Resumen del libro:
Jonathan Swift, autor irlandés del siglo XVII, dejó un legado literario perdurable con su obra maestra “Los viajes de Gulliver”. Publicada por primera vez en 1726, esta novela satírica ha mantenido su relevancia a lo largo de tres siglos, cautivando a lectores con su combinación de aventuras y reflexiones filosóficas sobre la naturaleza humana y la sociedad.
En esta obra, seguimos las peripecias de Lemuel Gulliver, un naufragante cuyos encuentros con diversas sociedades ficticias revelan aspectos intrigantes y críticas mordaces sobre la condición humana. Desde los diminutos liliputienses hasta los colosales habitantes de Brobdingnag, pasando por los equinos houyhnhnms y sus contrapartes salvajes, los yahoos, cada encuentro ofrece una nueva perspectiva sobre la complejidad de la sociedad y la moralidad.
Swift utiliza la ironía y la sátira para exponer las fallas y absurdos de la sociedad de su tiempo, así como para lanzar preguntas profundas sobre la esencia misma de la humanidad. A través de las aventuras de Gulliver, el autor nos insta a reflexionar sobre nuestras propias acciones y valores, mientras nos sumerge en un mundo de fantasía que encierra sorprendentes similitudes con la realidad.
La prosa ágil y cautivadora de Swift, combinada con su aguda observación de la naturaleza humana, convierte a “Los viajes de Gulliver” en una lectura cautivadora y reveladora. La obra sigue siendo un referente en la literatura universal, inspirando a generaciones de lectores y continuando su legado como una crítica atemporal de la sociedad y una exploración de lo que significa ser humano.
I
El autor nos relata su historia, la de su familia y su temprana
inclinación a viajar. Naufraga y salva la vida a nado.
Llega a la costa del país de Lilliput sano y salvo.
Es capturado y llevado al interior.
Mi padre poseía una pequeña hacienda en el condado de Nottingham; yo era el tercero de sus cinco hijos. Cuando tuve catorce años me envió a Emanuel, colegio universitario de Cambridge, donde residí por espacio de tres años consagrado enteramente a mis estudios. Pero como la manutención (a pesar de mis escasas necesidades) resultaba muy gravosa para unos medios tan reducidos, entré como aprendiz del señor Bates, eminente cirujano londinense con quien permanecí cuatro años. Las pequeñas sumas de dinero que de vez en cuando mi padre me enviaba las invertí en aprender navegación y diversas áreas de las matemáticas que resultan útiles para quienes proyectan viajar, cosa que yo siempre había creído que, un día u otro, tendría la suerte de hacer. Cuando dejé al señor Bates, volví con mi padre. Allí, con su ayuda, la de mi tío John y la de otros familiares, reuní cuarenta libras y la promesa de una pensión anual de otras treinta para mi sustento en Leyden donde, conocedor de su utilidad para viajes prolongados, estudié medicina durante dos años y siete meses.
Poco después de regresar de Leyden, fui recomendado por mi buen maestro, el señor Bates, para cirujano del Swallow, al mando del capitán Abraham Pannell, con quien estuve tres años y medio, efectuando un par de viajes al Mediterráneo oriental y a otros diversos lugares. A mi regreso decidí establecerme en Londres con el apoyo de mi maestro, el señor Bates, quien me recomendó a varios pacientes. Alquilé parte de una casita en Old Jury. Me casé con la señorita Mary Burton, segunda hija del señor Edmond Burton, calcetero de Newgate Street, y recibí una dote de cuatrocientas libras.
Pero a la muerte de mi estimado maestro, el señor Bates, dos años después, al tener yo pocas amistades, la clientela empezó a disminuir, pues mi conciencia no me permitía imitar los malos hábitos de demasiados de mis colegas. Por consiguiente, después de consultarlo con mi mujer y algunos conocidos, decidí hacerme a la mar. Fui cirujano en dos barcos sucesivamente y durante seis años efectué varios viajes a las Indias Orientales y Occidentales con los que mejoré mi situación. Empleaba mis horas libres en la lectura de los autores antiguos y modernos de primera línea, pues siempre disponía de un buen número de libros; y cuando estaba en tierra, observaba las costumbres y forma de ser de la gente y aprendía su lengua, para lo que, gracias a una memoria feliz, tenía gran facilidad.
Al serme muy poco rentable el último de mis viajes me cansé de navegar e intenté permanecer en casa con mi mujer y mi familia. Me trasladé de Old Jury a Fetter Lane y de allí a Wapping, pues confiaba en conseguir clientela entre los marineros, pero no me dio resultado. Tras esperar durante tres años a que las cosas se enderezasen, acepté una oferta ventajosa del capitán William Prichard, que mandaba el Antelope, con destino a los mares del Sur. Zarpamos de Bristol el día 4 de mayo de 1699. Al principio la travesía resultó muy propicia.
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