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La tierra multicolor

Resumen del libro:

“La Tierra Multicolor” es una novela de ciencia ficción escrita por la autora estadounidense Julian May, publicada en 1981. Es el primer libro de la Saga del Exilio en el Plioceno (conocida como la Saga de los Exiliados en el Reino Unido y la Mancomunidad). La historia presenta a cada uno de los personajes y establece las bases para el resto de la serie. Aunque el argumento principal se desarrolla en la parte final del libro.

La trama sigue a un grupo de personajes que son exiliados a la época del Plioceno en un planeta lejano. Entre ellos se encuentra Elizabeth Orme, una talentosa practicante metapsíquica que perdió sus habilidades después de un grave accidente, pero que recupera sus poderes al viajar en el tiempo. También conocemos a Aiken Drum, un joven problemático que elige el exilio en lugar de someterse a la sociedad. Felice Landry, una talentosa atleta con habilidades sobrenaturales para controlar animales, se ve envuelta en problemas y decide ir al exilio. Richard Voorhees, un xenófobo exespacial, se une a ellos después de ser demandado por una tripulación alienígena. Bryan Grenfell, un antropólogo, va tras su amor, Mercy. Stein Olsen, un antiguo perforador con cicatrices psicológicas, despierta el interés de los Tanu, y Annamaria Roccaro, una monja, forma relaciones complejas con otros exiliados.

El libro también presenta a los Tanu, una raza que domina el Plioceno y posee habilidades metapsíquicas. Entre ellos están Lord Creyn, un bondadoso redactor; Lord Velteyn, el líder de la Cacería Voladora; Nodonn Battlemaster, un poderoso psicocinético y campeón de batalla; y Lady Epone, una cruel dama coercitiva.

Además, conocemos a los Firvulag, otra raza nativa del Plioceno, gobernada por el rey Yeochee y Pallol One Eye, un anciano comandante militar.

En medio de esta compleja interacción entre las diferentes razas, se revela la importancia de Mercedes Lamballe, el interés amoroso de Bryan Grenfell, cuyo poder y belleza despiertan el interés de los Tanu y Firvulag por sus habilidades metapsíquicas.

La novela es un emocionante comienzo de una serie que explora las intrigas políticas, las relaciones interraciales y las luchas de poder en un mundo lleno de seres con poderes psíquicos y tecnología avanzada. Con una trama rica y personajes cautivadores, “La Tierra Multicolor” sumerge al lector en un viaje épico a través del tiempo y el espacio.

Preámbulo

1

LA GRAN NAVE irrumpió en el espacio normal con lentitud sostenida, ofreciendo evidencias de que se encontraba cerca de la muerte. El dolor de la translación, que casi siempre se efectuaba con rapidez, se prolongó esta vez hasta el punto de que los mil pasajeros maldijeron y lloraron mentalmente con todas sus fuerzas.

Aun así, la nave lo estaba haciendo lo mejor que podía. Compartiendo la agonía de los viajeros, empujó y golpeó contra el duro tejido de la capa superficial hasta que saltaron destellos negros entre un marasmo gris. Tanto la nave como los pasajeros sintieron cómo su angustia aminoraba transformándose en una armonía pura parecida a unas vibraciones musicales que resonaban, se amortiguaban y finalmente desaparecían.

Quedaron suspendidos en el espacio normal, rodeados de estrellas por todas partes.

La nave emergió en el cono en sombra de un planeta. Durante un largo instante, mientras los viajeros miraban estupefactos sin saber bien qué es lo que veían, el halo de una atmósfera rosada y las perladas alas de la eclipsada corona del sol proyectaron una aureola sobre un mundo negro. Poco después, la nefasta inercia de la nave los arrastró; la cromosfera y las llamas naranjas de las extremidades del sol estallaron, tras lo cual apareció una cegadora sustancia amarilla.

La nave se rehízo un poco. La superficie del planeta que se veía iluminada por el sol parecía abrirse bajo sus pies según se iban acercando. Era un mundo azul con nubes blancas, montañas nevadas y masas continentales ocres, rojas y gris-verdosas. Sin duda era un mundo de vida compatible. La nave había tenido éxito.

Thagdal se giró hacia la pequeña mujer de la consola de dirección. Brede de las Dos Caras negó con la cabeza. Lúgubres manchas violetas en la pantalla dejaban claro que había sido el esfuerzo final de la nave lo que los había llevado a este paraíso. Habían caído de lleno en las garras de la gravedad y ya no eran capaces de sostener la motricidad por inercia.

La mente y voz de Thagdal hablaron.

—Escuchadme, despojos de compañías de batalla. Nuestra fiel embarcación casi ha perecido. Pervive ahora tan sólo como algo mecánico y no durará mucho más. Nos encontramos en trayectoria de impacto, y debemos desembarcar antes de que esta vieja nave entre en la atmósfera inferior.

Emociones de tristeza, rabia y miedo colmaron la moribunda nave. Una sucesión de preguntas y reproches amenazaron con ahogar la mente de Thagdal hasta que este tocó el torque de oro que ceñía su cuello y los obligó a todos a guardar silencio.

