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Las hermanas Makioka

Las hermanas Makioka - Junichiro Tanizaki - Drama

Las hermanas Makioka - Junichiro Tanizaki - Drama

Resumen del libro:

Pocos años antes de comenzar la Segunda Guerra Mundial, en la tradicional Osaka, cuatro mujeres de clase alta tratan de preservar una forma de vida ancestral que está a punto de desaparecer. Las hermanas Makioka es el retrato conmovedor, pero implacable, de una familia y de la sociedad japonesa que estaban enfrentándose al abismo de la modernidad. Lleno de bellas y delicadas estampas de las costumbres de la aristocracia japonesa, captura tanto las convenciones sociales como la íntima angustia de sus protagonistas. Las hermanas Makioka, obra fundamental de Jun’ichirō Tanizaki, es fruto de una redacción lenta y meditada, en la que buscó refugio de la catástrofe de la guerra, recreando un suntuoso y exquisito mundo con la nostalgia de un tiempo y felicidad que se estaban desvaneciendo.

LIBRO I

1

—Por favor, ¿quieres hacerme eso, Koi-san?

Al ver por el espejo que Taeko había aparecido tras ella, Sachiko dejó de empolvarse la espalda y tendió la borla a su hermana. Sus ojos aún estaban fijos en el espejo y evaluaban aquella cara como si perteneciera a otra persona. La ropa interior larga que llevaba, que le llegaba hasta el cuello, se proyectaba rígida por detrás. Y le dejaba al descubierto espalda y hombros.

—Y Yukiko, ¿dónde está?

—Vigilando los ejercicios de Etsuko —respondió Taeko.

Las dos hablaban en el plácido y lento dialecto de Osaka. Taeko era la más joven de la familia, y en Osaka la chica más joven es siempre Koi-san, ‘hijita’.

Se podía oír el piano abajo. Yukiko había terminado pronto de vestirse, y la pequeña Etsuko siempre necesitaba alguien a su lado cuando ensayaba. Jamás protestaba cuando se iba su madre, con tal que Yukiko se quedara a hacerle compañía. Hoy, al ver que su madre y Yukiko y Taeko se vestían para salir, se mostraba rebelde. Muy a regañadientes concedió su permiso cuando le prometieron que por lo menos Yukiko regresaría inmediatamente después del concierto —que empezaba a las dos— y estaría con ella a la hora de cenar.

—Koi-san, tenemos otra propuesta para Yukiko.

—¿Eh?

La blanquecina borla bajaba desde la nuca a la espalda y los hombros de Sachiko. Esta no estaba encorvada en absoluto y, sin embargo, la carne opulenta, voluminosa de la nuca y la espalda daba cierta impresión de que se agachaba. El cálido color de su piel, bajo la clara luz del sol otoñal, hacía difícil creer que tuviera más de treinta años.

—Llegó por medio de Itani.

—¿Eh?

—Ese hombre trabaja en una oficina, Industrias Químicas M. B., dice Itani.

—¿Acomodado?

—Gana unos ciento setenta o ciento ochenta yenes al mes, posiblemente doscientos cincuenta, con los pluses.

—Industrias Químicas M. B. ¿Una compañía francesa?

—¡Qué lista eres! ¿Cómo te enteraste?

—Pues mira, lo sé.

Taeko, la menor, estaba realmente mucho mejor informada en tales materias que sus hermanas. A veces daba la sensación de que se aprovechaba de su ignorancia para hablarles con una condescendencia propia de una persona de más edad.

—Jamás había oído hablar de las Industrias Químicas M. B. La oficina central está en París, dice Itani. Parece que es muy importante.

—Tienen un gran edificio en el puerto de Kobe. ¿No te has fijado nunca?

—Ese es el sitio. Ahí es donde trabaja.

—¿Sabe él francés?

—Eso parece. Se graduó en la especialidad de francés de la Academia de Lenguas de Osaka, y pasó una temporada en París… aunque no larga. Gana cien yenes al mes enseñando francés por las noches.

—¿Tiene propiedades?

—Muy poca cosa. Conserva aún la casa solariega de su familia en el campo —su madre vive allí— y una casa y un terreno en Kobe. Y nada más. La casa de Kobe es muy pequeña, y la compró a plazos. Como ves, todo muy sencillo.

—Sin embargo, no tiene que pagar alquiler. Puede vivir como si tuviera más de cuatrocientos al mes.

—¿Crees que podría ser un buen partido para Yukiko? Solo tiene que preocuparse por su madre, y esta nunca va a Kobe. Ya pasa de los cuarenta, pero no ha estado nunca casado.

—¿Por qué no, si pasa de los cuarenta?

—No ha encontrado a nadie lo bastante refinado para él, dice Itani.

—Muy raro. Tendríais que hacer averiguaciones.

—Y dice Itani que está muy entusiasmado con Yukiko.

—¿Y le mandasteis su retrato?

—Le dejé uno a Itani, y ella se lo mandó sin decírmelo. Dice que está muy satisfecho.

—¿Tienes un retrato de él?

Abajo, continuaban los ejercicios. No parecía probable que Yukiko las sorprendiera.

—Mira en el cajón de arriba, a la derecha. —Frunciendo los labios como si fuera a besar el espejo, Sachiko cogió el lápiz de labios—. ¿Lo encontraste?

—Aquí está. ¿Se lo habéis enseñado a Yukiko?

—Sí.

—¿Y qué ha dicho?

—Como de costumbre, casi nada. ¿Qué opinas, Koi-san?

—Que es muy feo. O quizá solo un poquitín feo. Un mediocre empleado de oficina, lo puedes ver a la primera ojeada.

—Pues es precisamente eso, después de todo. ¿Por qué te sorprende?

—Puede haber una ventaja. Podrá enseñar francés a Yukiko.

Satisfecha en términos generales con su rostro, Sachiko empezó a desdoblar un quimono.

—Por poco se me olvida. —Levantó la vista—. Me siento un poco corta de B. ¿Me haces el favor de decírselo a Yukiko?

El beriberi se cernía siempre por la región de Kobe-Osaka; cada año, al pasar del verano al otoño, toda la familia —Sachiko, su marido, sus hermanas y Etsuko, que recientemente había empezado a ir a la escuela— se resentía de él. La inyección de vitamina se había convertido en un hábito de la familia. Ya no iban a ver al médico, pero en cambio tenían al alcance de la mano una provisión de vitaminas concentradas que se administraban mutuamente con completa despreocupación. Una sombra de apatía era atribuida inmediatamente a la falta de vitamina B y, aunque ya habían olvidado quién acuñó la expresión «corto de B», todos la entendían.

Los ejercicios de piano habían terminado. Taeko llamó desde lo alto de la escalera y salió una de las criadas.

—¿Puedes preparar una inyección para la señora Makioka, por favor?

Las hermanas Makioka – Junichiro Tanizaki

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