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La prima Bela

Portada del libro La prima Bela, de Honoré de Balzac

Resumen del libro:

La prima Bela es una de las obras más conocidas y apreciadas del escritor francés Honoré de Balzac. Se trata de una novela que forma parte de la serie La comedia humana, en la que el autor retrata con maestría la sociedad francesa del siglo XIX. La novela narra la historia de Eugène de Rastignac, un joven ambicioso que llega a París dispuesto a triunfar en la vida. Allí se aloja en la pensión Vauquer, donde conoce a una serie de personajes pintorescos y variopintos, entre los que destaca el misterioso Vautrin, un criminal que le propone un plan para hacerse rico. Pero el verdadero interés de Rastignac se centra en la prima Bela, una hermosa y elegante mujer casada con el barón de Nucingen, un banquero alemán. Rastignac se enamora perdidamente de ella y trata de conquistarla a toda costa, sin importarle las consecuencias morales o sociales de su conducta.

La prima Bela es una novela que combina el realismo con el romanticismo, el análisis psicológico con la crítica social, el drama con el humor. Balzac crea unos personajes complejos y verosímiles, que representan los distintos estratos y facetas de la sociedad parisina. El autor muestra las luces y las sombras de la vida urbana, las ilusiones y las decepciones, los sueños y las frustraciones. La novela es también una reflexión sobre el amor, el dinero, el poder, la honra y la felicidad. Balzac plantea al lector un dilema ético: ¿vale la pena sacrificar todo por conseguir lo que se desea? ¿Qué precio hay que pagar por el éxito? ¿Qué significa realmente ser feliz?

La prima Bela es una obra maestra de la literatura universal, que ha inspirado a numerosos escritores y artistas. Su lectura es imprescindible para comprender la época y la mentalidad del siglo XIX, pero también para reflexionar sobre los valores y los conflictos del ser humano. La novela es un retrato fiel y profundo de la condición humana, que no deja indiferente a nadie.

No es al príncipe romano, ni al heredero de la ilustre casa de Caetani, que ha suministrado Papas a la Cristiandad, a quien dedico este pequeño fragmento de una larga historia, sino al sabio comentarista del Dante.

Usted me ha hecho descubrir la maravillosa armazón de ideas sobre la que el más grande de los poetas italianos ha construido su poema, el único que los modernos pueden oponer al de Homero. Antes de oír a usted, la Divina Comedia parecíame un inmenso enigma, cuya solución nadie había encontrado, y menos que nadie los comentaristas. Comprender de ese modo a Dante es ser tan grande como él; bien que todas las grandezas le son a usted familiares.

Publicando, en un volumen dogmático, la improvisación con que usted hubo de encantarme en una de las veladas en que se descansa de haber visto Roma, un sabio francés lograría una reputación, ganaría una cátedra y muchas cruces. Quizá usted ignora que la mayor parte de nuestros catedráticos viven sobre Alemania, sobre Inglaterra, sobre el Oriente o sobre el Norte, como insectos posados sobre un árbol; y, como el insecto, llegan a convertirse en parte integrante de aquél, pidiendo prestado su valor al del sujeto. Italia no ha sido explotada aún en cátedra abierta. Por eso no se me tendrá nunca en cuenta mi discreción literaria. Despojándole a usted, habría podido convertirme en un hombre docto con la fuerza de tres Schlegel, mientras que ahora voy a quedarme en simple doctor en medicina social, veterinario de las enfermedades incurables, aunque no sea más que para ofrecer un testimonio de agradecimiento a mi cicerone y unir el ilustre nombre de usted a los de los Porcia, los San Severino, los Pareto, los de Negro, los Belgiojoso que, en La Comedia Humana, representarán aquella íntima y continua alianza entre Italia y Francia, que ya el obispo Bandello, autor de cuentos muy picarescos, consagraba de la misma manera en el siglo XVI, en aquella magnífica colección de novelas de Shakespeare, algunas veces hasta partes enteras y textualmente.

Los dos bosquejos le dedico constituyen las dos fases eternas de un mismo hecho. Homo duplex, ha dicho nuestro Buffon; ¿por qué no añadir: Res duplex? Todo es doble, hasta la virtud. También Molière presentaba siempre los dos lados de todo problema humano; Diderot, a imitación suya, escribió un día Esto no es un cuento, quizá la obra maestra de Diderot, donde presenta la sublime figura de la señorita Lachaux inmolada por Gardanne, frente a la de un amante perfecto muerto por su querida. Mis dos novelas están, pues, colocadas en pareja, como dos gemelos de sexo distinto. Es una fantasía literaria a la que por una vez puede uno entregarse, sobre todo en una obra donde se intenta representar todas las formas que sirven para vestir el pensamiento. La mayor parte de las disputas humanas todo en una obra donde se intenta representar formas que sirven para vestir el pensamiento. La mayor parte de las disputas humanas proceden de que existen a la vez sabios e ignorantes, constituidos de tal manera, que no ven más que un solo lado de los hechos o de las ideas, no ver pretende que la cara que ha visto es la única verdadera, la única buena. Así el Libro Santo ha lanzado esta frase profética: «Dios ha entregado el mundo a las disputas de los hombres». Confieso que este solo pasaje la Escritura debiera inducir a la Santa Sede para darle a usted el gobierno de las dos Cámaras, para obedecer a aquella sentencia comentada, en 1814, por disposición de Louis XVIII.

Que su talento y la poesía que lleva usted en sí protejan a los dos episodios de «Los parientes pobres».

De vuestro afectísimo servidor,

DE BALZAC

París, agosto-septiembre de 1846.

La prima Bela: Honoré de Balzac

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