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La tragedia de Wilson Cabezahueca

Resumen del libro:

La tragedia de Wilson Cabezahueca de Mark Twain es una obra fascinante que entrelaza la ironía y la crítica social, características fundamentales del autor. En este relato, Twain explora la fragilidad de la identidad y cómo los sistemas legales y sociales la manipulan. El personaje central, David Wilson, apodado “Cabezahueca” por un comentario ingenuo que lo condena al desprecio público, es un abogado y detective frustrado. A lo largo de más de dos décadas, Wilson persigue la obsesión de probar su valía a través de la ciencia emergente de las huellas dactilares, una herramienta que, en la narrativa de Twain, se convierte en símbolo de las ilusiones de la infalibilidad de la ley.

Twain utiliza a Wilson para criticar la rigidez de las estructuras sociales y legales que definen a las personas a través de categorías preestablecidas. La novela se ambienta en un contexto donde la identidad de los individuos es una construcción frágil y fácilmente manipulable. En este sentido, el personaje de Roxy, una esclava negra de piel blanca, lleva al extremo esta crítica. Roxy, temiendo por el futuro de su hijo, intercambia a su bebé con el hijo del amo, demostrando así cómo el concepto de raza, tan categórico en su época, es profundamente arbitrario. Este cambio de roles expone el absurdo de las leyes raciales y la tragedia personal que estas conllevan, destacando el temor de Roxy a que su hijo, de apariencia blanca, sea vendido y condenado a la esclavitud.

La obra de Twain revela su habilidad para combinar lo trágico y lo cómico, la crítica y el entretenimiento. Al igual que en otras de sus novelas, la sátira impregna cada página, exponiendo las contradicciones morales de la sociedad estadounidense del siglo XIX, especialmente en relación con la esclavitud y el racismo. A través de personajes como Wilson y Roxy, Twain nos obliga a cuestionar el valor de las categorías sociales y a reflexionar sobre la vulnerabilidad de la identidad humana cuando está sujeta a leyes injustas.

Mark Twain, nacido Samuel Langhorne Clemens, es uno de los escritores más influyentes de la literatura estadounidense. Su dominio del humor, la sátira y el análisis social le ha otorgado un lugar privilegiado en la narrativa occidental. Con obras como Las aventuras de Huckleberry Finn y El príncipe y el mendigo, Twain ha demostrado su habilidad para diseccionar las injusticias sociales a través de personajes ricos y complejos. En La tragedia de Wilson Cabezahueca, Twain sigue explorando estos temas, añadiendo a su catálogo otra crítica mordaz a las estructuras de poder y a los mitos sobre la identidad humana.

Esta novela es una obra maestra de la ambigüedad, donde el concepto de la identidad, lejos de ser un rasgo fijo, es una ficción moldeada por las normas y los prejuicios sociales. Twain consigue así una historia que, más allá de su contexto histórico, resuena con la lucha moderna por la igualdad y la justicia.

Introducción

A Dani
A Nina

La conmemoración del centenario de la muerte de Mark Twain en 2010 recordó una vez más que sus obras son clásicos incuestionables del acervo literario universal. En Por qué leer los clásicos, Italo Calvino desgranaba las razones por las que ciertas obras literarias merecen este restringido y exclusivo calificativo y, con él, el favor de los lectores de todos los tiempos. Entre sus agudas definiciones destacaba la que decía que un clásico es aquel que no nos puede dejar indiferentes y que, además, sirve para definirnos a nosotros mismos en relación o quizá en contraste con él (17). Ese definirnos a nosotros mismos, sin embargo, no es estático y quizá sea el paso de los años —⁠el viaje de la niñez a la adolescencia y juventud, y luego a la madurez⁠— el que nos aboca a formas de entender lo que somos y a atisbar lo que seremos. En este sentido no extraña que la narrativa de Mark Twain sea un clásico, un pozo sin fondo en el que bucear a lo largo de los años para recuperar experiencias —⁠vitales y lectoras⁠— de antaño y descubrir tal vez tesoros inesperados. De esta manera, si, por una parte, las innumerables apreciaciones críticas que han ido acercándose tanto a su obra como a su vida dan fe de cómo los textos del sureño han servido para expresar la esencia de una americaneidad cambiante, por otra, el acercamiento de cada lector a su obra demuestra en carne propia cómo nosotros no leemos a Mark Twain sino que Mark Twain nos lee a nosotros.

