Mansfield Park
Resumen del libro: "Mansfield Park" de Jane Austen
Fanny Price es una niña todavía cuando sus tíos la acogen en su mansión de Mansfield Park, rescatándola de una vida de estrecheces y de necesidades. Allí, ante su mirada amedrentada, desfilará un mundo de ocio y de refinamiento en el que las inocentes diversiones alimentarán maquinaciones y estrategias de seducción. Ese mundo oculta una verdad peligrosa y sólo Fanny, desde su sumiso silencio, será capaz de atisbar sus consecuencias y amenazas. Mansfield Park recrea un orden familiar y social que se deshace y restaura engañosamente a través de los ojos ambiguos de una jovencita a quien se ha asignado la suerte y el destino de una Cenicienta. Publicada en 1814, Mansfield Park es, probablemente, la novela más densa y compleja de la autora, todo un prodigio de arquitectura narrativa y de profundidad psicológica.
CAPÍTULO I
Hará cosa de treinta años, Miss María Ward, de Huntingdon, con una dote de siete mil libras nada más, tuvo la buena fortuna de cautivar a Sir Thomas Bertram, de Mansfield Park, condado de Northampton, viéndose así elevada al rango de baronesa, con todas las comodidades y consecuencias que entraña el disponer de una hermosa casa y una crecida renta. Todo Huntingdon se hizo lenguas de lo magníficamente bien que se casaba, y hasta su propio tío, el abogado, admitió que ella se encontraba en inferioridad por una diferencia de tres mil libras cuando menos, en relación con toda niña casadera que pudiera justamente aspirar a un partido como aquél. Tenía dos hermanas que bien podrían beneficiarse de su encumbramiento; y aquellos de sus conocidos que consideraban a Miss Ward y a Miss Frances tan hermosas como Miss María no tenían reparos en predecirles un casamiento casi tan ventajoso como el suyo. Pero en el mundo no existen ciertamente tantos hombres de gran fortuna como lindas mujeres que los merezcan. Miss Ward, al cabo de seis años, se vio obligada a casarse con el reverendo Mr. Norris, amigo de su cuñado y hombre que apenas si disponía de algunos bienes particulares; y a Miss Frances le fue todavía peor. El enlace de Miss Ward, llegado el caso, no puede decirse que fuera tan despreciable; Sir Thomas tuvo ocasión, afortunadamente, de proporcionar a su amigo una renta con los beneficios eclesiásticos de Mansfield; y el matrimonio Norris emprendió su carrera de felicidad conyugal con poco menos de mil libras al año. Pero Miss Frances se casó, según expresión vulgar, para fastidiar a su familia; y al decidirse por un teniente de marina sin educación, fortuna ni relación, lo consiguió plenamente. Difícilmente hubiese podido hacer una elección más desastrosa. Sir Thomas Bertram era hombre de gran influencia y, tanto por cuestión de principio como por orgullo, tanto por su natural gusto en favorecer al prójimo como por un deseo de ver en situación respetable cuanto con él se relacionase, la hubiese ejercido con sumo placer en favor de su cuñada; pero el marido de ésta tenía una profesión que escapaba a los alcances de toda influencia; y antes de que pudiera discurrir algún otro medio para ayudarles, se produjo entre las hermanas una ruptura total. Fue el resultado lógico del comportamiento de las respectivas partes y la consecuencia que casi siempre se deriva de un casamiento imprudente.
Para evitarse reconvenciones inútiles, la señora Price no escribió siquiera a su familia participando su boda hasta después de casada. Lady Bertram, que era mujer de espíritu tranquilo y carácter marcadamente indolente y acomodaticio, se hubiera contentado simplemente con prescindir de su hermana y no pensar más en el asunto. Pero la señora Norris tenía un espíritu activo al que no pudo dar reposo hasta haber escrito a Fanny una larga y colérica carta, poniendo de relieve lo disparatado de su conducta y amenazándola con todas las peores consecuencias que de la misma cabía esperar. La señora Price, a su vez, se sintió ofendida e indignada; y una contestación que comprendía a las dos hermanas en su acritud, y en la que vertían unos conceptos tan irrespetuosos para Sir Thomas que la señora Norris no supo en modo alguno guardar para sí, puso fin a toda correspondencia entre ellas durante un largo período.
