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La tragedia del Korosko

La tragedia del Korosko - Arthur Conan Doyle

La tragedia del Korosko - Arthur Conan Doyle

Resumen del libro:

Un grupo de pacíficos y singulares turistas se ven sorprendidos en su excursión por el Nilo por una banda de integristas islámicos y son secuestrados. El grupo de cautivos es heterogéneo y, aunque menos, también lo son sus secuestradores. A partir de este hecho, Sir Arthur Conan Doyle elabora La tragedia del Korosko, una novela de aventuras que es maestra en su género y que leída en el siglo XXI adquiere unos sorprendentes tintes premonitorios de los peligros que acechan a los turistas occidentales que se adentran en zonas remotas del Oriente medio. El itinerario que describe Conan Doyle es además de descriptivo, informativo, los elementos históricos están presentes. El paisaje se incorpora en el relato con corporeidad, su belleza impresiona, pesa; las noches estrelladas del desierto pueden ser opresoras o bien esperanzadoras, y los personajes forman parte de la espléndida galería doyleniana, en la que si en la sala principal tenemos a Sherlock Holmes y Watson, en las adyacentes debemos incorporar, haciendo compañía a los profesores Challenger y Maracot, a los pasajeros del Korosko, que conforman un mosaico de personalidades arquetípicas de los países de origen de los secuestrados; la caprichosa norteamericana Sadie Adams, el veterano coronel Cochrane, el tocanarices de Monsieur Fardet, los irlandeses Sres. Belmont…

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Posiblemente la gente se sorprenderá de no haber leído en los periódicos nada referente a lo ocurrido a los pasajeros del Korosko. Quizá le parezca increíble que un incidente internacional de semejante importancia no haya levantado eco alguno de crónicas desde el tiempo en que ocurrió, viviendo como vivimos en una época de agencias universales de noticias que reaccionan al momento ante el más insignificante acontecimiento. Digamos que mediaron poderosas razones, de índole personal y política, que impidieron su difusión. Buen número de personas tuvieron conocimiento de los hechos al ocurrir éstos, y hasta llegó a aparecer una versión de los mismos en un periódico local, pero no mereció crédito alguno. Ahora los recogemos en forma de narración, habiendo compulsado los incidentes con la declaración jurada del coronel Cochrane, perteneciente al ejército y al club de la Marina, y con las cartas de miss Adams, de Boston, Massachusetts, Estados Unidos. Para complementarlos hemos usado las actas del interrogatorio a que fue sometido el capitán Archer, del Cuerpo de Camelleros Egipcios, por la Comisión secreta investigadora del Gobierno de El Cairo. Mister James Stephens se negó a dar por escrito su versión de los sucesos; pero como se le entregaron para su revisión las pruebas de imprenta y nada ha corregido ni suprimido en ellas, puede suponerse, fácilmente, que no ha encontrado ninguna grave inexactitud en cuanto a los hechos, y que si tiene algún inconveniente en que se publiquen, nace de escrúpulos que son más bien de tipo privado y personal.

El Korosko, barco de vapor de casco aplanado, proa redonda y rueda de palas a popa y la apariencia de una plancha, zarpó de Shellal, en la parte superior de la primera catarata, con rumbo a Wady Halfa, el 13 de febrero del año 1895. Reproduzco aquí la lista de pasajeros que obra en mi poder:

VAPOR KOROSKO, 13 DE FEBRERO

Pasajeros:

John H. Headingly… Boston

Miss Adams… Boston

Miss S. Adams… Worcester, Massachusetts

Mons. Fardet… París

Mr. y Mrs. Belmont… Dublín

James Stephens… Manchester

Rev. John Stuart… Birmingham

Mrs. Shlesinger, madre e hijo… Florencia

Éste era el grupo excursionista que salió de Shellal con la intención de recorrer los trescientos kilómetros que hay entre la primera y la segunda catarata del Nilo nubiano.

Nubia es un curioso país. Su anchura varía desde algunos kilómetros hasta algunos metros (porque ese nombre se aplica únicamente a la estrecha franja de tierra que es capaz de ser cultivada), y se extiende formando una banda angosta, verde, orlada de palmeras a uno y otro lado del ancho río de color café. En la orilla del lado de Libia, allí donde termina esa banda de tierra, se extiende un desierto salvaje y sin límites que abarca toda la anchura de África hasta el Océano Atlántico. En el otro lado, la extensión desierta y desolada termina en el lejano mar Rojo. Nubia se alarga ondulante, como un gusano verde, a lo largo del cuerpo del río entre aquellas dos inmensas extensiones yermas. De cuando en cuando desaparece por completo, y el Nilo corre entre colinas negras y agrietadas por el sol, entre cuyas laderas y valles se extienden las arenas anaranjadas igual que glaciares. Se descubren por todas partes rastros de razas desaparecidas y de civilizaciones enterradas. Tumbas grotescas salpican las laderas de las colinas o se alzan en su altura sobre el fondo de la línea del horizonte; tumbas en pirámide, tumbas en forma de túmulos de tierra, tumbas excavadas en la roca, es decir, tumbas por todas partes. De pronto, al doblar el barco una punta rocosa, se descubre, lejana, una ciudad desierta: casas, murallas, almenas y recuadros de ventana a través de los cuales brilla el sol. Unas veces se nos dice que fue una ciudad romana; otras, egipcia, y en ocasiones, que se ha perdido totalmente toda constancia acerca de su nombre o de su origen. Uno se pregunta, asombrado, qué razones pudo tener aquella gente para edificar, bien una ciudad, bien un templo, en soledad tan agreste, y resulta difícil aceptar la teoría de que aquella población no tuvo otra importancia que la de servir de centinela avanzado en la defensa de los países de aguas abajo, que eran ricos, y que estas fortalezas que tanto abundan servían únicamente para mantener a raya a los pueblos salvajes y saqueadores del Sur. Pero, cualquiera que sea la explicación exacta, ya fuese a consecuencia de vecinos guerreros o por los cambios climáticos, allí permanecen convertidas en ruinas adustas y silenciosas, y se pueden ver todavía en las laderas de las colinas las tumbas de sus habitantes, parecidas a troneras de cañones de un buque de guerra. Los turistas fuman; conversan y flirtean mientras cruzan este país extraño y muerto, en dirección a la frontera egipcia, que está aguas arriba.

La tragedia del Korosko – Arthur Conan Doyle

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