Site icon ISLIADA: Portal de Literatura Contemporánea

Matadero cinco

Resumen del libro:

Kurt Vonnegut, uno de los escritores más influyentes del siglo XX, sobrevivió al bombardeo de Dresde durante la Segunda Guerra Mundial, una experiencia que marcó profundamente su obra. Este trágico evento, junto con su captura como prisionero de guerra, se convierten en el corazón de su novela “Matadero Cinco”. Vonnegut, consciente del peligro de glorificar la guerra en el cine, se prometió escribir una obra que la retratara con autenticidad, combinando miedo, humor, viajes en el tiempo y una mezcla de ternura y asombro. Así nació esta novela, que se ha convertido en un emblema de la literatura antibélica y de la contracultura de los años sesenta.

“Matadero Cinco” es una obra maestra que trasciende el género de la novela de guerra. Su protagonista, Billy Pilgrim, es un anti-héroe desgarbado que se desenvuelve de manera desordenada a través del tiempo, transportándonos desde su juventud en la Segunda Guerra Mundial hasta su vida posterior como optometrista en los Estados Unidos. La narrativa no lineal refleja la fragmentada experiencia de Billy, simbolizando el trauma y la desconexión emocional de los soldados que vivieron los horrores de la guerra.

El relato de Vonnegut, con su tono agridulce, nos lleva a través del bombardeo de Dresde, una de las tragedias más devastadoras del conflicto bélico. Pero lo hace de una manera única, mezclando la ciencia ficción con el realismo. Los viajes en el tiempo de Billy no son solo un recurso estilístico, sino una representación de su intento de escapar de los recuerdos traumáticos. Esta estructura fragmentada resalta la absurda y caótica naturaleza de la guerra y su impacto perdurable en aquellos que la experimentan.

Vonnegut introduce en “Matadero Cinco” a los extraterrestres de Tralfamadore, quienes capturan a Billy y lo exhiben en un zoológico. Estos seres tienen una visión del tiempo radicalmente distinta, percibiéndolo como una serie de momentos eternos e inmutables. A través de ellos, Vonnegut cuestiona la noción del libre albedrío y nos invita a reconsiderar nuestra comprensión del tiempo y la inevitabilidad de los eventos, especialmente en el contexto de la guerra.

La novela también está impregnada de un humor negro característico, que Vonnegut utiliza para destacar la ironía y la brutalidad de la guerra. Este enfoque permite a los lectores digerir las atroces realidades del conflicto de una manera más accesible, sin restarle seriedad al mensaje antibélico de la obra. El título mismo, “Matadero Cinco”, es una referencia al matadero en Dresde donde Billy y otros prisioneros se refugiaron durante el bombardeo, subrayando la brutalidad y la deshumanización de la guerra.

“Matadero Cinco” no es solo una narrativa sobre la guerra; es un grito contra la guerra. Vonnegut logra combinar una profunda desesperación con un tenue hilo de esperanza, reflejando su deseo de un mundo sin conflictos bélicos. Es una obra que, a través de su mezcla de realismo y fantasía, deja una marca indeleble en la conciencia de sus lectores, recordándonos la fragilidad de la vida y la absurda devastación de la guerra.

Kurt Vonnegut no solo escribió una novela; creó un clásico eterno que sigue resonando con fuerza en las generaciones actuales. “Matadero Cinco” es una lectura obligatoria para aquellos que buscan entender la verdadera naturaleza de la guerra y sus interminables repercusiones. Es, sin duda, una obra que reafirma la importancia de la literatura como espejo crítico de la humanidad.

Para Mary O’Hare y Gerhard Müller

El ganado muge,
el bebé despierta.
Pero el niñito Jesús
no llora.

1

Todo esto ocurrió, más o menos. Al menos la parte de la guerra es casi toda verdad. Es cierto que a un tipo al que conocí lo fusilaron en Dresde por coger una tetera que no era suya. Es cierto que otro tipo al que conocí amenazó con contratar a pistoleros a sueldo para matar a sus enemigos personales al acabar la guerra. Y así sucesivamente. He cambiado todos los nombres.

También es cierto que volví a Dresde con dinero de Guggenheim (Dios lo bendiga) en 1967. Se parecía mucho a Dayton, Ohio, aunque con más espacios abiertos que Dayton. Debe de haber toneladas de harina de huesos humanos en el suelo.

Volví con un viejo camarada de guerra, Bernard V. O’Hare, y nos hicimos amigos de un taxista que nos llevó al matadero donde nos encerraban de noche a los prisioneros de guerra. Se llamaba Gerhard Müller. Nos contó que había sido prisionero de los estadounidenses durante un tiempo. Le preguntamos qué tal se vivía bajo el comunismo, y respondió que al principio fue horrible, porque todos tuvieron que trabajar mucho, y porque apenas había casas, ropa ni comida. Pero que ahora era mucho mejor. Tenía un agradable apartamentito y su hija recibía una educación excelente. Su madre había muerto incinerada en la tormenta de fuego de Dresde. Es lo que hay.

