Mi vida secreta
Resumen del libro: "Mi vida secreta" de Anónimo
Por su extensión, por sus detenidas (y entretenidas) descripciones y por las variadas, casi infinitas, situaciones que describe, Mi vida secreta es sin duda la novela erótica más importante de la época victoriana. Desde su precoz iniciación en el sexo hasta el fin de su «carrera amatoria», Walter, nombre tras el que el autor oculta su identidad, rememora su trayectoria de la lujuria a través de cientos de encuentros con nodrizas, prostitutas, primas, actrices, hombres y esposas de otros hombres. Explotando al máximo las posibilidades que se le ofrecen, siguiendo la divisa de «mi cuerpo es mío», Walter se lanza a poner en práctica sus obsesiones, sus fantasías y sus fetichismos. Y mientras describe toda una época de represión, en la que deben guardarse estrictamente las apariencias, Mi vida secreta ofrece una mirada excepcional a la cara oculta de la vida victoriana, para iluminar la compleja dinámica sexual de una sociedad dividida estrictamente en ricos y pobres, hombres y mujeres, sexualidad y castidad. Desde su publicación, en Londres en 1894, muchos estudiosos coinciden en afirmar que en la obra confluyen, como pocas veces se ha dado, tres importantes tradiciones: la pasión casi entomológica por describir hasta las más raras prácticas sexuales, la búsqueda de la verdad del placer mediante la escritura (de inspiración libertina) y la necesidad de confesarlo todo (de origen, sorprendentemente, cristiana).
Introducción
«Todos los afectos humanos se generan mediante el acto de la copulación y sus preliminares […]. Las parejas bendecidas con imaginación llevan el acto de joder a una altura intelectual, haciendo que, en su sensual elevación etérea, la lujuria y el amor se conviertan en un delirio poético».
Estas palabras son de un victoriano que poco antes de comenzar el siglo, ya senecto, hizo imprimir a su costa seis ejemplares de una autobiografía en once volúmenes titulada Mi vida secreta. En ella, además de ofrecerse un cuadro extremadamente rico de la época, detenida y casuísticamente se relatan encuentros completos con unas mil doscientas mujeres y escarceos con otras tantas. El dato habla por sí solo. Teniendo en cuenta que el ejercicio de la sexualidad en condiciones plenas viene a ocupar unos cuarenta años de la vida, el récord de este gentleman viene a representar una mujer nueva cada cinco días, esto es, una media de seis al mes. El caballero era pudiente, viajó por toda la tierra, y, con certeza, vivió casi exclusivamente para el sexo. O, por lo menos, sólo esa parte de su vida decidió narrar. No se crea, sin embargo, que forjó la cifra evitando más de un encuentro con cada mujer, movido por algún tipo de impulso donjuanista a penetrar y marcharse rápidamente. Nada de eso. Walter —pues así se bautiza en el relato— procura siempre prolongar sus relaciones todo lo posible, y por renovarlas, cuando han sido satisfactorias. Como era casado, además, la cantidad de coitos que celebró debe andar próxima a los 30 000 o 40 000, pues era raro que se despidiese de una de las mujeres nuevas o de alguna de las antiguas más queridas sin copular al menos dos veces.
Con todo, su relato no mueve a duda. Al contrario, destila inusitada franqueza y un meticuloso afán de verdad. De hecho, tampoco cuenta proezas sobrehumanas. Dadas las situaciones, parece bien posible que la mayoría de los hombres hiciese lo mismo, o hasta más. Lo portentoso es la capacidad de caza de Walter, su tenaz expedición cotidiana en busca de ocasiones, y el corazón que pone en perseguirlas hasta el final. Lo portentoso es la sinceridad y continuidad de su deseo. Nunca alardea en la línea de los sementales locuaces, ni dice que en tal ciudad tuvo tantas o cuantas mujeres; en realidad, ni siquiera piensa gustar especialmente al otro sexo. Considera —quizá con razón— que su ingente experiencia erótica es el resultado de consentirse sin hipocresía su propia lujuria. Este sentimiento, bien social y universal, es en él pasión omnipotente y al mismo tiempo controlada hasta el sigilo y la exactitud, cosa imposible cuando el sentimiento no cuenta con el apoyo de la conciencia. Aunque parezca absurdo, tras amar en números a un regimiento largo, quien lea esta autobiografía no se sorprenderá cuando Walter diga:
«No pretendo pasar por un Hércules en la copulación. Hay sobrados fanfarrones en este campo, pero muchas charlas con médicos y mujeres de la vida me hacen poner en duda las maravillosas hazañas que algunos hombres disfrutan atribuyéndose».
Entonces, ¿quién es este sujeto? Todo cuanto cabe saber —y es bastante— se encuentra en sus memorias eróticas. Ya se cuidó él muy bien de borrar cualquier pista segura en cuanto a su identidad civil. Un testimonio antiguo, de librero parisino que lo oyó de otro, le presenta como capitán de barco. Elucubraciones recientes le suponen un conocido bibliófilo y potentado.
Pero su obra escrita, que se presenta expresamente como «simple relato de hechos y no análisis psicológico», es un pozo insondable de psicología.
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Autor cuyo nombre no es conocido o no ha sido declarado.