Resumen del libro:
Agatha Christie, reconocida maestra del misterio y la intriga, nos deleita una vez más con su genialidad en “Matar es Fácil”. En esta novela, nos sumerge en el intrigante pueblo de Whichwood, donde el ex policía Luke Fitzwilliam se ve envuelto en una trama de asesinatos que desafía la lógica.
La trama se inicia con la misteriosa señora Pinkerton, una anciana vecina que predice los crímenes que azotan la localidad. Intrigado por sus revelaciones, Fitzwilliam escucha con escepticismo pero no puede evitar inquietarse cuando, tras la muerte de la anciana en un atropello, el doctor Humbleby, anunciado como la próxima víctima, también aparece muerto.
Decidido a desentrañar el enigma, Fitzwilliam se infiltra en el tranquilo pueblo, adoptando una falsa identidad como escritor en busca de inspiración. Esta artimaña le permite adentrarse en los oscuros recovecos de Whichwood y explorar la intrincada red de secretos que envuelve a sus habitantes.
Con una prosa cautivadora, Christie teje una trama magistral donde cada personaje esconde sus propios misterios y motivaciones. Las descripciones evocadoras y el diálogo agudo mantienen al lector en vilo, desentrañando pistas y tejiendo conjeturas a medida que avanza la narración.
La trama se complica con cada giro inesperado, desafiando las suposiciones del lector y manteniendo el suspenso hasta el clímax. La habilidad de Christie para crear personajes complejos y plausible suspenso es una muestra de su maestría en el género.
En “Matar es Fácil”, Agatha Christie nos regala otra joya del misterio, combinando su talento narrativo con una trama intrigante y personajes memorables. Con su habilidad para mantenernos en vilo hasta la última página, confirma una vez más su estatus como la reina indiscutible del crimen literario.
Este libro es un testimonio de la perdurable relevancia de Agatha Christie en el mundo de la literatura de misterio, y una lectura imprescindible para cualquier amante del género.
Dedicado a Rosalinda y Susana,
primeros críticos de este libro.
Guía del Lector
En un orden alfabético convencional relacionamos a continuación los principales personajes que intervienen en esta obra:
ABBOT: Abogado de Wychwood.
ANSTHRUTHER: Tía de Brígida Conway.
BATTLE: Inspector de policía de Scotland Yard.
BELL: Un viejo vecino del citado pueblo.
BONES (Billy): Inspector de policía.
BONNER: Agente de policía.
CARTER (Enrique): Tabernero en el pueblo de Wychwood.
CARTER (Lucía): Bella muchacha, hija del anterior.
CONWAY (Brígida): Joven hermosa, ex secretaria de lord Whitfield y prima de Jaime Lorrimer.
CHURCH: Una vieja antipática, tía de Ana Gibbs.
ELLWORTHY: Propietario de una tienda de antigüedades.
FITZWILLIAM (Lucas): Joven policía retirado, que regresa a Londres. Protagonista de esta novela.
GIBBS (Ana): Muchacha de servicio.
HARVEY (Jaime): Joven mecánico, prometido de la anterior.
HORTON: Comandante retirado, vecino de Wychwood.
HUMBLEBY (Juan): Viejo médico del ya citado pueblo.
HUMBLEBY (Rosa): Hermosa y excelente muchacha, hija del anterior.
HUMBLEBY (Jessie Rosa): Esposa del viejo doctor y madre de Rosa.
JONES: Director de un Banco local.
JONES (Enriqueta): Hija del anterior.
LORRIMER (Jaime): Antiguo amigo de Fitzwilliam.
PIERCE: Estanquera y madre de Tomás Pierce.
PIERCE (Tomás): Un chiquillo travieso y revoltoso, hijo de la anterior.
PINKERTON (Lavinia): Solterona, vecina de Wychwood y compañera de tren de Lucas Fitzwilliam en un viaje que hizo a Londres.
REED (Juan): Alguacil en el pueblo ya repetido.
RIVERS: Chófer de lord Whitfield.
THOMAS (Geofredo): Joven e inteligente médico de Wychwood.
WAKE (Alfredo): Párroco de ese mismo pueblo.
WAYNFLETE (Honoria): Solterona de esta localidad. Bibliotecaria y ex prometida que fue de lord Whitfield.
WHITFIELD (Lord Gordon): Propietario de varios periódicos locales. Hombre acaudalado y prometido de Brígida Conway.
Capítulo I
UN VIAJERO
¡Inglaterra! ¡Otra vez Inglaterra después de tantos años! ¿Cómo la encontraría?
Lucas Fitzwilliam se hizo esta pregunta al descender de la pasarela del barco y durante la larga espera en la Aduana, hasta que estuvo sentado en el tren.
Al marcharse de Inglaterra fue distinto. Mucho dinero que ganar (bueno, aunque al principio fuese poco), despedir a los viejos amigos, hallar nuevos compañeros, y aquellas frases pronunciadas entre una atmósfera de simpatía. «No tardaré. ¡Puede que me divierta! ¡Hasta pronto!»
Mas ahora no le preguntaban cuándo volvería. Se acabaron las noches calurosas, el sol y la belleza de la rica vegetación tropical, y los ratos de soledad empleados en leer y releer ejemplares atrasados del viejo The Times…
Y allí estaba, retirado, cobrando una respetable pensión, y con algunos medios propios, convertido en un caballero desocupado de regreso a su patria: Inglaterra. ¿Qué iba a hacer ahora?
¡Inglaterra! Volvía a ella en un día de junio, de cielo gris y viento frío. ¡La bienvenida no era muy acogedora! ¡Y la gente! Millares de seres de rostro ensombrecido como el cielo… caras ansiosas, serias y preocupadas.
¡Y las casas! Alzábanse por todas partes como hongos. ¡Qué feas! ¡Enormes jaulas sembradas por todo el país!
Haciendo un esfuerzo, Lucas Fitzwilliam apartó sus ojos del paisaje y se dispuso a echar un vistazo a los periódicos que acababa de comprar: The Times, Daily Clarion y Punch.
Empezó por el Daily Clarion, dedicado a las carreras de caballos.
Pensó: «Es una lástima que no llegásemos ayer. No he estado en el Derby desde los diecinueve años».
En el club había apostado por un caballo y quiso ver lo que el corresponsal del Clarion opinaba de su favorito. Esta frase le desilusionó completamente: «Y en cuanto a Jujube II, Mark, Mille, Santory y Jerry Boy, es difícil que lleguen a clasificarse. Un posible finalista es…»
Pero Lucas no se fijó en el posible finalista. Sus ojos recorrían las apuestas. Jujube II se pagaba sólo a 40 por 1.
Miró su reloj. Las cuatro menos cuarto. «Bueno, ahora ya habrá terminado», se dijo. Y deseó haber apostado por Clarigold, que era otro favorito.
Luego abrió el Times para absorberse en asuntos más serios, aunque no por mucho tiempo, pues un coronel de aspecto imponente sentado ante él, acalorado por lo que acababa de leer, quiso hacerle partícipe de su indignación. Y pasó una buena media hora antes de que se cansara de repetir lo que pensaba de «esos malditos agitadores comunistas».
El coronel se calló por fin, quedándose dormido con la boca abierta. Poco después el tren disminuyó la marcha y se detuvo. Lucas miró por la ventanilla. Se hallaba en una gran estación con muchos andenes, pero desierta. Alcanzó a ver un letrero sobre el kiosco de revistas que decía: «Resultados del Derby», abrió la portezuela y tras apearse corrió hasta el puesto de periódicos. Momentos después contemplaba con el ceño fruncido las letras impresas.
…