Resumen del libro:
Günter Grass nos presenta una conmovedora fábula en la que nos plantea la posibilidad de un desastre nuclear. En un mundo que se va destruyendo a sí mismo, la supervivencia queda en manos de una sociedad que se difumina entre lo ratesco y lo humano. Una narración maravillosa, entre Orwell y Swift, sobre la pesadilla posible de la barbarie humana. Grass consigue sumergir al lector en las contradicciones de nuestro tiempo con una ficción muy realista.
Capítulo primero
EN EL QUE SE CUMPLE UN DESEO, no hay sitio para las ratas en el Arca de Noé, de los hombres no queda más que basura, un barco cambia de nombre varias veces, se extinguen los saurios, un viejo conocido entra en escena, llega una postal con una invitación para Polonia, se ensaya la posición erguida y unas enormes agujas de hacer punto castañetean.
Por Navidades me pedí una rata, confiando en encontrar rimas logradas para una poesía que tratase de la educación del género humano.
En realidad hubiera querido escribir sobre el mar, mi charco báltico; pero ganó la rata.
Mi deseo se vio satisfecho.
Bajo el árbol de Navidad me encontré con la sorpresa de la rata.
No apartada a un lado, no; cubierta por las ramas del abeto, armonizando con los colgantes adornos del árbol, en lugar del Nacimiento con su personal de costumbre, había encontrado acomodo, más larga que ancha, una jaula de alambre, de barrotes pintados de blanco e interior amueblado con una casita de madera, su biberón y su cacharrito de la comida.
El regalo ocupaba su puesto con desenvoltura, como si no hubiera objeción que hacer, como si aquella sorpresa fuera algo natural: una rata bajo el árbol de Navidad.
Solo una curiosidad moderada en cuanto al papel crujía.
Cuando, tras un corto salto, se ovilló sobre su casita, una bola áurea y brillante reflejó el juego de sus bigotes.
Desde el principio resultó sorprendente lo pelada que era su larga cola y que tuviera cinco dedos, como las personas.
Un animal limpio.
Aquí y allá: solo alguna caquita como la uña del meñique.
Ese olor de Nochebuena elaborado según viejas recetas, al que contribuían la cera de las velas, el aroma del abeto, un poco de desconcierto y las pastas de miel, dominaba las emanaciones del animalillo regalado, comprado a un vendedor de reptiles que, establecido en Giessen, criaba ratas para alimento de serpientes.
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