerte y bien parecido; su Asgard era una impresionante ciudad futurista de edificios altos y construcciones inquietantes; su Odín era sabio y noble, y su Loki, un ser sardónico, todo malevolencia, con cuernos en el casco. Me quedé encantado con el rubio Thor de Kirby y su martillo, y enseguida quise saber más de él.
Saqué de la biblioteca Myths of the Norsemen («Mitos de los pueblos nórdicos»), de Roger Lancelyn Green, y los leí y releí con deleite y asombro. En su versión, Asgard ya no era la ciudad de ciencia ficción que pintaba Kirby, sino una fortaleza vikinga rodeada de otras construcciones, en un páramo helado. Odín, el «padre de todos», ya no era amable, sabio e irascible, sino brillante, inescrutable y peligroso; Thor era tan fuerte como el poderoso Thor de los cómics, y su martillo era igual de temible, pero no era…, ejem, a decir verdad, no era el más listo de los dioses; y Loki no era malo, aunque ciertamente tampoco era una fuerza bienhechora. Loki era… complejo.
Me enteré, además, de que los dioses nórdicos tenían su propio juicio final: el Ragnarok, el crepúsculo de los dioses, el final de todo, el día en que los dioses batallarán contra los gigantes del hielo y morirán.
¿Ha llegado ya el Ragnarok? ¿No se ha producido todavía? Yo no lo sabía entonces y ahora tampoco estoy seguro.
El hecho de que el mundo y la historia tuvieran un final, así como su manera de terminar y volver a empezar, convertía en héroes y villanos trágicos a los dioses, a los gigantes del hielo y a todos los demás. A causa del Ragnarok, el mundo nórdico ha permanecido en mí, extrañamente presente y actual, mientras que otros sistemas de creencias mejor documentados me parecen cosa del pasado.
Los mitos nórdicos son historias de un lugar frío con largas noches invernales e interminables días de verano, mitos de un pueblo que no confiaba del todo en sus dioses y ni siquiera los apreciaba demasiado, pero aun así los respetaba y temía. Hasta donde sabemos, los dioses de Asgard llegaron a Escandinavia desde Alemania y se extendieron a las regiones del mundo dominadas por los vikingos —las islas Orcadas, Escocia, Irlanda y el norte de Inglaterra—, donde los invasores dejaron topónimos que recuerdan a Thor o a Odín. En inglés, los dioses dieron sus nombres a los días de la semana. El manco Tyr, hijo de Odín, el propio Odín, Thor y Frigg, la reina de los dioses, están presentes, respectivamente, en las palabras Tuesday (martes, «día de Tyr»), Wednesday (miércoles, «día de Odín»), Thursday (jueves, «día de Thor») y Friday (viernes, «día de Frigg»).
Podemos adivinar vestigios de mitos más antiguos y religiones arcaicas en las historias sobre la tregua entre los vanir y los aesir. Parece ser que los vanir eran dioses de la naturaleza, menos guerreros que los aesir, pero quizá no menos temibles.
Es muy probable —o al menos es una hipótesis aceptable— que algunas tribus rindieran culto a los vanir y otras a los aesir, y que los adoradores de los aesir invadieran las tierras de los devotos de los vanir y tuvieran que ceder en algunas cosas y adaptarse en otras. Los dioses vanir, entre ellos los hermanos Frey y Freya, se fueron a vivir a Asgard con los aesir. Historia, religión y mitología se combinan y nos impulsan a hacernos preguntas, a imaginar y deducir, como detectives empeñados en reconstruir los detalles de un crimen olvidado mucho tiempo atrás.
Gran parte de las historias nórdicas se han perdido. Es mucho lo que ignoramos. Sólo conservamos algunos mitos, que han llegado hasta nosotros en forma de cuentos populares o de reelaboraciones en verso o en prosa de antiguas historias. Fueron recogidos por escrito cuando el cristianismo ya había desplazado el culto a los dioses nórdicos, y algunas de las narraciones únicamente se han conservado porque existía la preocupación de que, si no se salvaban del olvido, muchos de los kennings —especie de metáforas referidas a mitos específicos, muy utilizadas por los antiguos poetas nórdicos— se volverían incomprensibles. Un ejemplo serían las «lágrimas de Freya», una manera poética de referirse al oro. En algunos relatos, los dioses nórdicos aparecen convertidos en hombres, reyes o héroes de épocas pasadas, para que sus historias puedan narrarse en un mundo cristiano. Algunas fábulas y poemas hablan de otras leyendas o insinúan la existencia de otros relatos que no han llegado hasta nosotros.
Es como si de todas las historias de dioses y semidioses de Grecia y Roma únicamente hubieran sobrevivido los mitos de Teseo y de Hércules.
Así de ingente ha sido la pérdida.
…