Sus respectivos puntos de residencia eran tan distantes y los medios en que se desenvolvían tan distintos como para que se considerase casi excluida toda posibilidad de tener siquiera noticia de sus vidas unos de otros, en el curso de los once años que siguieron, o al menos para que Sir Thomas se maravillase de veras de que la señora Norris tuviera la facultad de comunicarles, como hacía de cuando en cuando con voz irritada, que Fanny tenía otro bebé. Al cabo de once años, sin embargo, la señora Price no pudo seguir alimentando su orgullo o su resentimiento, o no se resignó a perder para siempre a unos seres que quizá pudieran ayudarla. Una familia numerosa y siempre en aumento, un marido inútil para el servicio activo, aunque no para las tertulias de amigos y el buen licor, y unos ingresos muy menguados para atender a sus necesidades, hicieron que deseara con avidez ganarse de nuevo los afectos que tan a la ligera había sacrificado; y se dirigió a lady Bertram en una carta que reflejaba tal contrición y desaliento, tal superfluidad de hijos y tal escasez de casi todo lo demás, que su efecto no pudo ser otro que el de predisponerlos a todos a una reconciliación. Precisamente, se hallaba en vísperas de su noveno alumbramiento; y después de deplorar el caso e implorar que quisieran ser padrinos del bebé que esperaba, sus palabras no podían ocultar la importancia que ella atribuía a sus parientes para el futuro sostenimiento de los ocho restantes que ya se encontraban en el mundo. El mayor de los hijos era un muchacho de diez años, excelente y animoso chaval, ansioso de lanzarse a correr mundo; pero, ¿qué podía hacer ella? ¿Había acaso alguna probabilidad de que pudiese ser útil a Sir Thomas en el negocio de sus propiedades de las Antillas? ¿O qué le parecería Woolwich a Sir Thomas? ¿O cómo podía enviarse un muchacho a Oriente?
La carta no resultó infructuosa. Restableció la paz y el mutuo afecto. Sir Thomas cursó amables consejos y recomendaciones, lady Bertram envió dinero y pañales y la señora Norris escribió las cartas.
Éstos fueron los efectos inmediatos, y antes de que transcurriese un año la señora Price obtuvo alguna ventaja más importante aún. La señora Norris manifestaba a los otros, con harta frecuencia, que no podía quitarse de la cabeza a su pobre hermana y a su familia y que, no obstante lo mucho que todos habían hecho por ella, parecía que necesitaba todavía más; y al fin no pudo menos que expresar su deseo de que se aliviase a la señora Price de uno de los muchos hijos que tenía.
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Jane Austen. Escritora inglesa nacida en Steventon el 16 de diciembre de 1775, es considerada una de las autoras más influentes dentro de la literatura anglosajona. De inicio precoz, escribió varias obras de niña que serían compiladas años después de su muerte, fue Sentido y Sensibilidad (1811) su primera obra publicada y con la que consiguió cierto nombre dentro del mundo literario. Dos años más tarde publicaría Orgullo y Prejuicio (1813), que se convertiría en un gran éxito y, posiblemente, en su obra más conocida.
De un estilo innovador en su épica, la novela romántica de Austen, cargada de tintes costumbristas, gozó de gran popularidad en su época y logró influir de manera notable a generaciones posteriores de escritores ingleses.
Sus últimas novelas, Persuasión y La abadía de Northanger, una parodia de la incipiente novela gótica, fueron publicadas juntas en 1817, de manera póstuma.
Varias de las obras de Austen han sido adaptadas al cine y a la televisión, destacando las versiones de Sentido y Sensibilidad (dirigida por Ang Lee) y la serie de televisión de la BBC dedicada a Orgullo y Prejuicio.
Jane Austen murió el 18 de julio de 1817 en la localidad inglesa de Winchester.