Malditos bastardos

Resumen del libro: "Malditos bastardos" de Quentin Tarantino
Quentin Tarantino, maestro del cine posmoderno, traslada su inconfundible estilo narrativo al papel con Malditos bastardos, el guion original de su aclamada película. Su pluma mantiene la esencia de su cine: violencia estilizada, personajes memorables y diálogos cargados de tensión e ironía. Con su habilidad para subvertir la historia y reescribirla a su antojo, Tarantino nos entrega una obra que no solo rinde homenaje al cine bélico, sino que lo reinventa con un tono irreverente y explosivo.
La historia nos sitúa en la Francia ocupada por los nazis, donde una joven judía, Shoshanna Dreyfus, presencia el brutal asesinato de su familia a manos del sádico coronel Hans Landa, conocido como el Cazador de Judíos. Milagrosamente, logra escapar y se refugia en París, donde reconstruye su vida bajo una nueva identidad como propietaria de un cine. Allí, el destino la conduce a cruzar caminos con un grupo de soldados judeoamericanos que han hecho de la cacería de nazis su misión personal.
Liderados por el carismático y despiadado teniente Aldo Raine, los Bastardos han sido reclutados para sembrar el terror entre las filas alemanas. Su método es brutal: arrancar cabelleras, ejecutar oficiales sin piedad y dejar un rastro de sangre en su avance. Junto a la misteriosa actriz y espía Bridget von Hammersmark, planean un golpe audaz que podría cambiar el curso de la guerra.
El clímax de la historia se desata en el cine de Shoshanna, donde el alto mando nazi se congrega para el estreno de una película de propaganda. Lo que ignoran es que el lugar se convertirá en la trampa perfecta. Mientras los Bastardos llevan a cabo su misión, Shoshanna, lejos de ser una simple espectadora, pone en marcha su propia y calculada venganza. La noche del estreno se transforma en un espectáculo de fuego, pólvora y destino.
Malditos bastardos es un relato vibrante que combina acción, humor negro y un profundo amor por el cine. Tarantino juega con la historia y la cinematografía en un ejercicio de ficción histórica que resulta tan visceral como ingenioso. Su talento para el diálogo y la construcción de personajes convierten el guion en una lectura tan fascinante como su versión en pantalla. Un homenaje al séptimo arte y una de las narraciones más audaces de su carrera.
INTRODUCCIÓN
Hace tiempo conocí a un chico como Quentin Tarantino. A los once años, Scott era un genio. Su especialidad no eran las imágenes ni el humor negro ni la historia ni nada propio de humanos. Era un fenómeno con las máquinas. Yo le daba al chaval aparatos electrónicos descompuestos y restos de tecnología estropeada, y él me devolvía una linterna hecha con un reproductor de ocho pistas, una tostadora fabricada con casetes o un radiodespertador que había construido con piezas de tocadiscos.
Nunca me pregunté cuáles eran las razones de Scott para ser una especie de doctor Moreau armado de soldador. Me parecía suficiente motivo que trajera cosas nuevas al mundo. Lo nuevo prevalecía sobre cualquier utilidad concreta, y la invención ya era razón de por sí.
De manera parecida, a lo largo de su carrera cinematográfica, Quentin Tarantino ha construido a partir de lo cotidiano cosas nunca vistas antes. Su apreciación del statu quo del cine ha sido siempre la de un inventor que rebusca en una chatarrería. Una y otra vez ha escogido trozos de pasado, ha ensamblado por igual tradiciones y tópicos en formas que reconocemos solo en fragmentos. Sus películas arden ante nuestra mirada y hace que se nos antojen extrañas y familiares, todo a la vez. Tarantino nos devuelve al futuro.
Y lo ha vuelto a hacer con Malditos bastardos.
