Resumen del libro:
Los poderes de la oscuridad es una obra fascinante que revela una versión alternativa de la novela clásica de Bram Stoker, Drácula. Se trata de una traducción al islandés realizada por Valdimar Ásmundsson en 1900, que incluye cambios significativos en la trama, los personajes y el estilo. El libro fue redescubierto en 2014 por el investigador Hans Corneel de Roos, quien lo editó y lo comparó con el original inglés. El resultado es una obra que ofrece una nueva perspectiva sobre el mito del vampiro y sus implicaciones culturales.
El libro se divide en dos partes: la primera es la traducción al español del texto islandés, realizada por José María Pérez Fernández, y la segunda es un estudio crítico de De Roos, que analiza las diferencias entre las dos versiones y las posibles razones detrás de ellas. La primera parte es un relato apasionante que sigue las aventuras de Thomas Harker, un joven abogado que viaja a Transilvania para cerrar un negocio con el conde Drácula. Allí descubre que el conde es un ser maligno que se alimenta de sangre humana y que tiene planes de conquistar Londres con su ejército de muertos vivientes. Harker logra escapar y se une a un grupo de amigos que intentan detener al vampiro antes de que sea demasiado tarde.
La segunda parte es un ensayo erudito que explora las diferencias entre Los poderes de la oscuridad y Drácula, tanto en el nivel narrativo como en el simbólico. De Roos sostiene que Ásmundsson no solo tradujo la novela de Stoker, sino que la adaptó a su contexto histórico y cultural, introduciendo elementos propios de la literatura y el folclore islandés. Así, el libro presenta una visión más oscura y violenta del vampirismo, que refleja las tensiones políticas y sociales de la época. De Roos también examina las fuentes literarias e históricas que inspiraron a Stoker y a Ásmundsson, así como las influencias que ambos autores tuvieron en la literatura posterior.
Los poderes de la oscuridad es un libro imprescindible para los amantes de la literatura gótica y de los vampiros. No solo ofrece una lectura novedosa y sorprendente de una obra maestra del género, sino que también abre nuevas vías de investigación y reflexión sobre el origen y la evolución de uno de los mitos más populares y universales de la cultura occidental.
Prefacio
de Dacre Stoker
Existen misterios cuya solución los hombres solo pueden vislumbrar, misterios que, por mucho tiempo que pase, solo resolverán a medias.
BRAM STOKER, Drácula, 1897
Es un honor escribir este prefacio para mi amigo y compañero de viaje Hans de Roos, que se ha atrevido a hurgar en el más reciente de los misterios de Drácula. Recuerdo muy bien la conversación telefónica en la que Hans me contó por primera vez que había significativas diferencias textuales entre la edición inglesa de Drácula y la edición islandesa. Una vez que me di cuenta de que Makt Myrkranna no era simplemente una traducción al islandés de Drácula, sino que se trata de una historia muy diferente, me pregunté: ¿quién era consciente de ello durante todos estos años? ¿Quién lo ha leído? Mientras le comunicaba a De Roos mi entusiasmo y mis primeras impresiones, me sentía impaciente por leer la traducción al inglés del texto islandés para así empezar a hacerme una idea de este nuevo descubrimiento. Además, me vi obligado a reflexionar de nuevo sobre el imborrable legado de la obra más célebre de mi tío bisabuelo.
Con regularidad, doy conferencias en eventos literarios y cinematográficos sobre la historia y los misterios que rodean Drácula, y siempre tengo la sensación de que los seguidores de la novela y de los subgéneros que ha inspirado están realmente interesados en cualquier información contextual sobre Bram y las circunstancias que dieron lugar a la novela. Drácula es considerado un clásico, en parte porque, más de un siglo después de su aparición, los lectores e investigadores siguen buscando las respuestas a los orígenes e interpretaciones de la novela. La traducción de Makt Myrkranna parece tener como origen una publicación en formato de serie en un periódico sueco, y la incertidumbre sobre cómo esta versión del relato original de Bram fue a parar allí constituye razón más que suficiente para que una nueva generación especule y se formule preguntas al respecto.
