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La Rueda del Tiempo 1: El ojo del mundo

La Rueda del Tiempo 1: El ojo del mundo - Robert Jordan - Fantástico

La Rueda del Tiempo 1: El ojo del mundo - Robert Jordan - Fantástico

Resumen del libro:

La vida de Rand Al’Thor y sus amigos en Campo de Emond ha resultado bastante monótona hasta que una joven misteriosa llega al pueblo. Moraine, una maga capaz de encauzar el Poder Único, anuncia el despertar de una terrible amenaza.

Esa misma noche, el pueblo se ve atacado por espantosos trollocs sedientos de sangre, unas bestias semihumanas que hasta entonces se habían considerado una leyenda. Mientras Campo de Emond soporta la ofensiva, Moraine y su guardián ayudan a Rand y a sus amigos a escapar.

Para Harriet,
corazón de mi corazón,
luz de mi vida,
para siempre

Y la Sombra se abatió sobre la tierra y el mundo se hendió piedra por piedra. Los océanos se desvanecieron y las montañas fueron engullidas, y las naciones fueron dispersadas hacia los ocho ángulos del mundo. La luna era igual que la sangre y el sol como la ceniza. Los mares hervían, y los vivos envidiaban a los muertos. Todo quedó destrozado y todo se perdió excepto el recuerdo, y una memoria prevaleció sobre las demás, la de aquel que atrajo la Sombra y el Desmembramiento del Mundo. Y a aquél lo llamaron el Dragón.

De Aleth nin Taerin alta Camora,
El Desmembramiento del Mundo.

Autor anónimo, Cuarta Era

Y sucedió que en aquellos días, como había acontecido antes y volvería a acontecer, la oscuridad cernía su peso sobre la tierra y oprimía el corazón de los hombres, y el verdor de las plantas palidecía y la esperanza desfallecía. Y los hombres invocaron al Creador, diciendo: Oh, Luz de los Cielos, Luz del Mundo, haced que el Redentor Prometido nazca del seno de la montaña, tal como afirman las profecías, tal como acaeció en las eras pasadas y sucederá en las venideras. Haced que el Príncipe de la Mañana cante en honor de la tierra para que crezcan las verdes cosechas y los valles produzcan corderos. Permitid que el brazo del Señor del Alba nos proteja de la Oscuridad y que la gran espada de la justicia nos defienda. Haced que el Dragón cabalgue de nuevo a lomos de los vendavales del tiempo.

De Charal Drianaan te Calamon,
El Ciclo del Dragón.

Autor anónimo, Cuarta Era

EL MONTE DEL DRAGÓN

El palacio todavía se agitaba en ocasiones mientras la tierra retumbaba en la memoria; crujía como si quisiera negar lo acontecido. Haces de luz, filtrados a través de las hendiduras de la pared, hacían resplandecer las motas de polvo suspendidas en el aire. Las paredes, el suelo y los techos conservaban las marcas del paso del fuego. Amplias manchas negras cruzaban las pinturas y oropeles arrasados de lo que en otro tiempo eran abigarrados murales; el hollín cubría frisos desmenuzados de hombres y animales que parecían haber tratado de escapar antes de que la locura cesara. Los cadáveres yacían por doquier; hombres, mujeres y niños alcanzados en la huida por los rayos que se habían abatido sobre cada corredor, abrasados por el fuego que les había seguido los pasos o atrapados en las piedras del palacio que se habían abalanzado sobre ellos como organismos vivos antes del retorno de la calma. Como curioso contrapunto, brillantes tapices y pinturas, todos obras maestras, pendían incólumes excepto en los puntos en que las paredes los habían empujado al pandearse. Los lujosos muebles labrados con incrustaciones de oro y marfil, salvo los que fueron derribados por la protuberancia del suelo, permanecían intactos. El gran descarriador de la mente había golpeado en la esencia sin importarle los objetos que la rodeaban.

La Rueda del Tiempo 1: El ojo del mundo

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