En este guión veréis bocadillos de historietas sacados directamente de viñetas de cómic. Veréis un narrador incorpóreo que aparece como caído del cielo. Imágenes en blanco y negro que evocan venerables películas francesas. Un objetivo teñido de rojo. Flashbacks. El título mismo ha sido fusilado (y rematado con faltas de ortografía) de un filme bélico italiano de 1978. El guión recuerda también las películas de propaganda clásicas de Leni Riefenstahl y Joseph Goebbels. Muestra fugazmente los rostros de Hitler y Churchill, el interior de una sala de cine de París en tiempo de guerra, y acerca la cámara a los horrores del combate cuerpo a cuerpo, a la obsesión por la vendetta. Este es, con diferencia, material mucho más descarnado que el que Scott componía para mí hace años, pero Tarantino siente el mismo respeto y veneración por los antecedentes que sentía aquel chaval eufórico y extraordinario.
Malditos bastardos no se queda en sátira o en mero remedo. Como historia bélica es reverentemente auténtica, contiene toda la tensión y la magia de lo mejor de su género, sea libro o película. Al mismo tiempo, es Tarantino, es su propia obra.
La escena ocurre en París, a mediados de junio de 1944. Americanos e ingleses están aún en las playas de Normandía y van avanzando penosamente tierra adentro a través de pueblos y cercos fuertemente guardados. El ejército alemán aún no admite la posibilidad de una derrota inminente. Llevan cuatro años en Francia sin ser molestados y le han cogido gusto al lugar. Los soldados callejean por París, frecuentan los cines y cortejan a las mademoiselles que se dejan cortejar. Pero en la obra de Tarantino siempre hay un cataclismo subyacente. La desesperación crece entre los nazis, que redoblan sus esfuerzos por erradicar a los últimos judíos de Europa antes de que la guerra cambie de rumbo. Percibimos como el tiempo pasa inexorablemente para Alemania en una película producida por Goebbels, hecha para levantar el ánimo de la tropa mediante la exaltación de un francotirador solitario que mató a trescientos soviéticos en el frente del Este. Una reducida cuadrilla de soldados judeoamericanos se dedica a asesinar sin reparo tras las líneas enemigas (judíos que arrancan cabelleras, otro invento salido de la pluma de Tarantino). Una joven trama en secreto una venganza contra los nazis, que han asesinado a su familia.
Mientras que el filme da vida a Malditos bastardos con todo su color, movimiento y dimensión, el manuscrito proporciona un placer que la película no puede dar. El guión en borrador proporciona una intimidad inigualable con la interacción del diálogo, la acción y el escenario de Tarantino, cuando es tu voz interior la que recita las líneas de texto, cuando es el ojo de tu mente el que filma las escenas. Además, la voz personal de Tarantino llena el guión con su descripción de las motivaciones («avante, encanto, ¡avante a toda máquina!»), indicaciones para la cámara («vemos las tres pistolas apuntando a las correspondientes entrepiernas»), acción («AMBOS DISPARAN y RECIBEN tantos TIROS que es casi romántico ver cómo se desploman, MUERTOS, en el suelo») y descripciones de los personajes («un joven del tipo de George Sanders, el de los años de El Santo y Los asuntos privados de Bel Ami») y de los escenarios («el auditorio recuerda una de aquellas películas de serie B donde Tinto Brass fusiló La caída de los dioses de Visconti»). No encontraréis asiento en ninguna sala de cine para este maravilloso espectáculo. Es todo teatro de la mente; avante, encanto.
Curiosamente, en Malditos bastardos, una película sobre la Segunda Guerra Mundial, el recuento de cadáveres es menor que en muchas películas anteriores de Tarantino. Aunque no escasean las escenas de caos y de carnicería, parece que el marco de violencia histórica real ha constreñido la tendencia natural del director a emplearla con generosidad. El guión habla de vidas y muertes y hechos terribles de gente real. Tarantino evoca un verdadero mundo en guerra. Es plausible y aterrador.
