Resumen del libro:
La acción transcurre en Alajara —salvo la segunda parte que se situa en Ceilán, actual Sri Lanka, y donde traslada su dramática peripecia filipina—, que representa a la ciudad provinciana española de principios de siglo, aburrida y anodina, con costumbres rígidas de hipócrita moral, apegada a la tradición y que renuncia por principio a todo lo que pueda suponer algún tipo de progreso material, y no digamos nada del progreso moral. Este simbolismo resulta patético, sobre todo, en el final de esta novela, donde un grupo de mozuelos sentados al pie de una cruz “perfectamente conservada a pesar de sus doscientos años”, se entretienen, en cambio, rompiendo con piedras las jicarillas del telégrafo o los cristales del tren, bajo la mirada complaciente de sus padres.
I
La linda chiquilla se desperezó en la cama, al fresco del dormitorio, boca arriba, cubierta por la sábana, y el cabello rubio desparramado. Vió en la mesa el chocolate, con el vaso de leche en la bandeja, tapados por la servilleta en triángulo, y los bizcochos encima; alargó la mano y pulsó la taza: estaba fría. Entonces se extendió la sábana hasta el cuello, se la ciñó estirando las piernas y quedando rígida con la mirada en el techo.
No podía más. ¡Qué lástima…! Estaba harta de dormir. No podía continuar ese sueño ligero de la mañana, dulce porque se tiene conciencia de que se duerme, y que a Flora, en su filosofía de perezosa, sugeríale la delicia de la muerte si se sintiera como dormir eterno, dejándola para siempre en su cama dorada, entre los perfumes de su alcoba, teniendo una criada discreta que le pusiera abrigo cuando hiciese frío, delicadamente, de puntillas, sin despertarla más que a medias como la que le traía el chocolate, destinado, por lo general, a cuajarse en la taza.
—¡Cu, cu!
—¡Ah…! ¡la…droncillo!
Ya decía ella que la había despertado algo. Era Pipín, que después de hacerla cosquillas en las narices, estaba acurrucado como un comino allí al lado.
—Que qué haces que no te arreglas.
—¿Que qué qué?
Se iba palmeteando y riéndose por haber asustado a su tita.
—¡Eh! ¡Venga usted acá! ¡En seguida…! Toma un bombón.
El niño se acercó, tendiendo los brazos a la cama.
—Vamos a ver, te lo doy si sabes esto: ¿cuántas patas tiene un perro?
—Cuato.
—Muy bien. ¿Quién te ha hecho a ti?
—Dios; y a mi hermana.
—¿De qué os hizo?
—De carne.
—¿En cuántos días?
—En tes.
—¿Qué hizo el primero?
—Buscar la carne.
—¿Y el segundo?
…