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Material sensible

Resumen del libro:

Material sensible es una colección de relatos cortos y poemas del aclamado autor británico Neil Gaiman, publicada en 2015. El libro reúne algunas de las obras más personales e íntimas de Gaiman, que exploran temas como el amor, la muerte, la fantasía, el horror y la memoria. El título hace referencia a la advertencia que se suele poner en los paquetes que contienen material explosivo o inflamable, y que también podría aplicarse a las historias que componen este volumen.

El libro se divide en cuatro partes: “La casa de las pesadillas: pensamientos sobre cómo hacer ficción”, “Algunas cosas que he escrito”, “Algunas personas para las que he escrito” y “Algunas cosas que nunca he escrito”. En la primera parte, Gaiman reflexiona sobre el proceso creativo y ofrece algunos consejos para los aspirantes a escritores. En la segunda parte, se incluyen relatos como “La verdad es una cueva en las montañas negras”, “Nada se desvanece”, “El hombre que olvidó a Ray Bradbury” y “El retorno del hombre delgado”, entre otros. En la tercera parte, se recogen poemas dedicados a amigos y colegas de Gaiman, como Terry Pratchett, Gene Wolfe, Ray Bradbury y Diana Wynne Jones. En la cuarta parte, se presentan algunos proyectos inéditos o inconclusos de Gaiman, como un guion para una película de Doctor Who o un relato basado en una idea de Harlan Ellison.

Material sensible es un libro imprescindible para los fans de Neil Gaiman, pero también para los amantes de la literatura fantástica en general. Gaiman demuestra una vez más su maestría para crear mundos imaginarios y personajes fascinantes, con un estilo elegante y una voz única. Sus historias nos hacen reír, llorar, temblar y soñar, y nos invitan a reflexionar sobre la naturaleza humana y el poder de las palabras.

Dedicatoria

No sé cómo terminé con un agente de Hollywood honrado que lee libros por placer, pero así fue, hace dieciocho años. Ese hombre sigue siendo mi agente, sigue siendo honrado y sigue disfrutando de los cuentos por encima de todo. Este libro de cuentos es para Jon Levin.

Introducción

I. PEQUEÑOS DETONANTES

Hay cosas que nos perturban. Aunque aquí no hablamos exactamente de eso. Estoy pensando, más bien, en esas imágenes, palabras o ideas que se abren como trampillas bajo nuestros pies, arrancándonos de la seguridad y la cordura de nuestro mundo para arrojarnos a un lugar mucho más oscuro y menos acogedor. Se nos acelera el corazón con un redoble y tenemos que esforzarnos para recuperar el aliento. La sangre abandona nuestros rostros y dedos, y nos quedamos pálidos, jadeantes, conmocionados.

Y lo que aprendemos sobre nosotros mismos en esos momentos, justo cuando se ha activado el detonante, es esto: el pasado no ha muerto. Hay cosas que nos aguardan, con paciencia, en los pasillos oscuros de nuestra vida. Creemos haberlas superado, haberlas olvidado, creemos que las hemos dejado ajarse y marchitarse y que se las ha llevado el viento, pero nos equivocamos. Estaban esperándonos en la oscuridad, entrenando, ensayando sus golpes más demoledores —esos puñetazos salvajes, duros y cortantes, directos al estómago—, matando el tiempo hasta que volviéramos a pasar por allí.

Los monstruos que se esconden en nuestros armarios y en nuestras cabezas siempre están en la oscuridad, son como el moho que se acumula bajo los tablones del suelo y tras el papel pintado de la pared; y hay mucha oscuridad, una reserva inagotable de oscuridad. Al universo le sobra noche. ¿De qué es tan necesario advertirnos? Cada uno tiene sus pequeños detonantes.

Tropecé por primera vez con la expresión Aviso: material sensible navegando por internet, donde se utiliza sobre todo para advertir a los internautas acerca de los enlaces, las imágenes o ideas que podrían perturbarlos y desencadenar recuerdos traumáticos, ansiedad o terror, y se los avisa para que puedan filtrar esas imágenes o ideas o para que quien lo lea pueda prepararse mentalmente antes de encontrárselas.