Envió a O’Hare una postal en Navidad, y he aquí lo que decía:

Les deseo a usted y a su familia, y también a su amigo, una feliz Navidad y un próspero Año Nuevo y espero que volvamos a vernos en el taxi en un mundo de paz en libertad si se da la ocasión.

Eso me gusta mucho: «Si se da la ocasión».

No quiero hablar del dinero, las preocupaciones y el tiempo que me ha costado este pésimo librito. Cuando volví a casa después de la segunda guerra mundial hace veintitrés años, pensé que me resultaría fácil escribir sobre la destrucción de Dresde, pues lo único que tendría que hacer sería contar lo que había visto. Y también pensé que sería una obra maestra o que al menos me permitiría ganar un montón de dinero, dada la envergadura del asunto.

Pero luego no acudieron a mi imaginación muchas palabras sobre Dresde, o en todo caso no las suficientes para escribir un libro. Y tampoco acuden muchas ahora que me he convertido en un viejo pesado con sus recuerdos, sus cigarrillos Pall Mall y sus hijos ya crecidos.

Pienso en lo inútil que ha sido lo que recuerdo de Dresde, y en lo tentador que ha sido escribir sobre Dresde y me viene a la cabeza la famosa quintilla:

Un hombre de la frontera
hablaba así a su manguera:
«Me has dejado en la ruina
y con la salud nada fina,
y ahora ni para mear me sirves siquiera».

Y también me recuerda esa canción que dice:

Me llamo Yon Yonson,
trabajo en Wisconsin
en una serrería.
Cuando me cruzo con la gente por la calle
y me preguntan: ¿Quién eres?
Yo digo:
Me llamo Yon Yonson
Trabajo en Wisconsin…
Y así indefinidamente.

A lo largo de los años, la gente que he ido conociendo me ha preguntado a menudo en qué estoy trabajando, y por lo general les he respondido que lo más importante que tengo entre manos es un libro sobre Dresde.

Una vez le dije eso a Harrison Starr, el director de cine, y él arqueó las cejas y preguntó:

—¿Es un libro contra la guerra?

—Sí —respondí—. Supongo que sí.

—¿Sabes lo que le digo a la gente cuando me entero de que están escribiendo libros contra la guerra?

—No. ¿Qué les dices, Harrison Starr?

—Les digo: «¿Y, en vez de eso, por qué no escribes un libro contra los glaciares?».

Lo que quería decir, claro, era que siempre habría guerras y que eran tan fáciles de detener como los glaciares. Yo también lo creo.

E, incluso si las guerras no siguiesen llegando tan imparables como los glaciares, continuaría estando la muerte normal y corriente.

Cuando era bastante más joven y trabajaba en mi famoso libro sobre Dresde, le pregunté a un antiguo camarada de guerra llamado Bernard V. O’Hare si podía ir a verlo. Era fiscal del distrito en Pensilvania. Yo era escritor en Cape Cod. Habíamos sido soldados de infantería en la guerra, en misiones de reconocimiento. Nunca se nos ocurrió que ganaríamos dinero después de la guerra, pero a los dos nos iba bastante bien.

Hice que la Compañía Telefónica Bell lo encontrara por mí. Para estas cosas son maravillosos. A veces me aqueja a última hora de la noche una enfermedad relacionada con el alcohol y el teléfono. Me emborracho y ahuyento a mi mujer con un aliento que parece gas mostaza mezclado con rosas. Y luego, hablando con mucha seriedad y elegancia al auricular, pido a las telefonistas que me pongan con tal o cual amigo de quien hace años que no tengo noticias.

Así conseguí que O’Hare se pusiera al teléfono. Él es bajo y yo alto. En la guerra éramos Mutt y Jeff.[1] Nos capturaron juntos. Le dije que era yo quien estaba al aparato. No le costó un gran esfuerzo creerlo. Estaba despierto. Leyendo. Todo el mundo en su casa dormía menos él.

—Oye… —le dije—, estoy escribiendo un libro sobre Dresde. Me gustaría tener un poco de ayuda para recordar algunas cosas. Quisiera saber si podría ir a verte, podríamos tomar una copa, charlar y recordar.

No demostró mucho entusiasmo. Dijo que no recordaba gran cosa. No obstante, me animó a ir a verle.

—Creo que el momento culminante del libro será la ejecución del pobre Edgar Derby —dije—. La ironía es tan grande… Una ciudad entera es reducida a cenizas y mueren miles y miles de personas. Y luego detienen en las ruinas a este soldado raso estadounidense por llevarse una tetera. Lo someten a juicio y acaba delante del pelotón.

—¡Hum! —respondió O’Hare.

—¿No crees que es ahí donde debería estar el momento culminante?

—No tengo ni idea —dijo—. Ése es tu negocio, no el mío.

“Matadero cinco” de Kurt Vonnegut

Sobre el autor:

Otros libros

Exit mobile version