Con el hallazgo de De Roos se añade otro importante misterio a la lista de interrogantes sin resolver que envuelve al clásico del género gótico de Bram Stoker. Por ejemplo, ¿cómo pudieron sobrevivir 124 páginas de notas del autor a un viaje tan tortuoso antes de encontrar acomodo en el Museo Rosenbach de Filadelfia? Y ¿dónde estaba la única copia mecanografiada conocida de Drácula en los años que pasaron entre su llegada a Filadelfia y su adquisición final por parte de Paul Allen, famoso por ser fundador de Microsoft?
Parece ser que poco después de la publicación de la obra, Bram entregó la única copia mecanografiada conocida al coronel Thomas C. Donaldson, de Filadelfia, amigo íntimo y biógrafo de Walt Whitman, que se encargaba de los asuntos legales de muchos escritores. Tras la muerte de Whitman, y de acuerdo con sus deseos, Donaldson le dio a Bram las notas originales de la conferencia que el poeta había dado sobre Abraham Lincoln. En una de las visitas que Bram había realizado a casa de Whitman, ambos habían conversado sobre su mutuo interés en la figura de Lincoln. Más tarde, en sus propias conferencias sobre este, Bram citaría el exagerado relato personal de Whitman acerca de la noche en que dispararon al presidente. Donaldson falleció en 1898, y al año siguiente Henkel’s vendió su extensa colección de cartas y manuscritos. No obstante, transcurrió casi un siglo antes de que la copia mecanografiada de Drácula fuese encontrada en un garaje de Pensilvania entre las pertenencias de la familia Donaldson. La copia cambió de manos unas cuantas veces hasta que en 2002, después de ser ofrecida con enorme fanfarria por la empresa de subastas Christie’s sin que llegase a alcanzar el precio mínimo exigido, fue finalmente adquirida por Paul Allen.
El 7 de julio de 1913, quince meses después de la muerte de Bram Stoker, la venta por parte de Sotheby’s de su biblioteca personal incluía un libro escrito por el coronel Donaldson y dedicado en 1898 por su hijo, Thomas Blaine Donaldson, a Bram con las palabras «como recuerdo». En la misma subasta, James Drake, un tratante de libros de Nueva York, compró por el precio de dos libras el lote 182, que consistía en 124 páginas marcadas como «Notas originales y datos para su Drácula». Las «Notas» reaparecieron en 1946, en una imagen de la revista Life como parte de un reportaje sobre manuscritos raros en el que se decía que habían sido compradas para la colección Scribner por quinientos dólares. Más tarde, en 1970, el Museo Rosenbach de Filadelfia las compró a un anticuario de libros llamado Charles Sessler. No fue hasta mediados de esa década cuando, gracias a dos catedráticos del Boston College, Raymond McNally y Radu Florescu, el trabajo preliminar de Bram para Drácula atrajo la atención sobre él. Mientras investigaban un famoso folleto llamado Dracole Waida (Núremberg, c. 1488), que incluía un grabado en madera de Vlad Dracul III, McNally y Florescu visitaron el Museo Rosenbach. Para su enorme sorpresa, el encargado del archivo les sugirió que también podían interesarles las notas de la investigación realizada por Bram Stoker antes de escribir Drácula, que el museo había comprado unos años antes y permanecían medio olvidadas en el archivo. Así fue como obtuvieron una nueva perspectiva de la documentación y el proceso creativo de Bram, que mostraron en su obra The Essential Dracula (1979). Sin embargo, en su siguiente trabajo, In Search of Dracula (1994), trazaron una conexión directa entre el conde Drácula de Bram y el príncipe Vlad Dracul de Valaquia, transformando básicamente a Vlad Dracul III en un vampiro, para disgusto de los historiadores y de los habitantes de Rumanía. Otros investigadores siguieron el ejemplo de McNally y Florescu, y la peregrinación al Museo Rosenbach continúa proporcionando en la actualidad una oportunidad única para extraer conclusiones de las notas originales de Bram. Como alternativa, los interesados pueden consultar la edición facsimilar, con excelentes anotaciones, creada en 2008 por los investigadores doctora Elizabeth Miller y Robert Eighteen-Bisang.