The Tragedy of Pudd’nhead Wilson (La tragedia de Wilson Cabezahueca) es la obra más importante dentro de la producción tardía del escritor. Sin embargo, es un libro problemático por las mismas razones que lo es The Adventures of Huckleberry Finn. En primer lugar, porque la composición de ambos fue azarosa y, en segundo, porque el significado de estas fabulaciones se presta a interpretaciones no sólo diversas sino antagónicas, debido al hecho de que, al tratar de entender a sus personajes principales, no podemos ni debemos pasar por alto las implicaciones en ellos de la situación racial en los Estados Unidos del siglo XIX. Esto hace que, como declara Shelley Fisher Fishkin, estas novelas sean obras controvertidas que frustran de alguna manera las expectativas de los lectores (1990, 1). No sorprende, pues, que las apreciaciones críticas sobre Pudd’nhead Wilson hayan ido, como veremos, desde los elogios más desmedidos hasta el rechazo más enconado.

Por otra parte, tal vez cabe preguntarse si merece la pena releer en los albores del tercer milenio una novela escrita a finales del siglo XIX. La respuesta más acertada a este interrogante la proporciona Karla F. C. Holloway, cuando manifiesta que The Tragedy of Pudd’nhead Wilson presagia el avance inexorable de los Estados Unidos en el campo de la ciencia con el propósito de resolver los temores que alberga la nación en torno a su identidad cultural y muestra cómo se tendrán que abordar las medidas de control y vigilancia que toman la forma de proteccionismo científico. Para Holloway, la obra de Twain es una narración extraordinariamente significativa a la hora de vaticinar «este pánico identitario que hoy en día viene expresado por la urgencia en establecer y afianzar unas tecnologías basadas en el ADN, tanto en el terreno público como privado» (269). Esto es así porque David Wilson —⁠el personaje que da nombre a la obra, abogado y detective frustrado durante más de veintitres años⁠— vive obsesionado por una ciencia que a finales del XIX era novedosa y que tenía por objetivo la creación de un archivo de huellas dactilares para identificar sin error posible a los individuos y situarlos dentro de las categorías raciales determinadas por la ley. Al principio de la novela, en los años de 1830, Wilson llega al pueblo sureño de Dawson’s Landing, donde la esclava Roxy, de apariencia blanca, aterrada ante la posibilidad de que su bebé —⁠también blanco en apariencia, pero al que la sociedad ha asignado la categoría racial de negro⁠— pueda ser vendido por el amo, lo cambia por el de este, sin que nadie se dé cuenta del intercambio debido a la sorprendente semejanza de ambos. El cambio, sin embargo, lo inspira el propio Wilson cuando, al ver a los bebés en el cochecito y comprobar que son idénticos, le pregunta: «¿Y cómo los distingues sin ropa, Roxy?». Al final, será Wilson quien descubrirá el fraude de esta mujer —⁠clasificada por la sociedad como negra⁠—, gracias a las huellas dactilares que él conserva de los bebés antes del cambio, determinando con toda fiabilidad la identidad de estos individuos.

El libro es, pues, importante porque, como ya apuntaba Malcolm Bradbury en 1969, por sus páginas corre la idea de que «en Estados Unidos la identidad es una impostura, que los valores no son creencias sino producto de la situación, y que la identidad social es en esencia una cuestión caprichosa que depende no del carácter ni de la apariencia, sino del modo arbitrario en el que se definen la naturaleza o color del individuo»

“La tragedia de Wilson Cabezahueca” de Mark Twain

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