La prudencia en la mujer
Resumen del libro: "La prudencia en la mujer" de Tirso de Molina
Obra dramática basada en la vida de la Reina María de Molina como regente y protectora de los derechos de su hijo Fernando IV el Emplazado. Mujer de gran carácter y hábil política que supo moverse en una época de por sí difícil para las mujeres en general, y en donde la pasión política, la ambición que ahoga todo sentimiento generoso para lograr sus fines, aparecen personificadas a maravilla en los distintos personajes que aparecen en escena. Sin embargo, no todo es sombrío en este cuadro. Los sentimientos de lealtad, de un amor respetuoso y firme en su desesperanza ofrecen un contraste luminoso.
Análisis de La prudencia en la mujer
Lo primero que sorprende al lector en esta obra extraordinaria es su sencillez y verdad histórica. La acción no se ve cortada por otra acción secundaria, paralela al episodio histórico, o por la intervención del gracioso. El tema no es tampoco un asunto de honor, tan frecuente en las obras inspiradas en crónicas de nuestro teatro clásico. Es un tema puramente histórico, más aún, es un dechado de política hábil y prudente: la regencia de doña María de Molina durante la minoría de su hijo Fernando IV el Emplazado.
Tirso, que repetidamente se ha burlado de los anacronismos del teatro de su tiempo, procura evitarlos y nos presenta a lo largo de las tres jornadas de la obra los episodios más salientes de la vida de la reina en este período, delicadamente estudiados y documentados con precisión.
Debido a su estancia en ciudades que fueron residencia de los reyes, pudo Tirso conocer muchos datos de la vida de doña María; Guadalajara, que visitan éstos en el último año de vida de don Sancho, y donde vivió y murió doña María Fernández Coronel, aya de la reina; Alcalá, ciudad en la que el rey otorga testamento (1295) designando a doña María tutora de su hijo, «conosciendo en commo la reina doña María era de gran entendimiento»; tal vez Molina, señorío de la reina, y especialmente Toledo, que guarda el sepulcro de don Sancho. Además ha manejado la Historia del P. Mariana, como podemos comprobar en varias escenas, y algunos otros textos históricos.
Esta fidelidad a la historia no solamente afecta a la reina, sino a los demás personajes. Así podemos comprobar documentalmente la venta de la ciudad de Écija hecha por aquélla al Infante don Enrique en la jornada II, con el testamento del Infante otorgado en 1303, dos días antes de su muerte, que dice expresivo en su laconismo: «Otrosí mando que den Écija a la reina porque es suya». En el mismo acto se menciona a don Pedro Ponce, al que encontramos entre los confirmantes de documentos de la época junto con su hermano Fernán Pérez Ponz.
AMBIENTE Y PERSONAJES.—Hay una adecuación completa entre el ambiente y los personajes. Para ello Tirso ha utilizado algunos rasgos característicos de nuestra Edad Media, recordando, en primer lugar, las diferencias latentes entre castellanos y leoneses, típicas de nuestra épica, y enlazándolo con otro rasgo medieval: las luchas entre familias rivales, «el odio heredado y viejo», transmitido de generación en generación, pero pospuesto en este caso por el valor leonés ante el peligro de la reina:
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Tirso de Molina. Dramaturgo y poeta español nacido en Madrid el 24 de marzo de 1579 y fallecido el 12 de marzo de 1648 en Almazán, Soria. Considerado uno de los mayores dramaturgos del Siglo de Oro español, ingresó siendo muy joven en la Orden de la Merced (en el monasterio de San Antolín de Guadalajara) y, tras una etapa en Santo Domingo, en América, se asentó en la ciudad de Toledo, donde se ordenó sacerdote, aunque realizó múltiples viajes a Galicia, Salamanca y Lisboa; hasta volver a Madrid en 1618. Sus comedias, de tono satírico y burlesco, le valieron un destierro a Sevilla, lo que no detuvo su carrera ascendente, llegando a ser posteriormente comendador del convento de Trujillo, cronista de su orden, comendador del convento de Soria y finalmente definidor provincial de Castilla. De estilo conceptista, hoy en día se ha llegado a poner en duda que fuera autor de algunas de las obras que tradicionalmente se le han atribuido, como El burlador de Sevilla y Convidado de piedra, que dio origen al ya conocido mito de Don Juan Tenorio, y El condenado por desconfiado.