Por desgracia, aparte de la copia mecanografiada y de las notas, Bram nos dejó muy poca información de primera mano sobre Drácula. Para llenar ese vacío, una y otra vez se ha citado, como si se tratara de una verdad irrefutable, una broma privada de la familia relatada por el único hijo de Bram, Noel Stoker, a Harry Ludlam, autor de A Biography of Dracula: The Life Story of Bram Stoker (1962) y My Quest for Bram Stoker (2000): de forma muy poco seria, Bram «atribuía la génesis de Drácula a una pesadilla que había tenido por haberse excedido con el cangrejo durante la cena».
Hasta la fecha solo se ha encontrado una entrevista concedida por Bram a propósito de Drácula; escrita por Jane Stoddard, de British Weekly, apareció a las cinco semanas de la publicación de la novela y tiene una extensión de apenas 896 palabras. Además, solo existen dos cartas conocidas en las que Bram habla de Drácula, una de ellas dirigida al antiguo primer ministro británico William Gladstone, en 1897, la cual revela muy poco acerca de la opinión de Bram sobre su propia obra, aparte de que esperaba que «purificase la mente mediante la pena y el terror».
Aparte de esta pequeña reserva de «textos canónicos» (la copia mecanografiada de Donaldson, las notas del Museo Rosenbach, la broma sobre el cangrejo, la entrevista de Stoddard y la carta a Gladstone), solo disponemos de las opiniones de terceros para explicar las posibles fuentes de inspiración y motivación que dieron lugar a la obra de Bram.
El redescubrimiento de Makt Myrkranna nos proporciona nueva información y también nuevos enigmas. Desafortunadamente, puede que nunca lleguemos a conocer todos los detalles del acuerdo (si es que tal acuerdo existió) entre Bram Stoker y Valdimar Ásmundsson, quien transcribió la historia del sueco al islandés y la publicó en su periódico, a lo que siguió una publicación en formato libro unos seis meses más tarde. El acuerdo de 1897 entre Bram y Archibald Constable, el editor de Drácula, «no incluye ningún otro lugar o país aparte del Reino Unido de Gran Bretaña, Irlanda y las Posesiones Británicas (con la excepción de Canadá) y el mencionado Autor tendrá libertad para negociar con otros distintos a los citados Editores la publicación de dicha obra…», sin mención específica a traducciones. Por desgracia, la familia Stoker ya no posee copias de los contratos de publicación de Bram, pero el acuerdo entre este y Archibald Constable claramente le permitía vender Drácula, o cualquier versión de Drácula, para su traducción.
Mientras no se presenten nuevas evidencias, parece seguro afirmar que Makt Myrkranna (Islandia, 1900) fue la tercera versión traducida de Drácula, precedida por la edición húngara de 1898 y la edición sueca de 1899. La relación entre el texto sueco y el islandés fue descubierta por Rickard Berghorn, quien amablemente nos informó de ello. Según varios documentos de cuya existencia me ha informado el investigador John Edgar Browning, la versión húngara parece ser una traducción directa de Drácula, mientras que el reciente descubrimiento de Berghorn ha demostrado que la versión sueca es muy diferente del texto original de Stoker. De hecho, parece que la versión islandesa es una versión abreviada del texto sueco, pero enriquecida con matices nórdicos.
La primera de estas variaciones nórdicas en ser descubierta y presentada en inglés, aunque solo parcialmente, fue el prólogo a Makt Myrkranna, que Richard Dalby publicó en 1986 en su Bram Stoker Omnibus. Este prólogo, notablemente distinto del de la edición original de 1897 de Drácula, editada por Archibald Constable, fue considerado durante mucho tiempo por los investigadores como la única diferencia entre la edición islandesa de 1901 y la edición de Constable de 1897; nadie se percató de los elementos completamente nuevos del argumento y de los personajes que esperaban a ser descubiertos en el texto. Fue necesario un investigador abnegado como De Roos para organizar un equipo y traducir la complicada lengua islandesa de vuelta al inglés a fin de sacar a la luz este enigma, un enigma que ha reposado en las estanterías delante de los ojos de muchos de nosotros durante más de cien años. Creo que a Bram le habría encantado la ironía de la situación. Él sabía que el mejor lugar para esconder algo es a plena vista, tal y como escondió a su conde vampiro como un rostro más entre las multitudes que abarrotaban las calles de Londres. Makt Myrkranna se publicó hace más de un siglo, y ahora nos sorprende descubrir que no es en absoluto lo que habíamos imaginado.
