Micah Clarke
Resumen del libro: "Micah Clarke" de Arthur Conan Doyle
Sherlock Holmes hizo mundialmente famoso a Conan Doyle casi desde el principio de su carrera literaria; pero las obras que él más apreció, entre todas las suyas, aquellas de las que se sentía más orgulloso como escritor, fueron las de carácter histórico centradas en la Edad Media (Sir Nigel) y en el periodo napoleónico (El Brigadier Gerard), que han hecho las delicias de varias generaciones de lectores. También guardó siempre un especial aprecio a Micah Clarke (1889), su primera y del todo desconocida incursión en este género, que recrea muy fiel y muy brillantemente una oscura rebelión de carácter dinástico y religioso (La Rebelión de Monmouth de 1685) contra uno de los últimos Estuardo, James II. Una pequeña joya que no decepcionará a ningún lector de Conan Doyle o que ame las novelas históricas que son a la vez excelentes y emocionantes novelas de aventuras.
I. De quén fue el alférez Joseph Clarke de los Ironsides
Tal vez, mis queridos nietos, me hayáis oído contar, en alguna que otra ocasión, casi todos los incidentes de mi azarosa vida. A vuestro padre y madre, al menos, sé que a todos ellos les son familiares. Sin embargo, cuando considero que el tiempo se va pasando sin sentirlo, y que al apuntar las canas suele flaquear la memoria, me confirmo en la idea de aprovechar estas largas veladas de invierno para exponeros mi historia desde el principio, de modo que la conozcáis en todos sus pormenores y podáis transmitirla a los que han de venir después de vosotros. Porque ahora que está sólidamente establecida en el trono la casa de Brunswick, y que reina la paz en el país, ha de llegar a seros más difícil, de año en año, comprender los sentimientos, tan distintos de los de hoy, que animaban a los hombres cuando los ingleses guerreaban unos contra otros, y el que debió servir a sus súbditos de amparo y égida no pensaba más que en obligarlos a aceptar lo que más aborrecían y detestaban.
Mi historia es tal, que podéis muy bien guardarla en vuestra memoria y referirla a otros, porque no es probable que, en todo este condado de Hampshire, ni aun quizá en toda Inglaterra, haya persona alguna, distinta de vuestro abuelo, que pueda hablar de estos sucesos con mayor conocimiento de causa, adquirido por experiencia propia, o que haya desempeñado en ellos un papel tan importante y activo. Trataré de presentaros sobriamente y con el orden debido todo cuanto sé. He de procurar, en beneficio vuestro, traer de nuevo a la vida a muchos hombres que dejaron de existir, y evocar, de entre las nieblas de lo pasado, aquellas escenas tan animadas en su desarrollo, y que parecen tan insustanciales y pesadas en las páginas de los dignos escritores que emprendieron la tarea de describirlas. Acaso mis palabras lleguen a sonar en los oídos de personas extrañas a gratuita cháchara de viejo. Mas para vosotros, que sabéis que estos ojos que os están contemplando, contemplaron también los sucesos que refiero, y que esta mano ha peleado por la buena causa, no dudo que ha de ser otra cosa muy distinta. Grabad en vuestro ánimo, al paso que escucháis mi relación, que por vuestra causa tanto como por la nuestra peleamos entonces, y que, si ahora crecéis con la esperanza de ser hombres libres en un país de libertad, con el privilegio de pensar y rezar conforme os dicte vuestra conciencia, podéis dar gracias a Dios de estar recogiendo la cosecha que vuestros padres sembraron con sangre y sufrimientos, cuando los Stuarts ocupaban el trono.
El que os habla en estos momentos nació en el año 1664, en Havant, aldea floreciente situada a pocas millas de Portsmouth, no lejos del camino real de Londres, y allí fue donde pasó la mayor parte de su juventud. Esa aldea es hoy, como lo era entonces, un sitio agradable y sano, con un centenar o más de pequeñas casas de ladrillos, diseminadas a lo largo de una sola calle irregular, cada una con su jardincito enfrente, y tal vez uno o dos árboles frutales detrás. En medio de ella se alzaba la vieja iglesia con su torre cuadrada y el gran cuadrante solar que parecía una arruga de su rostro gris, ennegrecido por el tiempo. En las cercanías tenían su capilla los presbiterianos; pero, cuando se aprobó el Acta de Uniformidad, por la que fue arrojado de la iglesia nacional de Inglaterra un considerable número de sacerdotes, maese Breckenridge, cuyos discursos habían atraído frecuentemente un numeroso auditorio a sus toscos bancos, mientras permanecían desiertos los cómodos escaños de la iglesia, fue metido en la cárcel, con lo que se dispersó su grey. En cuanto a los independientes, en cuyo número se contaba mi padre, también estaban comprendidos en la proscripción de la ley, mas no por eso dejaron de asistir al conventículo de Emsworth, adonde trabajosamente nos encaminábamos, lloviera o hiciera sol, todos los sábados por la mañana. Más de una vez fueron disueltas esas reuniones; pero la congregación se componía de personas tan inofensivas, y tan amadas y respetadas por el vecindario, que los agentes de policía llegaron con el tiempo a olvidarse de ellas, dejándolas que practicaran el culto a su modo. También entre nosotros había algunos católicos, los cuales se vieron en la necesidad de ir hasta Portsmouth para oír su misa. De este modo, como veis, con ser tan pequeña nuestra aldea, formábamos una excelente miniatura del país entero, pues teníamos nuestras sectas y facciones, que luchaban entre sí con tanto mayor encono, cuanto más confinado y estrecho era el círculo en que se movían.
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Arthur Conan Doyle. (Edimburgo, Escocia, 22 de mayo de 1859 - Crowborough, Inglaterra, 7 de julio de 1930) fue un escritor y médico británico, conocido mundialmente por crear al personaje de Sherlock Holmes, uno de los detectives más famosos de la literatura. Doyle estudió medicina en la Universidad de Edimburgo, donde conoció al profesor Joseph Bell, quien inspiró el personaje de Sherlock Holmes. Después de graduarse, ejerció la medicina en diferentes lugares, incluyendo un barco ballenero y una clínica en Portsmouth, donde escribió su primera obra, Una historia de la práctica médica.
En 1887 publicó Estudio en escarlata, la primera novela de Sherlock Holmes, que tuvo un gran éxito y lo convirtió en un escritor reconocido. A lo largo de su carrera, escribió cuatro novelas y 56 cuentos protagonizados por Holmes y su ayudante, el Dr. Watson.
Además de la serie de Sherlock Holmes, Doyle también escribió novelas históricas, ciencia ficción, obras de teatro y poesía. Fue un ferviente defensor de la justicia y los derechos humanos, lo que lo llevó a escribir sobre temas como la guerra y la justicia social.
Doyle también fue un deportista apasionado, jugando al fútbol y al cricket en su juventud y practicando el boxeo y la esgrima en su edad adulta. También fue un gran viajero, visitando lugares como Sudáfrica, Australia, Nueva Zelanda y América del Norte.
A pesar de su gran éxito como escritor, Doyle no estaba satisfecho con su obra literaria y anhelaba ser recordado por su trabajo en el campo de la medicina. Sin embargo, su legado literario ha perdurado a través de los años y sus historias de Sherlock Holmes siguen siendo leídas y admiradas en todo el mundo.