Resumen del libro:
En La vida de las hormigas, Maurice Maeterlinck, premio Nobel de Literatura, vuelve a hacer gala de su interés entomológico y decide observar el minúsculo universo de estos prodigiosos insectos con la convicción de que encierra innombrables misterios pero que, a la vez, puede despertar un sinfín de analogías con el comportamiento humano. Las hormigas se nos muestran en este libro como seres capaces de extraordinarias proezas. Como el hombre, también ellas cuentan con ejércitos organizados, algunas se han especializado en una suerte de ganadería y otras parecen haber aprendido a cultivar sus alimentos. Su sistema de comunicación también despierta el asombro, y nos recuerda a la telepatía. Un microcosmos admirable relatado en un estilo exquisito.
I
Más de una vez me han preguntado por qué no completaba el tríptico de los insectos sociales, cuyas dos primeras hojas, La vida de las abejas y La vida de los termes, fueron favorablemente acogidas. He titubeado mucho. Creía que la hormiga era antipática, desagradable y demasiado conocida. Me parecía innecesario repetir acerca de su inteligencia, de su habilidad, de su actividad, de su avaricia, de su previsión y de su política las nociones que constituyen parte del patrimonio común que adquirimos en la escuela de primeras letras, y que flotan en todas las memorias entre los residuos de la batalla de las Termópilas o de la toma de Jericó.
Como siempre viví en el campo más tiempo que en la ciudad, me interesó, lógicamente, este inevitable insecto. Algunas veces encerré algunos en cajas de vidrio, sin propósito previo y sin método estudié sus afanosas idas y venidas, que no me enseñaban casi nada.
Luego, recapacitando, me di cuenta de que acerca de ellos, como acerca de cualquier cosa de este mundo, creemos saberlo todo y no sabemos casi nada; de que lo poco que aprendemos nos revela desde el primer instante cuanto nos falta por aprender.
Advertimos así, principalmente, las dificultades del empeño. La colmena, o el termitero, forman un conjunto al cual se puede dar la vuelta. Existen una colmena, un termitero, una abeja, un termes tipo y, en cambio, hay tantos hormigueros como especies de hormigas y tantas costumbres diferentes como especies. Nunca se tiene un objetivo, no se sabe por dónde empezar. El asunto es demasiado rico, demasiado vasto, se ramifica constantemente y se dispersa en todos los sentidos. No hay unidad posible. No se escribe la historia de una familia o de un pueblo, sino los anales o, mejor dicho, las efemérides de muchos pueblos diferentes.
Añádase a esto que desde los primeros pasos corre uno el riesgo de perder pie en la literatura mirmecófila. Es ésta tan abundante como la literatura agrícola, que tiene en la oficina entomológica de Washington más de veinte mil papeletas. El índice bibliográfico que publica Wheeler al final de su libro titulado Ants ocuparía ciento treinta páginas del presente volumen. Aun así, le falta mucho para estar completo, y sólo menciona lo publicado en estos últimos veinte años.
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