Además, el hallazgo de De Roos pone el foco en el proceso de traducción, que en el caso de esta edición islandesa aparece junto a diferencias significativas entre ambos textos. Esto plantea la cuestión de si deberían examinarse también todas las demás ediciones traducidas de Drácula en busca de diferencias relevantes. Mientras que tales comparaciones exceden el ámbito del trabajo de Hans, y desde luego de este prefacio, y deben ser el objeto de futuros estudios, la metamorfosis de Drácula a Makt Myrkranna es algo que me interesa especialmente.
Puesto que soy autor de dos textos traducidos para su publicación en multitud de lenguas diferentes, sé por experiencia propia que la traducción literaria no es algo sencillo, y que hacerlo bien requiere un trabajo ingente. Aun en la actualidad, con el acceso a software muy avanzado en la materia, el elemento humano continúa siendo indispensable en el proceso de traducción. Resulta crucial que el traductor entienda el género y el período histórico en el que se sitúa la novela. Como la traducción literal palabra por palabra es muy rara vez efectiva, el traductor debe asegurarse de que la intención, la emoción y la atmósfera de la lengua original lleguen al lector del idioma al que traduce. Cualquier autor puede haberse visto afectado por malas traducciones, excepto aquellos más diligentes y decididos. En relación con la novela Drácula, la errónea traducción de un poema del siglo XV cambió de forma radical la intención del poeta y provocó una interpretación equivocada de las intenciones de Bram. Al describir las crueles acciones de Vlad Dracul III contra los comerciantes sajones en Transilvania, Michael Beheim, poeta de la corte de Federico III, emperador del Sacro Imperio Romano, escribió que Vlad se lavaba las manos con la sangre de sus enemigos. Un fragmento del poema fue en un principio traducido de forma incorrecta, diciendo que Vlad mojaba su pan en un cuenco y bebía la sangre de sus enemigos muertos, por lo que se le etiquetó como vampiro. Más tarde, el poema fue traducido con el contexto correcto, evidenciando la relevante diferencia entre un vampiro bebedor de sangre y un tirano sanguinario.
¿Fueron las variantes sueca e islandesa el resultado de errores de traducción, de una licencia creativa llevada demasiado lejos, o representan otra versión de la historia en la que Bram estuvo trabajando durante años? Sin duda, me inclino por esta última opción.
Creo que durante los siete años comúnmente aceptados como el período de tiempo en que Bram trabajó en Drácula, hubo más de una versión de la historia: múltiples borradores y líneas argumentales que se añadían o se quitaban. Probablemente el ejemplo más conocido sea El invitado de Drácula, un relato corto publicado tras la muerte de Bram. Según Florence Stoker, esa sección se quitó del original porque el libro era demasiado extenso.
En las notas del Museo Rosenbach se aprecia que Bram utilizaba hojas de calendario para establecer la correcta línea temporal de los movimientos y el intercambio epistolar en Drácula. El texto comienza con Jonathan Harker saliendo de París y haciendo escala en Múnich durante seis días en ruta hacia Transilvania, aunque estos primeros elementos de la historia no fueron incluidos en la edición de 1897. Existen suficientes similitudes entre el argumento de El invitado de Drácula y el de Drácula para que este relato sea considerado por muchos el eliminado primer capítulo de la novela. La copia mecanografiada entregada a Donaldson comienza en la página 102, y El invitado de Drácula tiene menos de veinte páginas, de modo que parece haber unas ochenta páginas de la copia mecanografiada de las que no se sabe nada.