El día que conocí a Quentin Tarantino, cenamos en un restaurante de moda en Tribeca. Al poco rato estábamos los dos de pie, cantando «Ya Got Trouble» para la clientela que nos rodeaba. Yo había participado en la obra Music Man en el instituto, así que tenía una razón, si no una excusa. No creo que Tarantino hubiera estado nunca en la obra. El tipo sonriente que tenía delante, cantando, bebiendo y fumando, era el más grande cineasta de América, y estaba tan enamorado del cine que se sabía de memoria hasta el tema central de Music Man.
En el guión de Malditos bastardos, los gustos y el talento de Tarantino quedan destacados de manera tan radiante como si estuvieran a su vez proyectados sobre una gran pantalla. No se dejan de percibir al ser leídos. El autor demuestra un total dominio del material que aquí expone, tanto en los fragmentos del pasado como en los del presente. Clásico Tarantino rumbo hacia nuevos horizontes.
Tal como reza la última línea de diálogo, recitada por el teniente Aldo Raine, héroe un tanto retorcido (y no es descabellado pensar que se trata del escritor y director mismo, hablándonos desde el papel): «Creo que esta podría muy bien ser mi obra maestra».
El guión termina con una acotación del director para todos nosotros:
«Ambos ríen morbosamente».
DAVID L. ROBBINS, autor de The Betrayal Game,
The Assassins Gallery, War of the Rats,
Liberation Road y Broken Jewel (de próxima aparición).
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Quentin Tarantino. Quentin Jerome Tarantino, nacido el 27 de marzo de 1963 en Knoxville, Tennessee, es un influyente director de cine, guionista y productor conocido por su estilo distintivo y su pasión por el cine. Su carrera se caracteriza por su enfoque audaz en la narrativa no lineal, la mezcla de géneros y su amor por el diálogo elaborado.
Desde joven, Tarantino desarrolló un interés apasionado por el cine, trabajando en una tienda de videos y asistiendo a clases de actuación y escritura de guiones en Los Ángeles. Su primer gran avance llegó en 1992 cuando escribió y dirigió "Reservoir Dogs" (Perros de la calle), una película de bajo presupuesto que rápidamente se convirtió en una obra de culto debido a su estilo innovador y diálogo agudo. La película estableció su firma distintiva, que incluía una narrativa no lineal, violencia estilizada y un eclecticismo musical.
Sin embargo, fue con "Pulp Fiction" (Tiempos violentos) en 1994 que Tarantino se consolidó como uno de los directores más influyentes de su generación. La película, una mezcla ecléctica de géneros que presentaba múltiples historias entrelazadas, diálogos memorables y personajes icónicos, ganó la Palma de Oro en el Festival de Cannes y le valió a Tarantino su primer Premio de la Academia al Mejor Guion Original.
A lo largo de su carrera, Tarantino continuó entregando películas únicas y audaces. "Jackie Brown" (1997) fue un homenaje al cine negro de los años 70, mientras que "Kill Bill: Vol. 1" (2003) y "Kill Bill: Vol. 2" (2004) fueron un tributo a las películas de artes marciales y venganza. "Inglourious Basterds" (Malditos bastardos) en 2009 presentó una historia alternativa de la Segunda Guerra Mundial, y "Django Unchained" (Django sin cadenas) en 2012 exploró la esclavitud y la venganza en el sur de Estados Unidos.
En 2015, Tarantino lanzó "The Hateful Eight" (Los odiosos ocho), un western de misterio ambientado después de la Guerra Civil estadounidense. Tarantino también ha incursionado en proyectos como la dirección de segmentos en películas como "Four Rooms" (1995) y "Sin City" (2005), así como la codirección de la película de terror "Grindhouse" (2007) junto a Robert Rodriguez.
A lo largo de su carrera, Quentin Tarantino ha sido aclamado por su estilo único, diálogos ingeniosos, bandas sonoras icónicas y habilidad para fusionar elementos de la cultura pop en sus películas. Ha ganado numerosos premios y reconocimientos, incluidos varios Premios de la Academia y Palmas de Oro en Cannes. Aunque ha anunciado planes de retirarse después de dirigir un número limitado de películas, su influencia en la industria del cine y su legado perdurarán como uno de los cineastas más destacados e innovadores de su generación.