La rueda celeste
Resumen del libro: "La rueda celeste" de Ursula K. Le Guin
En un futuro castigado por la violencia y las catástrofes medioambientales, George Orr descubre que sus sueños tienen la capacidad de alterar la realidad. George buscará la ayuda del doctor William Haber, un psiquiatra que no dudará en aprovecharse de su poder. Cuando el doctor Haber empiece a manipular sus sueños en beneficio propio George deberá luchar para proteger la realidad. La rueda celeste es una novela siniestramente profética en la que Ursula K. Le Guin aborda de forma magistral los peligros del poder absoluto y la capacidad de autodestrucción del ser humano, a la vez que se cuestiona la naturaleza de la propia realidad. En una nota titulada “Arte, información, robo y confusión”, Ursula K. Le Guin menciona su libro La rueda celeste (1971), el que ella misma definió como «un homenaje a Philip K. Dick».
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Ambos, Confucio y tú, sois sueños, y yo, quien afirma que lo sois, lo soy también. Esto es una paradoja. Habrá un día en que un hombre sabio será capaz de explicarla; ese día puede que tarde diez mil generaciones en llegar.
CHUANG TSE: II
Llevada por la corriente, sacudida por el oleaje, zarandeada por el océano poderoso, la medusa se desplaza sin rumbo en el abismo. El brillo de la luz la atraviesa, la oscuridad la penetra. Llevada, sacudida, zarandeada desde todas partes a todas partes, puesto que mar adentro no hay más brújula que lo cercano y lo lejano, lo alto y lo bajo, la medusa permanece suspendida, balanceándose. Los latidos se perciben levemente en su interior, rápidos, igual que otros imponentes latidos diurnos golpean el mar, que obedece a su vez al dictamen lunar. Suspendida, oscilante, cadenciosa, el ser más insustancial y vulnerable sólo tiene por defensa la violencia y la fuerza del océano entero, a quien ha confiado su ser, sus idas y venidas, y su voluntad.
Pero he aquí que se alzan los tozudos continentes. Las plataformas de grava y los acantilados de roca donde rompe el agua que alza el vuelo en el aire, seco espacio sideral, terrible, hecho de fulgor e inestabilidad, donde la vida carece de sustento. Y ahora, ahora las corrientes confunden y las olas traicionan, rompiendo su ciclo infinito, para dar brincos de espuma ruidosa contra roca y aire, rompiendo…
¿Qué hará el ser hecho de mar y deriva en la seca arena de la luz diurna? ¿Qué hará la mente, cada mañana, al despertar? Se había quemado las pestañas, por tanto, no podía cerrar los ojos, y la luz le horadó, lacerante, el cerebro. No pudo volver la cabeza porque los bloques de hormigón lo tenían clavado en el sitio y las varillas de acero que asomaban del interior se la inmovilizaban como en un torno. Cuando desaparecieron, pudo volver a moverse; se incorporó. Estaba en los peldaños de cemento; un diente de león florecía junto a su mano, crecía en una pequeña grieta en la piedra. Al cabo de un rato, se levantó, pero en cuanto estuvo en pie experimentó un fuerte mareo y supo que se debía a los efectos de la radiación. La puerta tan sólo distaba medio metro, porque inflada, la cama hinchable llenaba la mitad de su habitación. Llegó a la puerta, la abrió y la atravesó. Ante él se extendía el interminable pasillo de linóleo que oscilaba levemente arriba y abajo durante kilómetros, y al otro lado, lejos, muy lejos, el servicio de caballeros. Echó a andar hacia allí, intentando apoyarse en la pared, pero no había nada en lo que apoyarse y la puerta se convirtió en suelo.
—Ahora con cuidado. Con mucho cuidado.
El rostro del guardia del ascensor colgaba sobre él como una lámpara de papel, pálido, enmarcado por cabello tirando a cano.
—Es la radiación —dijo, pero Mannie no pareció entenderlo y se limitó a responder:
—Tómeselo con calma.
Estaba de vuelta en la cama de su habitación.
—¿Borracho?
—No.
—¿Drogado?
—Mareado.
—¿Qué ha estado tomando?
…
Ursula K. Le Guin. Fue una arquitecta de mundos, una narradora cuya capacidad para trazar universos ficticios solo se iguala con la profundidad filosófica que los sustenta. Nacida en Berkeley, California, el 21 de octubre de 1929, su vida y obra siempre estuvieron impregnadas por el contexto académico y cultural en el que creció. Hija del antropólogo Alfred Kroeber y de la escritora Theodora Kroeber, desde temprana edad absorbió el conocimiento y las perspectivas sobre la humanidad y sus formas de organización, que más tarde serían ejes centrales en sus obras de ciencia ficción y fantasía.
Le Guin debutó en la literatura en 1959, pero su reconocimiento masivo llegó con la publicación de Un mago de Terramar en 1968. Esta obra, parte de la serie de Terramar, no solo redefinió el género fantástico al dotarlo de una profundidad moral y filosófica pocas veces vista, sino que también marcó el inicio de una carrera que cambiaría para siempre los paradigmas de la ficción especulativa. Un año después, con La mano izquierda de la oscuridad (1969), desafió las normas de género y sexualidad en la ciencia ficción, explorando el concepto de una sociedad sin género fijo. Esta novela, aclamada como una de sus grandes obras maestras, le otorgó los prestigiosos premios Hugo y Nébula, consolidando a Le Guin como una pionera en un ámbito predominantemente masculino.
Su obra es un prisma que refleja influencias tan diversas como el taoísmo, el feminismo y el anarquismo. A menudo, sus protagonistas eran antropólogos u observadores culturales, figuras que Le Guin utilizaba para trazar puentes entre lo conocido y lo desconocido, entre lo humano y lo alienígena. En novelas como Los desposeídos (1974), explora utopías y distopías, siempre cuestionando la naturaleza del poder y las estructuras sociales. Le Guin no solo imaginaba mundos, sino que, a través de ellos, proponía nuevas maneras de entender el nuestro.
Le Guin subvertía con elegancia las convenciones de la literatura fantástica, otorgando protagonismo a personajes de piel oscura en un tiempo en que la normatividad blanca dominaba el género. Y en obras como El eterno regreso a casa (1985), jugó con la forma y la estructura, creando textos que desafiaban las expectativas del lector. Sus cuentos, como la parábola Los que se alejan de Omelas (1973), son meditados ejercicios de crítica social, que dejan al lector en un estado de reflexión incómoda.
La crítica literaria la ha consagrado como una de las figuras más importantes de la literatura contemporánea. Con más de veinte novelas, cien relatos cortos y múltiples ensayos y poemas, Le Guin ha influido en generaciones de escritores, desde Neil Gaiman hasta Salman Rushdie. A lo largo de su carrera recibió incontables premios, incluido el título de Gran Maestra de la Asociación de Escritores de Ciencia Ficción y Fantasía de Estados Unidos, siendo solo la segunda mujer en obtener tal honor.
Su muerte en 2018 no marcó el fin de su influencia. Como dijo el crítico John Clute, Le Guin presidió la ciencia ficción durante casi medio siglo. No fue solo una escritora de fantasía o de ciencia ficción; fue, en palabras de Michael Chabon, “la escritora estadounidense más importante de su generación”.