De hecho, la copia de 529 páginas entregada al coronel Donaldson llevaba por título El No Muerto. En las páginas, Bram o un editor realizó añadidos y tachaduras a mano; las más significativas de esas correcciones fue el cambio de título de El No Muerto por Drácula y la eliminación de tres párrafos, lo que cambió por completo el final. En lugar de que el castillo del conde Drácula fuese destruido por la erupción de un volcán, como ocurre en la copia original, en la edición de Archibald Constable la escena sugiere una muerte del conde mucho más ambigua.
El hermano de Bram, Thornley Stoker, un cirujano que vivía en Dublín, realizó notas de edición en la copia mecanografiada de Donaldson. ¿Viajó esa copia entre Londres y Dublín, y de nuevo a Londres en manos de Bram, y más tarde a editores londinenses para que la pulieran antes de convertirse en la versión final de Archibald Constable de 1897, solo para ser redescubierta en un garaje de Pensilvania?
A algunos les puede intrigar que la obra de Bram fuera traducida al sueco y al islandés, pero a mí me parece lógico, teniendo en cuenta la fascinación por los vikingos y la tradición nórdica en los círculos literarios de su época. En el colegio, los niños leían traducciones de las sagas heroicas, y la conexión de Bram con los vikingos era algo personal, pues creció en Clontarf, Dublín, donde en 1014 tuvo lugar una batalla entre la alianza norirlandesa y el rey de Irlanda, Brian Boru.
En los años que precedieron a la publicación de Drácula y Makt Myrkranna, viajar a Islandia estaba de moda. «Viajar» era una diversión popular mencionada en Who’s Who: An Annual Biographical Dictionary, y tanto artistas como profesores y escritores se sentían fascinados por el folclore de Islandia, su lengua, su historia y sus paisajes salvajes. El reverendo Sabine Baring-Gould, arqueólogo, experto en folclore y escritor de canciones, aprendió de forma autodidacta la lengua islandesa y se dedicó a traducir sagas nórdicas. Escribió que la literatura islandesa proporcionaba una visión de supersticiones extendidas por todo el mundo, y tres años después de haber viajado al país publicó su Book of Werewolves (1865), una de las fuentes utilizadas por Bram para Drácula. En la única referencia directa a Islandia que aparece en Drácula, el conde afirma que su linaje incluye el espíritu luchador de los guerreros islandeses. En el Book of Werewolves, la superstición islandesa «de ser eigi einhamir, no de una sola piel» describe uno de los aspectos del poder del conde Drácula: «hombres que podían apropiarse de otros cuerpos, y de la naturaleza de los seres de cuyos cuerpos se habían adueñado», que «adquirían la fuerza de la bestia en cuyo cuerpo viajaban, además de la suya propia» […] «de forma que solo pueden ser reconocidos por sus ojos, que ningún poder les permite cambiar». La obra de Baring-Gould, Iceland: Its Scenes and Sagas (1863), fue usada como guía de viajes por los aficionados a Islandia que realizaban la peregrinación al norte, y ofrecía «las minuciosas particularidades de cada etapa del viaje y de los medios para completarla» (The Westminster Review, vol. 81, 1864, p. 117).
Bram era amigo íntimo de Thomas Hall Caine, autor nacido en la Isla de Man y entusiasta de Islandia. De hecho, Drácula (1897) estaba dedicado «A mi querido amigo Hommy-Beg», apodo de Caine que en la lengua vernácula de la Isla de Man significa «pequeño Tommy». La conocida novela de Caine The Bondman (1890), parcialmente ambientada en Islandia, fue completada y publicada por capítulos antes de que, en 1899, su autor pasara dos meses allí. Regresaría catorce años más tarde para estudiar los detalles que después describiría en The Prodigal Son (1904). Otro contemporáneo que mantuvo contacto directo con Bram Stoker y Hall Caine y que también viajó a Islandia, Henry Rider Haggard, fue un prolífico autor de obras de aventuras, como Eric Brighteyes, una novela épica sobre los vikingos.
