Resumen del libro:
En plena madurez, Cicerón (106-43 a.C.) alumbra “La república”, un debate filosófico en el que aplica las especulaciones teóricas de los sabios griegos a la constitución política romana. En la obra plantea la necesidad de regenerar las decadentes instituciones de una Roma con un vasto imperio, pero abrumada por una profunda crisis interna que desembocaría, poco después, en las guerras civiles que acabaron con el sistema republicano y la vida del propio autor. Un gobierno sin contrapesos, que consiente la injusticia y la posibilidad de ejercer el poder absoluto está condenado. El último libro de los seis que integran este tratado culmina con el breve e influyente apólogo conocido como “El sueño de Escipión” , transmitido desde la Antigüedad como texto independiente.
LIBRO PRIMERO
SINOPSIS
Importancia de la actividad política entre las propias del sabio. Ocasión del diálogo. Presentación de los personajes. Tema coyuntural (la aparición de dos soles), al que se renuncia ante la mayor importancia del de la existencia de diferentes formas de gobierno. Escipión se encarga de la exposición de las tres fundamentales: monarquía, aristocracia, democracia. Sus degeneraciones: tiranía, oligarquía, anarquía. Lelio le cuestiona acerca de cuál considera mejor. Escipión se inclina por una mixta.
Así como son más los beneficios de la patria, y 1a es ésta más antigua que un progenitor particular, así también se debe más gratitud a ella que a un padre.
En verdad, todo el discurso de estos (filósofos), aunque contenga manantiales riquísimos de virtud y de ciencia, me temo, sin embargo, que, habida cuenta de sus actos y de las obras que ellos hicieron, resulte no haber aportado tanta utilidad a los negocios humanos cuanto deleite a los ocios (LACTANCIO).
Tampoco Cartago hubiera tenido tanta fuerza durante casi seiscientos años sin un buen gobierno y una moral (NONIO).
… (de no existir esta natural tendencia de valor, nunca les) hubieran liberado del asalto; ni Cayo Duelio, Aulo Atilio y Lucio Metelo, del miedo a Cartago; tampoco los dos Escipiones hubieran extinguido con su sangre el incendio surgido con la segunda guerra púnica, ni, después de haberse aquél incrementado, Quinto Máximo lo hubiera sofocado, ni Marco Marcelo lo hubiera eliminado, ni Publio Africano, expulsándolo de las puertas de esta urbe, lo hubiera encerrado entre las murallas del enemigo. Y Marco Catón —hombre desconocido y sin alcurnia, por el que todos los que nos dedicamos a estas lides nos dejamos llevar, como por un modelo, a la sagacidad y fortaleza— pudo sí vivir sosegadamente en Túsculo, lugar agradable y próximo, mas, como hombre loco, según dirán éstos, prefirió lanzarse hasta muy viejo, sin que nada le obligara, a estas olas tempestuosas, y no vivir gustosamente en aquella tranquilidad y sosiego. Nada diré de otros muchos que, cada uno a su manera, fueron salvadores de nuestra ciudad, (aunque) olvidados en nuestros días; no los mencionaré, para que nadie pueda quejarse de que no se le nombre, a él o algún antepasado suyo. Sólo quiero decir que el género humano tiene por naturaleza tanto instinto de fortaleza, y recibió tan gran apetencia de defender el bien común, que esta virtud (del valor) ha superado siempre todos los halagos del ocio gustoso.
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