Libro de las canciones
Resumen del libro: "Libro de las canciones" de Heinrich Heine
En 1826 Heinrich Heine abandonó su gris existencia como comerciante para comenzar una vida literaria de la mano de su editor, Julius Campe. Ya sus primeros libros alcanzaron un gran éxito, especialmente su poesía, y en concreto El libro de las canciones, que se publicó en 1827, y del que se realizaron trece reediciones en vida del autor. Por la influencia que ejerció más allá del ámbito literario, y por el número de adaptaciones musicales que hicieron de sus poemas casi todos los compositores románticos, desde Schubert hasta Hugo Wolf, ya solo este libro bastaría para otorgar a Heine un lugar en la historia de la música. Considerado el último poeta del Romanticismo, la obra lírica de Heine conjura el mundo romántico —y todas las figuras e imágenes de su repertorio— para terminar superándolo. Después de escribir dichas canciones y baladas, Heine se convirtió en un maestro de la sátira política y social, un fustigador mordaz e implacable de las lacras de su tiempo.
Prólogo
No puedo enviar al público allende el Rin esta nueva edición del Libro de las canciones sin acompañarlo con mis saludos cordiales, escritos en la más sincera prosa. No sé qué sentimiento extraño me impide verter en bellas rimas semejantes prólogos, tal como se suele hacer en los poemarios. Desde hace algún tiempo siento cierta aversión a todo discurso versificado y, según he oído, en algunos coetáneos se ha despertado una aversión pareja. Creo que se han vertido demasiadas mentiras en versos hermosos y que la verdad teme aparecer en vestiduras métricas.
Entrego a los lectores esta nueva edición del libro con cierto azoramiento. Hice de tripas corazón y vacilé casi un año entero antes de decidirme a repasarla someramente. Al verla, se despertó todo aquel malestar que, diez años atrás, me había oprimido el pecho con motivo de su primera publicación. Sólo el poeta o el poetastro que ve impresos sus primeros poemas puede comprender esta sensación. ¡Los primeros poemas! Han de escribirse en hojas sencillas y desvaídas; acá y allá debe haber flores marchitas, un rizo rubio o un lazo descolorido y, en alguna parte, la huella visible de una lágrima… Pero los primeros versos estampados, impresos en un negro estridente sobre un papel terriblemente terso, han perdido su dulcísimo encanto virgíneo y producen un tremendo disgusto en el autor.
Sí, han transcurrido diez años desde la primera publicación de estos poemas y, como entonces, los presento en orden cronológico: de nuevo van en cabeza las canciones que compuse en los años mozos, cuando los primeros besos de la musa alemana me enardecieron el alma. ¡Ay! Desde entonces, los besos de la buena muchacha han perdido gran parte de su fervor y lozanía. En una relación de tantos años, ¡por fuerza ha de desvanecerse poco a poco la pasión de la luna de miel! Con todo, a veces la ternura se hacía más cordial, sobre todo en los malos momentos. ¡La musa alemana me brindaba entonces todo su amor y toda su fidelidad! Me consoló en los tormentos patrios, me acompañó al exilio, me regocijó en las malas horas de desaliento. ¡La musa alemana, la buena muchacha…! Nunca me dejó en la estacada y hasta supo ayudarme en los apuros económicos.
…
Heinrich Heine. Escritor alemán. De origen judío, no concluyó sus estudios secundarios, poniéndose a trabajar en Hamburgo con su tío Samuel, que era banquero, y que le mantendría económicamente durante toda su vida, en un negocio textil. Más preocupado por la literatura que por los negocios, la empresa quebró, enviándole su tío a estudiar a la Universidad de Göttingen, a la que seguiría la de Bonn y finalmente la de Berlín, en la que se doctoró en Derecho, convirtiéndose al luteranismo el mismo año de sus doctorado. Comenzó a publicar sus primeros poemas con éxito, y en 1931 marchó a París, ciudad en la que se reuniría con importantes personajes de la vida cultural europea. Fue corresponsal del Augsburger Allgemeine Zeitung, enviando artículos políticos que más tarde serían censurados en Alemania, y que serían recogidos por su editor en un famoso libro. Continuó escribiendo versos y prosa incluso durante los ocho últimos años de su vida, en los que una enfermedad le obligó a permanecer en cama.