Un colega de Hall Caine, el conocido escritor, artista y diseñador William Morris, viajó dos veces a Islandia a principios de la década de 1870. Morris aprendió islandés de forma autodidacta, como otros también fascinados por su pureza lingüística, y colaboró con Eiríkr Magnússon en la traducción al inglés de muchos cuentos islandeses, incluyendo The Saga Library (1891). El trabajo de Hans de Roos y su equipo de hablantes nativos abreva en la descripción realizada por Magnússon sobre el cuidado que ponía Morris en una traducción adecuada: «De ningún modo aceptaba mostrar en la traducción solo aquello que querían decir en lugar de aquello que decían». Las obras traducidas del islandés al inglés por Morris eran reseñadas de forma regular, y los críticos literarios solían elogiar su destreza como traductor. Según Vivien Allen, biógrafa de Caine, «Morris era importante para él, sobre todo porque lo introdujo en las sagas islandesas».
Como durante años Bram viajó de forma constante por las islas británicas y América con la Compañía del Lyceum Theatre de Henry Irving, es probable que tuviera pocas oportunidades de realizar viajes por placer, pero las evidencias anecdóticas y las conexiones circunstanciales me inducen a creer que no pudo haber permanecido inmune a las influencias de los aficionados a Islandia que lo rodeaban.
Creo estar en condiciones de afirmar que Bram no solo se hallaba al corriente de las diferencias entre Drácula y las ediciones sueca e islandesa, sino que fue él quien las orquestó. Las desviaciones con respecto a la edición de Constable de 1897 no pueden ser exclusivamente el resultado de errores en la traducción o de una interpretación liberal del texto original: los cambios son demasiado significativos. El prólogo islandés, el sueco, y el argumento modificado están interconectados de un modo que parece indicar que Bram escribió los dos. En mi opinión, tanto el texto sueco como el islandés son otra versión u otro borrador de Drácula, escrito por Bram en algún momento entre 1890 y 1897. «Los poderes de la oscuridad», no «Drácula», ni «Drakula», era, sencillamente, un título diferente para un libro diferente.
Es una lástima que, por la razón que sea, Makt Myrkranna dé la impresión de ser un proyecto sin pulir, inacabado. Parece que Bram (o Valdimar, o ambos) extendió la Parte I (los detalles del viaje de Harker hacia el castillo de Drácula y sus terribles experiencias allí), pero nunca llegó a desarrollar la historia de la Parte II. Esa Parte II se lee como un esbozo de los movimientos y conversaciones de los personajes en el escenario, que quedan sin desarrollar porque Bram se apresuró en alcanzar el final. El esquema de Bram que aparece en las «Notas para Drácula» del Museo Rosenbach muestra una división equilibrada del relato en cuatro «Libros»: «De Transilvania a Londres», «Tragedia», «Descubrimiento» y «Castigo», cada uno de ellos con siete capítulos. Por desgracia, es probable que nunca sepamos por qué Ásmundsson publicó Makt Myrkranna inacabado, pero la revelación de que Makt Myrkranna no es Drácula garantiza una nueva mirada a otras de las primeras traducciones de la obra de Bram.
El futuro puede muy bien deparar nuevos e importantes descubrimientos relacionados con Drácula, pero creo que los esfuerzos de De Roos serán reconocidos como un hito en la interminable sucesión de investigaciones y curiosidades sobre el tema. Hay que reconocer que su hallazgo del carácter único de la edición islandesa de Drácula da lugar a más interrogantes de los que en este momento pueden ser respondidos. Pero, sea cual fuere su historia, el relato en sí (ahora accesible por primera vez) posee por sí mismo un gran atractivo literario. Disfrutemos el fruto del trabajo de Hans, gocemos de los desafíos que presenta, y permitamos que esta obra inspire e ilumine futuros esfuerzos. La profundidad del misterio que rodea el thriller gótico de Stoker aumenta con cada nueva generación, y la resurrección de Makt Myrkranna ilustra otro ejemplo de la inmortalidad de Drácula.
DACRE STOKER,
abril de 2017