—¡En el nombre de la Diosa, basta! Nuestra aventura ha sido de un riesgo extremo, con todas las mentes en contra nuestra. Brede está preocupada de que este lugar no sea el refugio perfecto que esperábamos. No obstante, es totalmente compatible, y está ubicado en una galaxia remota donde nadie se atreverá a venir a buscarnos. Estamos a salvo y no hemos tenido que usar ni la Lanza ni la Espada. Brede y nuestra nave han hecho bien en traernos aquí. ¡Alabada sea su fuerza!

El versículo fue contestado obedientemente. Pero por encima de su armonía latía un pensamiento:

Malditos cánticos. ¿Podremos sobrevivir aquí?

Thagdal reculó.

—Sobreviviremos si la compasiva Tana lo desea, e incluso encontraremos la alegría que nos ha sido esquiva tanto tiempo. ¡Pero no gracias a ti, Pallol! ¡Hermano-sombra! ¡Viejo enemigo! ¡Rompetreguas! Cuando estemos libres de este peligro inminente, responderás ante mí.

Una innegable cantidad de profunda enemistad se mezcló con la de Pallol; pero fue atenuada por el tono mental que siempre surge del alivio de un terrible dolor. Nadie quería pelear ahora. Tan sólo el irrefrenable Pallol estaba tan dispuesto como siempre.

Brede Esposa de la nave fluyó tranquilizadora sobre la latente confusión general.

—Esta Tierra Multicolor será un buen lugar para nosotros, mi Rey. Y tú no debes tener miedo, Pallol Un-Ojo. Ya he sondeado el planeta. Superficialmente, por supuesto, y no he encontrado ningún desafío mental. La forma de vida dominante que aquí habita es de una inocencia que no ha llegado ni a las palabras, y no representará una amenaza para nosotros hasta dentro de seis millones de órbitas planetarias. Sin embargo, su germoplasma es compatible, tanto para nuestra alimentación como para el servicio. Con paciencia y trabajo bien hecho seguramente sobrevivamos. Ahora salgamos de aquí manteniendo nuestra tregua por un tiempo. Y que nadie hable de venganza, ni de desconfianza hacia mi amada Esposa.

—Bien dicho, Profética Señora— dijeron los pensamientos y las palabras de los demás. (Todos los disidentes se mantenían bien callados).

Thagdal dijo:

—Nos esperan las pequeñas voladoras. Al partir, que todas las mentes se alcen en un saludo.

Salió de la consola de control pisando fuerte, con su barba y sus cabellos dorados todavía chispeando en silenciosa furia, y con su túnica blanca rozando el ahora deslucido metaloide de la plataforma. Eadone, Dionket, y Mayvar Hacedor de reyes le siguieron, con sus mentes enlazadas a través de la Canción y despidiéndose con los dedos acariciando unas paredes que se enfriaban con rapidez, y que una vez latieron con benéfica energía. Poco a poco, desde diferentes partes de la nave, los demás se unieron al himno hasta que casi todos se encontraron en comunión.

Las voladoras se alejaron de la moribunda nave a toda velocidad. Más de cuarenta máquinas con forma de pájaro atravesaron la atmósfera como dardos brillantes antes de desacelerar bruscamente y extender sus alas. Una tomó la delantera y las otras formaron una majestuosa procesión tras ella. Volaron hacia la masa continental más grande de ese mundo a la espera de un impacto calculado, subieron desde el sur y atravesaron el rasgo más singular del planeta: una vasta y prácticamente seca cuenca marina, de substratos de sal brillante que cruzaba de manera irregular los confines occidentales de la masa del continente mayor. Una cordillera nevada formaba una barrera al norte de este Mar Vacío. Los voladores fueron más allá de las montañas y sobrevolaron el valle de un gran río que fluía hacia el este, que les esperaba.

La Nave tomó rumbo oeste y dejó una estela de fuego al atravesar la atmósfera. Arrasó el suelo con una espantosa ola de presión que incineró la vegetación y alteró los minerales del entorno. Cuando la capa protectora de La Nave explotó, un chubasco de glóbulos de vidrio verde y marrón fundidos cayó sobre las tierras orientales. Las aguas del río se evaporaron.

Entonces llegó el impacto. Una explosión de luz, una explosión de calor y explosión de sonido. Más de dos mil millones de toneladas de materia a una velocidad de veintidós kilómetros por segundo le infligieron su herida al mundo. El paisaje rocoso se metamorfoseó; la sustancia de la Nave se consumió por completo en el holocausto. Casi cien kilómetros cúbicos de corteza planetaria explotaron hacia arriba y hacia afuera, mientras que los materiales más delgados se elevaban hasta la estratosfera convertidos en una columna negra, donde los altos y finos vientos los esparcían como un palio fúnebre sobre buena parte del mundo.

El cráter resultante, que tenía cerca de treinta kilómetros de diámetro, pero poca profundidad, era castigado por tornados engendrados en una atmósfera irritada, sobre esa resplandeciente úlcera de la tierra. Las pequeñas voladoras trazaron solemnes círculos sobre él durante muchos días, ignorando el huracán de lodo, mientras esperaban que el fuego en tierra se enfriara. Cuando la lluvia hizo su trabajo, las voladoras partieron por largo tiempo.

Regresaron a la tumba cuando terminaron sus tareas y descansaron durante mil años.

La tierra multicolor: Julian May

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