Resumen del libro:
Los colonos de Marte han trabajado mucho tiempo en la «terraformación» del planeta rojo y han llegado a producir una atmósfera habitable, similar a la de la Tierra. Varios océanos cubren ahora parte de la superficie, y unas tiendas gigantescas y diáfanas preservan áreas de Marte en su estado original. Mientras tanto, en la Tierra los casquetes de hielo de los polos están fundiéndose y la humanidad lucha por sobrevivir a las inundaciones. Las técnicas de terraformación comienzan a aplicarse en Júpiter y Saturno mientras una nueva edad de hielo amenaza a Marte.
Primera Parte
La Montaña del Pavo Real
Marte es libre ahora. Estamos solos. Nadie nos dice lo que tenemos que hacer.
Era Ann quien hablaba, de pie en la parte delantera del vagón.
Pero es muy fácil volver a caer en las viejas pautas de comportamiento. Acabas con una jerarquía y otra surge para ocupar su lugar. Tendremos que estar en guardia para evitar que eso ocurra, porque siempre habrá quien intente crear otra Tierra. La areofanía ha de ser continua, una lucha eterna. Ahora más que nunca debemos intentar definir qué significa ser marciano.
Sus oyentes, hundidos en los asientos, contemplaban a través de las ventanas el terreno que dejaban atrás con rapidez. Estaban cansados, tenían los ojos irritados. Rojos de ojos enrojecidos. En la cruda luz del amanecer todo semejaba nuevo: la tierra barrida por el viento aparecía desnuda, salvo allí donde la maleza y los guijarros cubiertos de liquen ponían mantos de color caqui. Habían expulsado de Marte a los poderes terrestres; una larga campaña, coronada por meses de frenética actividad, y estaban agotados.
Vinimos a Marte desde la Tierra, y ese pasaje supuso una cierta purificación. Era más fácil comprender las cosas, gozábamos de una libertad de acción que nunca antes habíamos tenido, surgía la oportunidad de expresar lo mejor de nosotros mismos. Y actuamos. Estamos creando una forma de vida mejor.
Ése era el mito, todos habían crecido con él. Y en ese momento, mientras Ann volvía a narrarlo, los jóvenes marcianos la miraron sin verla. Ellos habían diseñado la revolución; lucharon a lo largo y ancho de Marte y empujaron a la policía terrana hacia Burroughs; después inundaron la ciudad y persiguieron a los terranos hasta Sheffield, en la cima de Pavonis Mons. Aún tenían que forzar al enemigo a abandonar Sheffield, subir por el cable espacial y regresar a la Tierra; aún quedaba mucho por hacer. Pero con la exitosa evacuación de Burroughs habían logrado una gran victoria, y algunos de los rostros inexpresivos que miraban a Ann o el paisaje parecían querer un respiro, un momento para saborear el triunfo. Estaban exhaustos.
Hiroko nos ayudará, dijo un hombre joven, rompiendo el silencio de la levitación del tren.
Ann negó con la cabeza. Hiroko es una verde, dijo, la primera verde. Hiroko inventó la areofanía, replicó el joven nativo. Ésa es su principal preocupación: Marte. Ella nos ayudará, lo sé. La encontré y me lo dijo.
Sólo que está muerta, dijo alguien.
Otro silencio. El mundo discurría debajo de ellos.
Al fin, una joven alta se puso de pie, avanzó por el pasillo y abrazó a Ann. El hechizo se había roto; abandonaron las palabras, se levantaron y se agruparon en la parte frontal del vagón, alrededor de Ann, y la abrazaron o le estrecharon la mano… o simplemente la tocaron. Ann Clayborne, la mujer que les había enseñado a amar a Marte, la misma que los había guiado en la lucha para independizarse de la Tierra. Y aunque los ojos enrojecidos de la mujer seguían contemplando fijamente la castigada extensión rocosa del Macizo de Tyrrhena, sonreía. Les devolvía los abrazos, estrechaba las manos, se empinaba para tocar las caras. Todo irá bien, dijo. Conseguiremos que Marte sea libre. Y ellos dijeron sí, y se felicitaron unos a otros. A Sheffield, exclamaron. A terminar el trabajo. Marte nos enseñará cómo hacerlo.
Sólo que ella no está muerta, objetó el hombre joven. La vi el mes pasado en Arcadia. Aparecerá de nuevo. Aparecerá en alguna parte.
…