Resumen del libro:
Entre mares helados, rodeado por acantilados inexpugnables, allá donde ningún hombre se ha atrevido a poner el pie, se alza una isla continente descubierta brevemente por un explorador italiano que le dio su nombre: CAPRONA, conocida por sus extraños habitantes como Caspak. Es la tierra que el tiempo olvidó, un rompecabezas evolutivo donde razas de hombres y animales juegan un extraño ritual que sólo puede tener dos resultados: la muerte o la ascensión a un plano superior. De los dinosaurios a los mamuts, de los antepasados del Homo sapiens a los fantasmagóricos seres voladores que pueblan sus valles, cazadores y presas parecen proceder de un mismo limo primigenio que sigue sus propias reglas…
Capítulo I
Debían ser poco más de las tres de la tarde cuando sucedió: la tarde del 3 de junio de 1916. Parece increíble que todo por lo que he pasado, todas esas experiencias extrañas y aterradoras, tuvieran lugar en un espacio de tiempo tan breve; tres meses. Más parece que he experimentado un ciclo cósmico, tantos cambios y evoluciones en las cosas que he visto con mis propios ojos durante este breve intervalo de tiempo, cosas que ningún otro ojo mortal había visto antes, atisbos de un mundo pasado, un mundo muerto, un mundo desaparecido hace tanto tiempo que ni siquiera quedan restos en los más bajos estratos cámbricos. Oculto en la derretida corteza interna, ha pasado siempre inadvertido para el hombre más allá de aquel perdido trozo de tierra donde el destino me ha traído y donde se ha sellado mi condena.
Estoy aquí y aquí debo permanecer.
* * *
Después de leer esto, mi interés, que ya había sido estimulado por el hallazgo del manuscrito, se acercaba al punto de ebullición. Había venido a Groenlandia a pasar el verano, siguiendo las indicaciones de mi médico, y me estaba ya aburriendo de muerte, pues había olvidado traer lectura suficiente. Como la pesca me resulta indiferente, mi entusiasmo por este tipo de deporte se desvaneció pronto; sin embargo, en ausencia de otras formas de recreación estaba ahora arriesgando mi vida en un barquito absolutamente inadecuado a la altura de Cabo Farewell, en la zona más septentrional de Groenlandia.
¡Groenlandia! Como apelación descriptiva, es un pobre chiste, pero mi historia no tiene nada que ver con Groenlandia, nada que ver conmigo. Así que terminaré con una cosa y con otra lo más rápidamente que pueda.
El inadecuado barquito finalmente tocó tierra de manera precaria, los nativos, metidos en el agua hasta la cintura, me ayudaron. Me llevaron a la orilla, y mientras preparaban la cena, caminé de un lado a otro por la costa rocosa y recortada. Fragmentos de playa salpicaban el gastado granito, o las rocas de las que pudiera estar compuesto Cabo Farewell, y mientras seguía el flujo de la marea por una de estas suaves playas, lo vi. Si me hubiera encontrado con un tigre de Bengala en el barranco que hay detrás de los Baños de Bimini, no me habría sorprendido más de lo que me sorprendí al ver un termo flotando y girando en las aguas. Lo recogí, pero me mojé hasta las rodillas para hacerlo. Luego me senté en la arena y lo abrí, y a la luz del crepúsculo leí el manuscrito, claramente escrito y perfectamente doblado, que formaba su contenido.
Ya han leído el primer párrafo, y si son unos idiotas imaginativos como yo mismo, querrán leer el resto; así que lo reproduciré aquí, omitiendo hacer más comentarios, que son difíciles de recordar. En dos minutos me habrán olvidado.
* * *
Mi casa está en Santa Mónica. Soy, o era, ayudante en la firma de mi padre. Somos armadores. En los últimos años nos hemos especializado en submarinos, que hemos construido para Alemania, Inglaterra, Francia y Estados Unidos. Conozco un submarino como una madre conoce la cara de su bebé, y he dirigido una docena de ellos en sus pruebas. Sin embargo, mis inclinaciones tienden hacia la aviación.
Me gradué en Curtiss, y después de un largo acoso mi padre me dio permiso para intentar enrolarme en la Escuadrilla Lafayette. Como paso previo conseguí un puesto en el servicio americano de ambulancias e iba camino de Francia cuando tres agudos chirridos alteraron, en otros tantos segundos, todo el esquema de mi vida.
Yo estaba sentado en cubierta con algunos de los tipos que también iban al servicio de ambulancias, con mi terrier airedale, Príncipe Heredero Nobbler, dormido a mis pies, cuando la primera andanada del silbato rompió la paz y seguridad del barco. Desde que entramos en la zona de submarinos habíamos estado ojo avizor ante la posible presencia de periscopios, y chiquillos como éramos, lamentábamos el triste destino que iba a llevarnos a salvo a Francia sin poder atisbar siquiera a los temibles incursores. Éramos jóvenes, ansiábamos emociones, y Dios sabe que las obtuvimos aquel día; sin embargo, en comparación con lo que he vivido desde entonces, fueron tan sosas como un espectáculo de marionetas.
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