Me fascinó descubrir que las advertencias de ese tipo habían cruzado la línea divisoria entre internet y el mundo de las cosas tangibles. Me contaron que algunas universidades estaban considerando la posibilidad de poner avisos acerca de la presencia de ese material sensible en libros, obras de arte o películas para advertir a los estudiantes de lo que les esperaba, una idea que me pareció atractiva —por supuesto, todos queremos que quien sea susceptible de perturbarse sepa con anticipación que lo que tiene entre manos podría ocasionarlo— y al mismo tiempo muy preocupante: cuando escribí Sandman y se publicaba como cómic mensual, cada número llevaba una advertencia que decía: «recomendado para lectores adultos», lo cual me pareció acertado. De este modo, se informa a los lectores potenciales de que no están ante un cómic para niños y de que puede contener imágenes o ideas que tal vez les resulten perturbadoras, y además se sugiere que si eres adulto (cualquiera que sea el significado de esa palabra), eres responsable. En cuanto a cuál sería el elemento concreto que pudiera perturbarlos, asustarlos o hacerles pensar en algo por primera vez, me parecía que eso era asunto de cada cual. Somos adultos, decidimos qué deseamos leer y qué no.

Yo creo que las cosas que leemos de adultos deberíamos leerlas sin advertencias o avisos que, en todo caso, vayan más allá de un «por tu cuenta y riesgo». Debemos averiguar qué es la ficción, qué significa para nosotros, pues nuestra experiencia del relato no tendrá nada que ver con la que pueda tener otra persona.

Construimos las historias en nuestra mente. Seleccionamos las palabras, les otorgamos poder y miramos a través de otros ojos, y de ese modo vemos y experimentamos lo que ven otras personas. Y yo me pregunto: ¿son los relatos de ficción lugares seguros? Y entonces dudo: ¿deberían serlo? Después de leer algunas de las historias que leí de niño desee no habérmelas encontrado nunca, porque no estaba preparado para asimilarlas y me perturbaron: historias que hablaban de desamparo, en las que aparecían personas a las que se ridiculizaba, o mutilaba, donde los adultos se sentían vulnerables y los padres no eran de ninguna ayuda. Me inquietaron y aparecieron en mis pesadillas y en mis ensoñaciones, me preocuparon y me perturbaron profundamente, pero también me enseñaron que, si iba a leer historias de ficción, a veces sólo me sería posible descubrir mi zona de confort saliendo de ella; y ahora, como adulto, no eliminaría la experiencia de haberlas leído aunque pudiera hacerlo.

Todavía hay cosas que me perturban profundamente cuando me topo con ellas, ya sea en internet, impresas o en el mundo. Por mucho tiempo que pase no me resultan más sencillas, siguen acelerándome el corazón, nunca me permiten salir indemne de ellas, ni siquiera una vez. Pero me enseñan cosas y me abren los ojos y, si me duelen, lo hacen de maneras que me obligan a pensar, crecer y cambiar.

Mientras leía acerca de las discusiones universitarias, me pregunté si algún día la gente pondría un aviso de material sensible en mis obras de ficción. Me pregunté si estaría justificado que lo hicieran. Y entonces decidí anticiparme.

En este libro encontraréis cosas, como en la vida, que podrían perturbaros. En estas páginas hay muerte y hay dolor, lágrimas y desazón, violencia de todas clases, crueldad, incluso abuso. También hay bondad, espero, de vez en cuando. Incluso unos cuantos finales felices. (La verdad es que hay pocos relatos que acaben mal para todos los personajes). Pero aún hay más: conozco a una mujer llamada Rocky a quien le perturban los tentáculos, y que realmente necesita una advertencia si va a aparecer alguna criatura con tentáculos, sobre todo si éstos tienen ventosas, y que, si se encuentra con un trozo inesperado de calamar o de pulpo, se esconderá, temblando, detrás del sofá que tenga más cerca. Hay un tentáculo enorme escondido entre estas páginas.

Muchas de estas historias acaban mal para, por lo menos, uno de sus protagonistas. Estáis avisados.

Material sensible: Neil Gaiman

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